La razón sólo tiene un camino: el sentido común. Es lo que ha utilizado durante toda su vida Rafael Vital. Es para mí un orgullo y una enorme alegría traer a estas páginas del Diario, la figura de Rafael --el ferretero de La Placilla--, por lo mucho que tiene de emoción, de satisfacción y de justicia. Hombres y mujeres han ido aportando a la sociedad portuense sus maneras y sus sensibilidades a través de la peculiar y genuina historia local, para que hoy podamos decir sin equivocarnos qué somos y qué significamos.
Cuando escribo estas líneas me encuentro lejos en la distancia kilométrica, pero cerca en lo humano, con una persona, que por encima de todas las cosas ha sabido llevar a sus labores profesionales como ferretero y a sus manifestaciones religiosas, desde la Hermandad del Rocío, los sabores y los sinsabores de una ciudad como la nuestra.
Rafael Vital Guillen, a la sazón presidente de ACOCÉN, el Notario José Ramón Salamero Sánchez-Gabriel y Miguel Mena actuando como Secretario de la entidad, en una de las campañas realizada por el colectivo de comerciantes.
Admiro a Rafael Vital, no sólo por su aportación humana, sino por su profunda pasión por el trabajo y por el altruismo que le ha caracterizado desde siempre, con todos los portuenses.
Nacido en Sanlúcar de Barrameda, su primer contacto con El Puerto se produce cuando de joven acompaña a su tío todos los días, desde su tierra natal en una moto, para montar un puesto en las inmediaciones de la Plaza de Abastos. De ahí a montar su propio negocio de ferretería, un paso. Y así ha permanecido hasta hace unos años, cuando se jubila y logra que 3 de sus hijos regenten sendas tiendas en nuestra ciudad.
Rafael, más de 50 años de la mano de su inseparable Gertrudis --Tuly--, ha sabido leer con precisión y maestría aquella cara, a veces oculta de la vida, cargada de sensibilidad, que tanto marca el devenir de un pueblo. Y ha sabido trasmitir sus conocimientos y su buen hacer a sus 8 hijos.
Celebración de las Bodas de Oro de casados de Rafael y Tuly
Cuando deambula por las calles de El Puerto y atento saluda, seguro que saborea las consecuencias de un trabajo bien hecho y de una meritoria labor social. Desde estas líneas me sumo a la celebración, merecida y justa, que en la Aldea del Rocío se celebró en septiembre de 2014, en la seguridad de que El Puerto hizo justicia con un hombre honesto y cabal por encima de cualquier otra consideración, el día que decida rotular una calle con su nombre. Enhorabuena y un fuerte abrazo desde la Capital del Reino /Texto: Enrique Bartolomé.