Por lo que nos cuenta, muy bien contado siempre, Manolo Morillo, el Teatro Pedro Muñoz Seca cada vez se parece más al sanatorio de tuberculosos en el que Thomas Mann se inspiró para escribir La Montaña Mágica. Del un hombre, un voto, hemos pasado a un espectador, una expectoración. "Vamos al estreno, nos echamos unas toses y luego cenamos en Romerijo", es la propuesta de ocio con la que los tísicos cultos agasajan los sábados a sus respectivas cuando el partido de fútbol de la tele es malo.
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