Fray Clemente, por su devoción a las Ánimas Benditas del Purgatorio, a las que ensalzaba, recibió el ‘apellido’ de Del Purgatorio. De procedencia eslavona (no confundir con la actual nación independiente de Eslovenia) que forma parte de Croacia; vegetariano, recaudador y repartidor de limosnas en especies, pasó sus últimos meses de vida en El Puerto de Santa María, siendo sus restos mortales inhumados en la sacristía de la capilla de la Patrona. Una curiosa historia que se remonta al siglo XVII. /En la imagen, fraile anónimo pintado posiblemente por un discípulo de El Greco. Museo del Prado (Madrid).
Se le aparecía Cristo cada noche, según aseguraba, y éste le decía “si quieres gozar de lo que ves por allí, ha de ser por el camino del padecer“. Clemente del Purgatorio practicaba la austeridad en grado sumo y su ejemplo de actitud y forma de vida fueron admirados por los portuenses. Vestía sólo un simple hábito, sin ropa interior ni calzado, si acaso unas sandalias, ya fuera invierno o verano. Era joven, murió a los 31 años de edad, y siempre tuvo una delicada salud. Su vegetarianismo, que era considerado como una de sus prácticas más insólitas para aquel tiempo, era forzoso, ya que no toleraba las proteínas animales, por lo que no podía comer ni carne, ni huevo ni leche y para acentuar su mortificación apretaba el cilicio que llevaba en uno de los escuálidos muslos.
Practicaba la caridad extrema, ya que lo poco que podía llevar encima lo entregaba, y su fama de santo en la tierra le abrió las puertas de las principales casas de Andalucía. Con el importante dinero recaudado lo distribuía entre familias en apuros e incluso pagaba a delincuentes para que no ejecutaran sus fechorías previstas, con intuición premonitoria y, suponemos, que también con buenas fuentes de información para conocer la mala calaña de aquellos años. Asimismo, su noble familia eslavona le envió en diferentes ocasiones generosos envíos de dinero para obras de caridad. La buena visión de las cosas también le facilitó vaticinar los azotes de peste que asolaron algunas de las localidades en las que habitó, tal como le ocurrió en Granada, en Antequera o en El Puerto. Las condiciones insalubres propiciaban la extensión de infecciones y al fraile servita no le era difícil manifestar tales pronósticos. Ha sido una de las personas más respetadas y queridas que registra la ciudad y su retrato da a entender la veneración e impresión que causaba a su paso.
En el recuadro rojo, situación de Eslavonia, no confundir con Eslovenia.
Fray Clemente del Purgatorio, que se encuentra inhumado en la sacristía de la capilla de la Patrona portuense, (durante unos años Museo de la Prioral) decía ser un príncipe eslavo. Era de Eslavonia, el estratégico territorio en el que se entrecruzan los dominios húngaros, serbios y croatas. Eslavonia (no confundir con la actual nación independiente de Eslovenia) forma parte de Croacia y fue uno de los puntos donde se produjeron los más violentos combates en la última guerra de los Balcanes, ya que es una región fronteriza entre las etnias yugoslavas y magiares. De esos parajes montañosos llegó el ascético servita, nacido en 1649. Cuando contaba con 14 años, y tras recibir una de sus apariciones, Fray Clemente emprendió viaje en un navío que zarpó de Dalmacia, junto a varios religiosos. El barco naufragó, pero el joven eslavo se salvó ya que sus compañeros de travesía se enemistaron con él y no lo dejaron embarcarse en una lancha donde escapaban de la zozobra y que al final, fue la que pereció en las aguas. Finalmente la nave llegó a la orilla de Palestina. Tras estar en Tierra Santa, Clemente se dirigió a Italia para ser ordenado como servita ingresando Orden de los Siervos de María (oficialmente en latín: Ordo Servorum Mariae), también conocida como Orden de los Servitas, asumiendo los votos eclesiásticos y proponiéndose una vida absolutamente espartana.
Escudo de la Orden de los Siervos de María (oficialmente en latín: Ordo Servorum Mariae), también conocida como Orden de los Servitas
En su primer viaje como religioso, junto a su confesor, Fray Nicodemo, tomó rumbo hacia España y estuvo en Portugal y Galicia. Nicodemo se quedó en tierra lusa, mientras que Clemente se dirigió a Andalucía, una región que en el siglo XVII gozaba de gran esplendor económico pero que soportaba agudas desigualdades sociales (como, de todas formas, era propio en el Antiguo Régimen). Durante unos cinco años estuvo en diferentes localidades andaluzas, dejando una estela de ejemplar labor caritativa y un comportamiento asombroso por piedad y un tanto delirante. Por su devoción a las Ánimas Benditas del Purgatorio, a las que ensalzaba, recibió el ‘apellido’ de Del Purgatorio.
El Puerto en 1567. Vista parcial. Wyngaerden.
En El Puerto estuvo los últimos meses de su vida, cargando continuamente leña y llevando medicinas y comida a enfermos, mientras “luchaba contra las tentaciones que le servía el demonio“. Prefería vivir en la más absoluta pobreza, era el destino que quiso asumir a diario. La mala salud y su escueta alimentación lo llevaron a la tumba, a la cripta que crearon en sacristía de la capilla de la Virgen de los Milagros. Falleció en El Puerto el 20 de septiembre de 1680 causando una profunda conmoción en la ciudad, en Jerez y en el resto de la Bahía. El cuerpo del religioso fue velado en la capilla de San Pedro y el 7 de octubre fue inhumado, con la asistencia de lo más granado de aquella sociedad portuense. El expediente para elevar a los altares a aquel menudo fraile croata nunca se inició.
Anselmo Ruiz de Cortázar en su historia de El Puerto reseña la vida y obras de Fray Clemente, confiando en que en su día se redactara una más extensa biografía del buen hombre eslavón. Una vida apasionante y que sin duda da para una novela. Al menos los mimbres del cesto literario novelesco ahí están. Sobre la muerte de Fray Clemente se cita que en el día de su funeral desde las cuatro de la mañana hasta la diez se celebraron misas continuadas en la Prioral.
La Prioral desde el aire.
El féretro con los restos del querido religioso estaba ubicado en una pirámide con 48 cirios, que aportaban una solemne estampa a aquellos oficios. La lápida de su tumba en la sacristía de la capilla de la Patrona, cita del padre que era de “nación eslavonense” y que fue un “varón de ejemplar vida e insignes virtudes“. En el interior de la iglesia se colocaron en su honor rótulos “elogiando su caridad, su desnudez, su sufrimiento y el prodigio de pasar con su manto el mar“, expresa Ruiz de Cortázar, encendido biógrafo del fraile, cuya leyenda se extendió durante varias generaciones posteriores de portuenses.
CURIOSIDADES.
El fraile servita podía estar “dos o tres días en éxtasis” La dieta de Fray Clemente prácticamente se limitaba a hierbas sazonadas y a almíbar que tomaba de una muñequilla, todo ello siglos antes de que se impusiera la actitud macrobiótica. Sus coetáneos aseguran que el buen hombre croata sorprendía a todos cuando después de comulgar podía estar “dos o tres días en éxtasis”. Las anécdotas pueden suscitar sentimientos de chistosa perplejidad, pero es seguro que la estampa del religioso servita no dejaba indiferente a nadie.
Dos de las cualidades de Clemente eran su paciencia y su misericordia. Ruiz de Cortázar relata que en una ciudad andaluza no especificada unos individuos le asaltaron y le pidieron treinta pesos (unos 60 euros al cambio actual). El fraile sólo les pudo facilitar quince pesos. Al cabo de unos días, por no completar el pago, recibió una soberana paliza. Cuando se repuso, al cabo de varias semanas, Clemente sufragó el dinero que exigían. En fin.
En El Puerto, el religioso también sorprendía porque se dedicaba a recoger en el muelle abundantes cargamentos de bacalao seco, que recogía en carros y, a pulso, los trasladaba a Jerez, Lebrija y Medina Sidonia, para repartir el pescado entre los pobres de esas localidades. /Texto: Francisco Andrés Gallardo.