En las inmediaciones de aquel 'patio vecino' se encontraba la desaparecida taberna Casa Lucas --en la imagen--, Calzados Mesa, Joyería Díaz, el Bar Central ...
Losas de Tarifa, barandales de escalera de hierro con pomos de metal, escalones desgastaos, banco verde de madera, la tinaja con el níspero, la puerta de la oficina de Doña Valentina, la trasera de la imprenta, la fuente de mármol blanco con chorro de agua en una esfinge de un señor con barba, tuberías de plomo, bajantes de barro cocido, el olor a humedad, las caliches de la pared, el olor a tinta y papel de la imprenta Perez Pastor, el hueco escalera que iba a la azotea, el poyete donde se sentaba “Congo” (el gato negro que tenía mi vecina Gloria esposa que fuera de Don Antonio Díaz Artola) --aún recuerdo el día que fueron ellos quien nos pusieron los reyes a mí y a mis hermanos por mediación de la iglesia San Joaquín, por que la cosa estaba mala ese año, siempre les estaré agradecidos a ellos y a sus tres hijos Antonio, José Enrique y Carlos-- los mejores Belenes de aquellos años los montaban en esa bendita casa.
La cafetería Central, tras la remodelación de Rafael de los Santos, --luego fue Banco de Andalucía--, en febrero de 1978. /Foto: Rafa. Archivo Municipal.
Mi vecina Carmela Laural, su marido Diego Patino, ya desaparecido) –que buen hombre, improvisaba el patio como cuarto de redes y se ponía a remendar los trasmallos, (artes menores de pesca artesanal); que recuerdos-- sus ocho hijos, Carmen, Diego, Rosi, Conchi, Fali, Kiko, Kika y Yoli mis vecinos de toda la vida, porque se dio la circunstancia de que cuando declararon la casa en ruina y nos tuvimos que ir al piso de la calle Quiebro, ellos vivían en el segundo y nosotros en el tercero. Por eso digo que son mis vecinos de toda la vida, a los que les tengo mucho afecto y un especial cariño, ese cariño inocente que conservo desde mi infancia, aunque también discutíamos como buenos vecinos.
Fotografía en la azotea de la calle Larga con mi madre y mis vecinos de izquierda a derecha y de arriba abajo, mi madre, mis hermanas, Inma, Maribel, Toñi y mi vecino Diego, abajo mi hermano Victoriano, mis vecinas Conchi, Rosi con Yoli cogida, Kiko, kika y un servidor en primer término con mis tenis tórtola azules que me compró mi madre en "calzados Tari" en la calle San Bartolomé.
Fueron muchos días de juegos, caídas, desollones, era nuestro parque privado. También recuerdo la escalera de la azotea, toda ella de madera en muy mal estado por el paso del tiempo, el mirador donde tendían en invierno, el lavaero con sus lebrillos de barro, unos macetones que ponía mi vecino Diego y allí sembraba tomates, pimientos. Vamos, que tenía su huerto allí plantado.
La verdad que fue trágico, el día que declararon mi casa vecino de la calle Larga en ruina y nos tuvimos que ir. Por supuesto las máquinas hicieron el resto. Pero ninguna máquina excavadora, ni el ruin certificado de un arquitecto declarando mi casa en ruina, no pudo ni podrá borrar los recuerdos de todos los que allí morábamos.
La fotografía tiene 117 años. En ella aparece la redacción de la Revista Portuense, que estuvo ubicada en aquella casa. Sentados de izquierda a derecha: Mariano López Muñoz, andalucista y socio fundador de Racing Club Portuense; Luís Pérez Gutiérrez, propietario de la publicación; Manolo Soto, Javier Caballero, Antonio Peñasco y de pie junto a éste, el comediógrafo Pedro Muñoz Seca. /La foto es del año 1907 y pertenece a la Colección Pérez Pastor.
En aquel patio fuimos los mejores toreros, los mejores futbolistas, los hermanos Malasombra, Mazinger Z, Afrodita TT, Sandokan, Bruce Lee, Kung Fu, Orzowei, Pipi Lamstrung, los mejores pistoleros, de cualquier historia hacíamos un juego, que razón tenía el de la canción de “El patio de mi casa es particular”. /Texto: José Grado Raposo.