Sin pretensiones de añoranza y sin rozar la melancolía, propongo que en esta mañana invernal, que convierte a nuestra Ciudad en más nuestra que en verano, nos demos un paseo por el casco antiguo de El Puerto de Santa María. Aparte de las grandes superficies comerciales existen pequeñas tiendas donde no hay cajeras masticando chicle y que hablan de su nuevo peinado con la compañera de la otra caja mientras pasan nuestros artículos por una luz infrarroja simulando que vuelan a Nueva York. Son tiendas tradicionales donde la comunicación con el dependiente forma parte del ritual de la compra. Son lugares donde se habla de todo mientras se espera, se oyen los comentarios locales y, al llegar nos dan los buenos días. Son nuestros comerciantes de siempre, los que conocemos de toda la vida y ellos nos conocen.
En fechas recientes se disparaba el consumo y no vino nada mal un poco de atención a aquellos comercios que en los tiempos de carencia dejaron tiadas las necesidades de nuestros padres y abuelos. Estos comercios que algunas veces no tienen lo que buscamos pero nos recomiendan otra cosa; son los establecimientos que conforman El Puerto de siempre, de la la Plaza de Abastos, el de la calle Cielo, Larga, Luna, etc. Son lugares de dependientes con nombre propio sin una chapa que les identifique.
No es lo mismo cruzarse por las calles de la Ciudad con nuestros vecinos cargados de bolsas y hacer uso del saludo, que ir conduciendo un carrito que nos lleva el silencio y la individualización del abastecimiento. Ir de compras por el Centro no es lo mismo que seguir una ruta casi obligada de pasillos que te impulsan a comprar hasta lo que no necesitabas.
En los puestos de la Plaza el perejil es reglad, la hierbabuena copa la bolsa de verduras dando aroma a nuestro paso y, entre compra y compra, en lugar de reponer fuerzas con una hamburguesa, seguro que en el Bar Vicente ‘Los Pepes’, te ponen unas albóndigas o unos higaditos con el mismo arte que el Luichi (ver nótula núm. 103 y nótula 049 en GdP) te cuenta su última conquista mientras Domingo (ver nótula núm. 290 en GdP) pregona el ajo con la rima supuesta.
Este es El Puerto de siempre. El Puerto que los portuenses debemos conservar y potenciar para que dentro de unos años, ir de compras no se convierta en un acto silencioso en los fríos pasillos de un gigante extranjero que incluso te alquila el maldito carrito donde tu mismo tienen que poner los artículos y ti mismo tienes que meter en las bolsas, sin que nadie te haya sonreído con unos buenos días. /Texto: Luis Galán.