'Lo nuestro necesita de nosotros'. Agustín Merello.
“Cuenta lo que fuimos”, le pide Copons a Iñigo Balboa al final de la novela Alatriste. Cuenta lo que fuimos, le pido yo a mi cronista favorito en facebook, Antonio Carbonell, que guarda en su memoria prodigiosa el cuaderno de bitácora de este pueblo de azoteas encaladas con vistas al mar. Cuenta, amigo, aquellos días de vino, barcos y honra. Las historias vecinales que a mediados del siglo pasado sucedían a pie de calle, esos espacios narrativos a los que solo llegaban los altavoces en caso de desgracia. Las vidas desnudas de los descendientes de Menesteo, aquel caudillo ateniense que fue el primero en pisar estas mismas arenas y en bañarse en este mismo río. Cuéntalo para que no las borre el viento. Porque nadie merece ser olvidado. Nadie debería morir nunca del todo y para siempre.
Y Antonio, perito en meridianas y naufragios, estiba a las del alba su prosa limpia, meticulosa y compasiva, las andanzas sin brillo de esos seres sin narración. Hombres y mujeres que tuvieron la suerte de que un día él apareciera por sus vidas, y que fuera anotando, en el dietario que un narrador desconocido nos presta para dar fe sentimental de nuestro paso por el mundo, aquellos instantes, aquellos encuentros, aquellas amistades. Paisajes y paisanajes envueltos en el azul de la nostalgia. La letra pequeña de la gente pequeña. Acaso vivir no sea más que eso: ir acumulando recuerdos, hacerlos regresar, disfrutarlos juntos. Y abrir el corazón lleno de nombres.
Se asoma uno algunos días al facebook de Antonio y se ve hecho un chaval, correteando por el barrio alto y por el verano de la infancia, que no acaba nunca. Por aquella época tan dura pero también más nuestra. Aquellos tiempos tan desdichados en los que fuimos tan felices.
En la imagen, a la izquierda, un joven Antonio Carbonell con su vecino de la calle Luna, Manuel Gatica Ramírez, conocido por ‘Gordo Gatica’, alma mater de fútbol base local y empleado de la empresa Nuchera, propietaria del Teatro Principal y de los cines de verano, Cinema España, Cine Colón, Cinema Puerto y Cine Florida, todos desaparecidos.
Descendientes de un caudillo griego que llegó una mañana y pisó estas mismas arenas y se baño en este mismo río. Un pueblo humilde de marineros y arrumbadores. No somos otra cosa. “No hallarás otra tierra ni otro mar, la ciudad irá en ti siempre, pero es siempre la misma. No busques otra, no lo hay”, dice Kavafis. No los recuerda también Antonio, con su prosa memorable y agradecida que da fe sentimental de quiénes somos, de qué dignidades venimos. Para que no se nos olvide. Para que no lo borre el viento. /Texto: Pepe Mendoza.
ME GUSTARIA SABER QUE FUÈ DE PEPE GARRUCHO YA QUE JUGAMOS AL FUTBOL JUNTOS.
En la fotografía, verano de 1965, Pascual Manzano Sendra, segundo por la izquierda y José Antonio Garrucho Pérez. primero por la derecha. Formaban parte también de la cuadrilla de chavales que ayudaban para ver el cine gratis.
Pascual, además era compañero en el Instituto Laboral. Su padre, marinero de profesión, Manuel Manzano Calatayud, conocido por ‘el roteño’ y buen amigo de mis hermanos, al conocer que su hijo había suspendido asignaturas en junio me propuso que le echara una mano. Fue un verano provechoso que sirvió para consolidar una buena amistad y afecto que nos profesamos desde aquel entonces, pidiéndole consejos a Pascual como experto electricista en algunas ocasiones.
Con Pepe Garrucho, tampoco he perdido el contacto ya que su vida profesional ha estado relacionada con la actividad pesquera, como empleado en el sector comercial y lo veía con frecuencia cuando acudía a la Lonja de Pescado, donde en más de una ocasión conversábamos, saliendo a relucir aquellos años del Cine Colón y del entrañable ‘Gordo Gatica’.