La oralidad es cosa viva, movediza, subordinada del oído y de la memoria. En cuanto lo oral se escribe, queda fijado, pintado. De ahí eso de lo vivo y lo pintado. Y viene a cuento porque si, recordamos, las jarchas, cancioncillas en lengua romance que sirvieron a los poetas hispanoárabes e hispanohebreos para estribillos de sus muaxajas, mientras vivieron, desde siglos, en la oralidad, estuvieron pendientes del oído y de la memoria.
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