El Puerto es como es. A veces es un aire que viene del río y se cuela por las callejas cuesta arriba, camino de la Prioral, como si se hubiera pasado la noche golfeando y quisiera desayunar en el bar Vicente o tomarse, si es sábado, un guisote rico en la bodega Obregón. A veces es un viento que viene del mar y busca el rincón secreto del Aponiente, porque Neptuno se lo ha recomendado. Y hará bien. Y descubrirá misterios del mar que nunca había imaginado. Pero a veces el viento se siente solo, le pesan las botas rotas de eterno trotamundos y se cuela en un patio a descansar. Esos días se sacude las hojas secas que arrastra y recala en El Arriate.
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