Cada vez que escucho que debiera estar fuera de discusión que siempre habrá condenas erróneas y, en consecuencia, inocentes condenados, me acuerdo del caso de Rafael Ricardi Robles (ver nótula núm. 938 en Gente del Puerto) y, por ello, me pregunto cuántos inocentes hay en las cárceles y qué es lo que se está haciendo por ellos.
Rafael fue puesto en libertad en 2008, después de que se comprobara que había pasado 13 años encarcelado por dos delitos de violación que no había cometido. Fue condenado por el testimonio que aportó una de las víctimas. Sobre esto último, relató la joven en el juicio, que no tenía duda ya que su mirada ‘era muy característica por estar distorsionada por un defecto congénito`. De modo textual dijo que tenía ‘un ojo a la virulé’. Y, efectivamente, Ricardi padecía un estrabismo severo. Pero, como comentaba Ricardi, llegó a consumir drogas, pero jamás hizo daño a nadie.