Talasoterapia, aprovechamiento de algas para gastronomía o captura de carbono; los nuevos usos de uno de los ecosistemas más ricos en biodiversidad, las marismas mareales, se imponen como motor revitalizador de algunas de las economías más castigadas de España.
La Bahía de Cádiz está compuesta en un 80 por ciento por estos sistemas vivos y dinámicos, profundamente adaptados al manejo humano, que les ha dotado de atributos especiales y únicos para la proliferación de determinados endemismos. Más de medio millón de personas viven en su entorno y se interrelacionan con él; las marismas no son pues territorios vírgenes, sino espacios transformados por el hombre para su aprovechamiento y cuya supervivencia depende al mismo tiempo de él.