Sobre piropos y otras cuestiones, este recordatorio de Luisa Cárave y de Milagros Govantes, que el colaborador de Gente de El Puerto, Luis Suárez Ávila, escribió hace unos años, a su partida
Entre los días 24 y 25 de diciembre sus amigos hemos hecho un penoso doblete en el tanatorio. Se nos han ido, una detrás de la otra, dos mujeres imprescindibles en el paisaje urbano de esta Ciudad: Milagros Govantes Pico y Luisa Cárave García. Fueron, las dos, señoritas prolongadas, esto es, que nacieron solteras y murieron tal cual, pero con una soltería fecunda en amor al prójimo, en solidaridad y en entrega a los más necesitados.
Tenían, las dos, un concepto cristiano e integral de la familia y el don de la amistad. Ambas dos eran admiradas, admirables, y la alegría las desbordaba. Una y otra pasaron por esta vida haciendo el bien. Se lo impusieron como misión en este mundo: La atención a los indigentes, a los más pobres, a los drogadictos, a los marginados, a las monjas de clausura... Fueron consejeras y paño de lágrimas de sus familias y amigos. Y, sin embargo, ninguna de las dos llevaban la angustia, ni la tristeza como bandera. Ambas dos eran, sin embargo, indispensables en toda clase de reuniones, fiestas y saraos. Las dos terminaban cantando o bailando. A alegres, nadie les ha ganado.
Milagros, altísima, recordaba un piropo que le dijeron en Sevilla cuando joven: “Anda, hija, que el día que te mueras te van a tener que enterrar en la recta de Los Palacios”. A Luisa, yo siempre le decía, desde hace muchísimos años, más de los que conviniera, eso de: “Luisa, Dios te haga santa, porque buena ya lo estás”. Y a ella se le alegraban las pajarillas, sanamente. Ambas dos tenían amistades en todos los confines del mundo conocido que cultivaron desde siempre. Ambas dos dedicaron muchas horas a la Archicofradía y Esclavitud de la Patrona, al culto de la Virgen, al arreglo y mantenimiento de la capilla, a que no faltara de nada. Por eso tengo mis dudas razonables sobre los que afectan trascendencia y engolamiento y dicen ser unos pobres cristianos. No hay nada mejor que ser cristianos alegres, festivos y divertidos. Las dos fueron cristianas de auténtica parábola: la de los talentos, la de la luz,…
Bajo el manto de difuntos de la Virgen de los Milagros salieron las dos de este mundo y las velamos y bajo su amoroso manto habrán sido acogidas. Sus padres las esperaban con los brazos abiertos. Han vuelto a casa por Navidad. /Texto: Luis Suárez Ávila