Recordé en otra nótula, a propósito del excusado que está en el Parque Calderón, aquel otro que existió frente al Parque Calderón y a la calle Luja, el que cumplió su benéfico y reparador fin entre 1956 y 1977 (ver nótula 2.336 de Gente del Puerto). Y no es que uno –de momento- padezca de próstata y esté obsesionado con el asunto, pero servicios públicos como el de los urinarios también forman parte de lo cotidiano y de la historia de nuestra ciudad.
Donde está el automóvil, el lugar que ocupó en los años 20 el urinario. Enfrente, el almacén de Obras del Puerto, ‘la Copa’ y la Fuente de las Galeras.
Por eso quería rememorar otros antiguos mingitorios del Parque. De dos que se emplazaron donde confluían el Vergel del Conde y el Parque Calderón, frente a la plaza de la Herrería, precisamente donde se encuentra el adefesio actual, sólo sé de su existencia por esta noticia que publicó la Revista Portuense el 6 de agosto de 1897, a los dos años de fundarse el Parque por obra y gracia del alcalde Severiano Ruiz Calderón: “¿No ha pasado usted sr. Alcalde para el Parque por el Vergel? Pues necesariamente habrá llegado a su olfato un olorcillo nada agradable que despiden los dos urinarios que están situados a la salida del citado paseo. Y pregunto yo, ¿no sería fácil recomendar cuidadosamente la limpieza de los citados urinarios, muy especialmente las noches de velada?”
Acaso se quitaron por la misma razón por la que se desmanteló en 1891 el que hasta entonces existió en la plaza Peral; según adujo el Ayuntamiento, “so pretexto de que estando demasiado reservado, podría servir para mucho más de aquello a que estaba destinado.” /En la imagen de lz izquierda, Severiano Ruiz Calderón. Alcalde de El Puerto en 1867. /Foto: Manolo Pico. C.M.P.H.
En 1914, cuando se reformó el Parque, se proyectó construir otros dos urinarios, a cada extremo: frente al muelle del Vapor y junto al puente de San Alejandro (además de otros en la Plaza de Abastos y la plaza Peral), pero quedaron en proyecto, como el que entonces barajó el Ayuntamiento –qué barbaridad- de demoler la Fuente de las Galeras, porque, según se hizo eco la Revista Portuense, “quedaría un muelle mucho mayor y una perspectiva encantadora que ahora queda oculta por esa enorme mole.”
Pero el previsto junto a las Galeras sí terminaría por construirse. Aún no lo estaba en 1917, según se quejaba un periodista de la Revista el 19 de agosto, en estos términos: “En la playa [de La Puntilla] se han instalado dos urinarios públicos a derecha e izquierda de la Rotonda y no nos explicamos cómo no se ha pensado en algo análogo en el Parque, porque la aglomeración de público es considerable y han tomado por urinarios todas las paredes de las fincas allí situadas y el muro del Vergel, y no sólo el indecoroso espectáculo, sino al mismo tiempo el hedor tan insoportable que se percibe en las proximidades de dicho sitio.”
A la derecha, la caseta del urinario, desde el muelle del Vapor.
El caso es que las autoridades locales, siempre atentas a las demandas del pueblo al que sirven, y con el retraso que también les es acostumbrado, terminaron por obrar, en 1923 y a cargo de Obras Públicas, el urinario frontero a la Fuente de las Galeras. Que se construyó al tiempo que se levantó enfrente la caseta-almacén de efectos de Obras del Puerto (la pérgola que desde 1997 es un local de copas) y se pavimentó el inmediato muelle.
La caseta-almacén de Obras Públicas, que se levantó al tiempo que el urinario y que hoy alberga a un bar de tragos largos.
Pero al urinario le faltaba algo, que se reclamó desde la Revista el 3 de julio de 1924: “Sería muy conveniente instalar una luz en el urinario que para el servicio público hay en el muelle, adosado al paseo del río. Esta importante mejora debida a Obras Públicas y en cuya construcción puso tanto interés el Ayudante D. Emilio Lorite, querido amigo nuestro, se completaría con la indicada reforma.” Dicho y hecho. A los tres días, el periodista, como era bien nacido, escribió lo que sigue: “MUCHAS GRACIAS.- Desde el sábado último, ha quedado instalada una lámpara eléctrica en el retrete del muelle. Muchas gracias por la solicitud y diligencia con que nuestro querido amigo D. Emilio Lorite atendió nuestra indicación.”
Al paso de once años, el estado del urinario era el que refería el periódico el 17 de agosto de 1935: “CARTAS A LA REVISTA.- Hemos recibido una nueva carta de queja sobre el estado en que se encuentra el urinario del Parque y de su contenido copiamos que ‘bien podría la autoridad competente [el alcalde, que lo era José Luis Macías Caro] haber tenido necesidad de utilizarlo anoche que se encontraba de forma que para penetrar en él había necesidad de hacerlo en lancha. Espero que atenderán esto por el bien de la ciudad, pues son ya varios los veraneantes que he oído protestar de ello.’ Por nuestra parte confiemos que tal vez no se repetirán las quejas sobre este asunto.” /En la imagen de la izquierda, José Luis Macías Caro, alcalde de El Puerto en 1935.
Al comienzo de los 40, aunque los tiempos eran difíciles, el veterano urinario conoció tiempos de gloria que fueron menguando con los años, según contó en julio de 1948 Zutanito, Manuel Sánchez, (ver nótula núm. 329 en GdP) el espléndido e irónico cronista de las cosas de la ciudad que desde su sección Perfil de la semana del Cruzados escribió: “De la casetita aquella, de que hablé algún día, situada en el margen derecho del Parque, muy cerca de la entrada a este Paseo -¿estamos?- con grandes ojos en los parietales y gorro de clown, por más señas, va quedando bastante menos. Poco a poco desaparecen los tubos de cobre de su instalación y alguna otra cosa de su mobiliario que merezca la pena. Tuvo unos días de cuido esmeradísimo, que daba gusto verla, pero otra vez ha caído en desgracia. Y lo que es peor es que va desapareciendo todo, menos lo que debería desaparecer enseguida. ¿Seguimos comprendiendo?”
Cerramiento del Parque para delimitar la actividad portuaria de la de ocio y paseo.
Finalmente, a los 30 años de construirse, en 1953, el excusado se derribó con motivo de que el año anterior se procedió, para el control aduanero del muelle frontero, al cerramiento del Parque y la plaza de las Galeras con una verja de hierro y mampostería (que se quitaría en 1985, excepto en el tramo del Vergel), quedando así segregados de la zona portuaria.
Y así concluyó la historia del urinario que se levantó frente al Guadalete en los felices años veinte, que a los treinta años, en 1956, fue reemplazado por el que se dispuso en la Ribera, frente a la calle Luja. Así que, si me excusan, aquí lo dejo, que de escribir de lo que he escrito, me han entrado ganas. Y menos mal que no estoy en la calle. / Texto: Enrique Pérez Fernández.