Mañana martes 16 de diciembre se cumplen 112 años del nacimiento del poeta portuense, el poeta más universal que ha tenido El Puerto de Santa María, perteneciente a la Generación del 27. Desaparecido en 1999, hace 15 años, la fundación que lleva su nombre encara un año más ante un futuro incierto, cuando su obra empieza a ser la gran desconocida para las nuevas generaciones de hispanohablantes.
Regreso de Alberti a España en 1977. /Foto: Iberia.
El marinero en tierra es desconocido para las nuevas generaciones. El miembro más longevo de la generación del 27, que unida por el culteranismo de Góngora agrupó a Jorge Guillén, Pedro Salinas, García Lorca, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Vicente Aleixandre, Manuel Altolaguirre..., corre el riesgo de perderse en la bruma de la historia. Cuando en las clases de literatura se da este increíblemente fértil movimiento, en los libros de texto no aparecen los poemas de Rafael Alberti. Uno de los mejores poetas de la Edad de Plata de la literatura española no tiene quien lo estudie.
«La mayoría de los escritores vivos o sus herederos dan permiso para que sus escritos aparezcan en los libros de texto», explica Tálida Ruiz del Árbol, catedrática de Lengua Española con decenios de experiencia en la enseñanza en institutos, «y hay otros autores, como Alberti, que exigen cobrar, así que en el 90% de los manuales no aparecen fragmentos de sus obras». Ruiz del Árbol cuenta que en las clases se pueden repartir fotocopias o poner proyecciones con breves poemas del autor, pero que no pueden enviar a una web con textos completos, en parte «porque no existen, ya que también tendrían que pasar por caja».
Estas dificultades hacen que en el intenso currículum que deben impartir los profesores de literatura cada curso Alberti vaya apareciendo menos. En su contra juega además su propia y fructífera generación. «Tienes tantos y tan buenos, como Salinas, Aleixandre, Lorca...», cuenta. «Sí que se explica sobre él, pero no se da tanto y, además, en la antologías, que es al final lo que los alumnos tienen en casa, tampoco aparece». Poco a poco, el marinero en tierra no tiene quien lo estudie.
Rafael Alberti, acompañado de su esposa María Asunción Mateo, llega a la Biblioteca de Temas Gaditanos para entregar el XI Premio Nacional de Poesía Unicaja que lleva su nombre, concedido a la escritora Guadalupe Grandes por su obra “El libro de Lilit”. 18 de septiembre de 1996./ Foto: Jaro Muñoz.
Con la ley en la mano, todo lo que ocurre con el legado de Alberti es perfectamente legal. Tras una ardua batalla judicial entre su viuda, María Asunción Mateo, y su hija, Aitana, la justicia dictaminó que la primera tenía razón. Ahora, los derechos sobre sus textos los gestiona la agencia Carmen Balcells; los musicales y teatrales, Monge y Bofeta Asociados Musicales; y los de voz, imagen y obra gráfica, la sociedad limitada Alba de Alhelí. Esta, cuyos apoderados son la propia Mateo, su hija Marta, de un matrimonio anterior, y el abogado especialista en derechos de autor Santiago Mediano, es la depositaria y a donde van los beneficios generados.
«En España los derechos pertenecen a los herederos durante 70 años tras el fallecimiento del autor, 80 en caso de que ese plazo no se hubiera cumplido antes de la modificación de la ley [en 1987]», explica Javier de la Cueva, abogado especialista en este campo, «aunque esto varía según el país y la legislación». La propiedad intelectual establece que el autor tiene cuatro derechos de explotación. Él o sus herederos deciden quién puede copiar, transformar, difundir y distribuir, para lo que debe otorgar su consentimiento. «A no ser que la propia ley establezca una excepción», advierte.
Entrega de los Premios Nacionales Unicaja de artículos periodísticos “José María Pemán” y de poesía “Rafael Alberti” en el salón de actos de esta entidad bancaria. En la imagen, el presidente de Unicaja, Braulio Medel (izda.); el alcalde de Cádiz, Carlos Díaz (2º izda.); el premio de poesía “Alberti”, José María García López (2º dcha.); y el premio periodístico “Pemán”, Luis García Berlanga (dcha.). Sentado, el poeta Rafael Alberti. 15 de enero de 1993. /Foto: A. Movellán
Una de ellas es la educativa. «Se puede poner un poema de Rafael Alberti en los libros de texto, pero el problema no es si tienes derecho o no», razona, «es si me van a demandar o no ya que a nadie le gustan los pleitos». Las editoriales, ante la posibilidad de una demanda, de tener que defenderse ante el juez y encima que este les dé la razón, deciden «pasar de Alberti». «De esta manera, la mal llamada protección de los derechos de autor se queda en un ocultamiento de la historia, ya que un autor que pretende que sus derechos sean imposibles de usar lo que logra es ser ignorado por la cultura».
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