El Libro del Repartimiento de El Puerto, donde se recogen los nombres y propiedades de los primeros repobladores. / Foto, Centro de Patrimonio Histórico.
El año 1264 marcó para El Puerto el fin de una época y el comienzo de la historia de la ciudad que hoy habitamos. Fue entonces cuando nuestro entorno geográfico –la bahía y las campiñas gaditanas- definitivamente pasaron a manos castellanas a raíz del sometimiento de las poblaciones hispanomusulmanas por las tropas de Alfonso X. (Este año se han cumplido 750 de aquel decisivo acontecimiento.)
Hasta la conquista alfonsí, trece eran las pequeñas aldeas o alquerías (del árabe al-qarya) que se distribuían por el actual término municipal. De la existencia de estos núcleos rurales diseminados se tiene constancia por la arqueología y por el Libro del Repartimiento, esa joya histórica que se conserva y custodia en el Archivo Municipal, en una copia de fines del siglo XIII.
Localizaciones de las aldeas andalusíes en el término portuense. En verde, las que se rememoran en esta nótula.
En 1268 se procedió al reparto de las casas y tierras de las alquerías –incluida la recién fundada Santa María del Puerto, la sucesora de la andalusí Al-Qanatir- a repobladores procedentes de tierras castellanas, en mayor número de la cornisa Cantábrica. Recoge el Libro una interesante información para conocer algunos pormenores de las alquerías: los nombres con los que las bautizaron los castellanos, en algunos casos de origen mozárabe; la mención a inmuebles andalusíes: los palacios grandes, torres defensivas, corrales, pozos…; los caminos que enlazaban las aldeas, así como los nombres y procedencias de los repobladores cristianos y las superficies de las tierras que les entregaron para su explotación agrícola.
Cuándo se fundaron las alquerías es cuestión que se desconoce. No obstante, la presencia musulmana en tierra portuense se remonta a los primeros tiempos de su entrada en la Península. En Doña Blanca se han excavado los materiales culturales islámicos más antiguos de la provincia, incluyendo alguna moneda del siglo VIII. El enfrentamiento armado que abrió las puertas de Hispania a los musulmanes se libró en el Guadalete. Y en el entorno de Doña Blanca y la falda sur de la Sierra de San Cristóbal se estableció la primera capital de la provincia o cora (unidad territorial político-administrativa) de Siduna, entre los años 743 y 845, cuando fuerzas normandas la atacaron y desolaron. De esto viene escribiendo en los últimos años nuestro amigo Miguel Ángel Borrego, excelente arabista jerezano que está abriendo nuevos caminos de investigación sobre la verdadera realidad histórica del Islam en nuestra tierra. Pero de este importante núcleo histórico andalusí de Siduna –la cristiana Sidueña- escribiremos en otra entrega de esta serie, al tratar de la Sierra de San Cristóbal.
Almenas del Castillo de las Ánimas en 1986, pocos antes de su desaparición. / Foto, Juan José López Amador.
En ésta y la próxima nótula toca escribir de las alquerías que se ubicaron en la campiña, probablemente fundadas a partir del siglo X, en tiempos del próspero califato de Córdoba (929-1031) y al tiempo que nació la alquería de Al-Qanatir (de la que escribiremos dentro de dos entregas). De la de Casarejos, situada en la boca del arroyo Salado de Rota, ya lo hicimos en la nótula 2.231 de Gente del Puerto. Los nombres de las restantes que se repoblaron en 1268 eran Grañina, Campix, Fontanina, Poblanina, Finojera, Bayna, Villarana, Bollullos, Machar Grasul y Machar Tamarit.
Entrada principal y parte trasera del Castillo de las Ánimas, hacia el camino de Campín. Aunque se reconstruyó en 1857, sus estructuras originales datan de los tiempos de la alquería de Grañina. / Foto, J.J.L.A.
Los abajo firmantes, en compañía de José Ignacio Delgado ‘Nani’ y José Antonio Ruiz, en la década de los 80, con el Libro del Repartimiento y la toponimia como norte y guía y las prospecciones arqueológicas como método, localizamos sobre el terreno los enclaves que ocuparon aquellas viejas alquerías en la campiña, la mayor parte situadas próximas al curso del arroyo Salado de Rota y, en número de cinco, en el entorno de la laguna del Gallo; espacios, como ya escribimos, que fueron habitados por sucesivas poblaciones desde la Edad del Cobre (hace unos 4.500 años) y sin solución de continuidad en algunos de los asentamientos hasta comienzos de la romanización, a fines del siglo II antes de Cristo, cuando Roma comenzó a imponer otra organización del territorio con la explotación intensiva de las tierras –vino, aceite y cereales- desde las villae (antecedentes de los cortijos). Desaparecieron entonces las últimas aldeas (turdetanas), hasta que renacieron al paso de los siglos, bajo el poder del Islam.
Fotografía aérea de Grañina y Grañinilla, con la toponimia en torno a los yacimientos y su correspondencia con los hitos mencionados en el Libro del Repartimiento.
GRAÑINA Y GRAÑINILLA
Según se infiere del Libro del Repartimiento y de las prospecciones arqueológicas, la alquería de Grañina debió de ser, con la inmediata de Campix, la población andalusí más importante de cuantas se distribuían por la campiña portuense; y con ellas, Al-Qanatir en la desembocadura del Guadalete y Casarejos en la del Salado.
Detalle del recuadro de la imagen anterior del entorno de Grañinilla y la situación de las estructuras exhumadas en las excavaciones de Pocito Chico.
Era Grañina una población dividida en dos áreas separadas por un espacio exento de construcciones: la menor, que el documento llama Grañinilla, al pie de la laguna del Gallo –en las salinas, dice el documento-, de cuyos restos se exhumaron en 1998, al excavarse el yacimiento de Pocito Chico, viviendas, una fragua y silos (ver nótula 2.259 en Gente del Puerto). En uno de éstos se hallaron dos dírhams de plata del siglo X (califales) y otra interesantísima moneda (conocida y publicada por los mejores especialistas en numismática musulmana),
un fals de bronce de la serie nafaqa acuñada probablemente en Tánger hacia los años 709-711 y seguramente traída por algún soldado que participó en la conquista de Hispania en 711. Su aparición en un contexto del siglo X ha de entenderse como un recuerdo familiar conservado durante generaciones para rememorar el tiempo en que el Islam tomó posesión de estas tierras.
En la imagen de la izquierda, moneda de los inicios del siglo VIII (fals de bronce) excavada en un silo de Pocito Chico. / Foto, J.J.L.A.
Tenía Grañinilla, refiere el Libro, dos torres defensivas a las que se adosaban algunas casas. La sal de la laguna, que aún aflora al evaporarse sus aguas, sin duda sería un importante recurso aprovechado por la comunidad andalusí que habitó estos parajes, junto a la ganadería y la agricultura (unas 628 hectáreas se repartieron en 1268).
Estructuras antiguas del interior del Castillo de las Ánimas una vez que comenzó su demolición. / Foto, J.J.L.A.
El hábitat principal de Grañina se encontraba enfrente, en la falda y cima del actual cerro de su nombre, en el entorno de Cuadrado y –sugerentes nombres- del Castillo de las Ánimas y Medina. Al menos otras dos torres se levantaban en Grañina, probablemente no aisladas sino formando parte de un recinto protector, que fueron repartidas a dos repobladores: “Cupo a García Pérez la torre chica, que está de parte de Grannina, con esas casas que se tienen con el corral de las vacas”; “Cupo a Juan Pérez, escribano, la torre que está de suso [arriba] con el pozo que tiene con el medio corral”. Acaso este pozo y esa torre fueron los que tuvimos ocasión de conocer en el derribado --a comienzos de los años 90-- Castillo de las Ánimas. Seguramente el mismo pozo que un documento de 1603 menciona como pozo morisco. Y por supuesto, la alquería tenía una mezquita: “Cupo la mezquita que está y con las casas que se tienen cerca de sí a la veintena de Pedro García de Argomedo.”
Excavaciones arqueológicas en Pocito Chico (Grañinilla) en 1998, exhumándose estructuras de una vivienda andalusí y un gran silo. / Foto, J.J.L.A.
Sin tener certeza de ello, creemos que la cristiana Grañina podría ser la musulmana Ghaliana que mencionan algunas fuentes árabes (Ibn Abi Zar, Ibn Jaldun…) al narrar que fue saqueada por 3.000 soldados al mando de Abu Yusuf Yaqub, hijo del emir meriní, en septiembre de 1277, cuando, tras arrasar Jerez (Saris) y su alfoz, atacaron las alquerías y fortalezas de El Puerto, Sanlúcar y Rota. Fuera Grañina o no Ghaliana, lo más probable, por su ubicación entre estas poblaciones, es que fuese atacada por las huestes benimerines, ya en el año indicado o en 1285, cuando se verificó un nuevo asalto a El Puerto y Rota.
De ser así, pocos años disfrutaron los 76 repobladores de Grañina de sus propiedades. Pero pasadas las razias meriníes les sucedieron otros…, hasta convertirse, ya a mediados del siglo XV, en un importante núcleo agrícola en manos de potentados terratenientes: a partir de 1458, de Pedro Jiménez Camacho, que heredaría su nieto Pedro Camacho Villavicencio, al que apodaban ‘el Rico’, miembros de uno de los linajes más importantes de Jerez y de los mayores hacendados de Andalucía, dueños también, entre otras propiedades rurales, del inmenso pago de Balbaina que se extiende por las campiñas de El Puerto y Jerez. A comienzos del XVIII las de Grañina eran tierras de García José Dávila Ponce de León, I Señor de Grañina, mientras que su hijo
En la imagen de la izquierda, enterramiento andalusí en fosa de Pocito Chico: arriba, estratigrafía vertical; abajo, en planta, dispuesto el difunto en posición de decúbito lateral y el rostro mirando a La Meca. / Foto, J.J.L.A.
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