Hoy se celebra el Día Europeo del Enoturismo
Con esa propensión a la poesía que adorna la mirada de los fotógrafos (poesía es búsqueda, necesidad de captación) José Antonio Tejero Lanzarote (ver nótula 1.287 en GdP) despliega en el Hotel Bodega Real una exposición sobre el vino, una muestra de carácter permanente, como corresponde en justicia a la continuidad de su retina ensolerada de luz, de sus pupilas forjadas en la costumbre de observar.
Examinando en cuarta criadera. Bodegas Gutiérrez Colosía
Siempre detallista, Tejero presenta sus creaciones bajo el título genérico de “Cónsul tan acogedor”, en recuerdo de unas palabras de su colega galés Charles Clifford, quien, compartiendo una visita cursada a la ciudad por Isabel II, en 1862, tuvo la veleidad literaria de referirse al vino con tan elegante metáfora.
Vendimia. Las Puentes
Un recorrido por las imágenes nos descubre el trabajo manual que rodea a la elaboración del producto, la diversidad de elementos que intervienen (especialmente subyugante esa llave reposando en el redor, que lleva a pensar en los años acariciados por sus ojos de óxido, quizá en los secretos que esconde su sencilla y sólida estructura), el proceso biológico que lo hace posible (la levadura de flor en la bota siempre se reviste de un aire misterioso, de tintes esotéricos) o la dimensión social de su consumo (dos portuenses conversan mientras el venenciador extrae el tesoro y la escena desprende una indiscutible naturalidad, como si no pudiera acontecer otro suceso en ese momento).
Venenciando entre calles Larga y Palacios. (izda.) Venencia de caña y catavino. Bodegas Grant. (dcha.)
Las bodegas constituyen un escenario muy definido, un mundo propio que parece, bajo los cascos que las albergan, latir con un ritmo interior, de jerarquía autónoma. Incluso el polvo depositado en la negrura de los toneles traslada un aura de solemnidad, de sacralidad civil.
Venencia dentro de la Bota. Bodegas Osborne.
Taller de tonelería. Bodegas Osborne
Muchas veces me pregunto en qué medida las fotos son capaces de aprehender el tiempo, de combatir su fugacidad con la humilde arma de un papel, de un espacio minúsculo en el archivo de un ordenador. Recorriendo esta exposición de Tejero uno, al menos, cree conocer algo mejor El Puerto por el que camina a diario, siente que la retina le conduce a la comunión con la tierra. Y vuelve a apreciar lo que de arte tiene la fotografía, cónsul tan acogedor del presente y la memoria. /Texto: Francisco Lambea Bornay.