Con esta misma fecha, --7 de agosto-- hace doscientos años, el papa Pío VII firmó la Bula por la que se rehabilitaba a la Compañía de Jesús, suprimida durante cuatro décadas desde que un antecesor suyo, el papa Clemente XIV, en 1773, cediendo a la presión ejercida por algunos monarcas católicos, especialmente la de nuestro rey Carlos III, la suprimió.
He leído en el “Diario de Cádiz” de hace unos días que en nuestra ciudad, tan vinculada a esta congregación religiosa en otros tiempos, se han organizado algunos actos culturales para conmemorar este bicentenario. Es una buena ocasión para dar a conocer la figura de un jesuita, excelente gramático, filólogo célebre, mejor orador y experto latinista que recopiló, difundió y realizó análisis y comentarios, muy elogiados en su época, de la ingente obra de Marco Tulio Cicerón, un escritor, orador y político romano, del siglo I antes de Cristo, autor, entre centenares de proverbios que han pasado a la historia, de la frase: “La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio”.
Expulsión de los Jesuitas de España. Grabado.
Este singular personaje, el Padre Gerónimo Lagomarsini catedrático de Retórica en Florencia, ocupante de la cátedra de Literatura Griega en la Gregoriana Collegium de Roma hasta su muerte, nació en El Puerto de Santa María el 30 de septiembre de 1698, y para que no exista ningún género de dudas, transcribimos el texto del acta bautismal que figura en el libro 93 de Bautismos, folio 176 vuelto, que se custodia en el archivo parroquial de la iglesia Mayor Prioral: “En la ciudad del Puerto de Santa María en miércoles, primer día del mes de octubre de mil seiscientos y noventa y ocho años, yo el señor Don Gerónimo Romero, Cura y Vicario de la iglesia parroquial de esta dicha ciudad, bauticé a Gerónimo, Jácome, Joseph, hijo de Don Luis Lagomasino y de Doña Rosa Cuneo Taso, su legítima mujer; nació en treinta de septiembre próximo pasado de este dicho año y fue su padrino Don Jacome Lagomasino, encárguele el parentesco espiritual y la obligación que tiene, en fe de lo cual lo firmo.”
Catedral de Prato (Italia).
Prácticamente, toda vida se desarrolló en Italia, lugar al que partió con su madre al fallecer el padre, en 1708, cuando contaba diez años de edad, instalándose en la Toscana italiana, probable lugar de origen materno. En el colegio jesuita Cicognini de Prato, cerca de Florencia, en esa misma región, empezó sus estudios. Con 23 años comenzó a enseñar retórica en el colegio de Arezzo y poco tiempo después se trasladó a Roma. El resto de su vida como docente ya lo adelantamos, falleciendo, como antes dijimos, ejerciendo la enseñanza.
Palacio del Comune. Arezzo (Italia).
La vinculación de su familia, de noble origen ligur, con nuestra ciudad, se remonta al último tercio del siglo XVII, formando parte de la colonia genovesa aquí asentada, dedicada al comercio, en la que figuraban varios miembros de este mismo apellido. Al fallecer el padre, Luis Lagomarsini o Lagomassino, la viuda y el futuro jesuita retornaron a tierras italianas, como anticipamos en los primeros párrafos. Rastreando los padrones del primer tercio del siglo XVIII hemos localizado a un pariente, tal vez tío suyo, llamado Juan Bautista Lagomarsino (citado como Lagomasin) que tenía una fábrica de fideos en la calle del Ganado, cerca del “Mesón de la Fruta”, y una extensa familia, nada menos que nueve hijos, que debieron mantener el apellido años después formando parte del vecindario de la ciudad.
Debe destacarse el empeño de nuestro paisano en la defensa de la lengua latina. El abate Xavier Campillo, publicó en 1783 una obra que tituló: “Ensayo apologético de la literatura española contra las opiniones preocupadas de algunos escritores modernos italianos”. De ella, entresacamos el párrafo siguiente: “…no hace más de cuarenta años que se vio precisado el elocuentísimo Padre Lagomarsini a emplear en medio de la Toscana su singular elocuencia a favor de la lengua latina que se hallaba abandonada, despreciada y mofada, no de los godos, o de los lombardos, no de los españoles creídos corruptores de la sana latinidad en Italia, sino de los mismo italianos que blasonan tener el derecho privativo de hablar latinamente… si bien no consiguió Lagomarsini el triunfo de conservar entre los italianos la antigua estimación y honor a la lengua latina, pues la vio casi desterrada de todas las academias de Italia.”
Nuestro paisano ocupó la cátedra de Literatura Griega en la Gregoriana Collegium de Roma hasta su muerte
En el tomo II del Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús, editado en 2001, figura el siguiente texto a él referido: “Uno de los grandes latinistas modernos, hacía revivir con pureza el lenguaje ciceroniano. Poseía, asimismo, un conocimiento vasto y profundo de la cultura antigua, unido a un agudo sentido crítico en su investigación filológica; por ello, sus anotaciones a los textos antiguos se apreciaban mucho. El célebre humanista, Jacopo Facciolati, le consultaba con frecuencia en sus trabajos lexicográficos. Desde 1733, Lagomarsini concibió la idea de una edición crítica de todas las obras de Cicerón, acompañadas de un comentario amplio y con las citas de todas las variantes, aun mínimas, de los códices y de las ediciones impresas. El 15 mayo 1741, publicó un anuncio detallado del proyecto, al que muchos literatos asintieron, si bien sugiriendo reducir las variantes a las principales y sólo a las de los códices. Lagomarsini, sin embargo, no condescendió; más aún, al introducir constantemente nuevas adiciones, la obra se hizo tan enorme que ningún editor se comprometía a editarla. El manuscrito original se conserva ahora en la Biblioteca Vaticana (Vat. Lat. 11116-11696). Un volumen autógrafo en el que Lagomarsini describe la historia de todos los códices y ediciones que consultó (más de 400), está en la Biblioteca Marucelliana (B. III. 44) de Florencia. Entre sus publicaciones destacan sus ediciones copiosamente anotadas de los humanistas del siglo XVI, Antonio Maria Graziani y Giulio Pogiani
Sintiendo gran amor por la Compañía de Jesús, respondió a las acusaciones que se acumulaban de todas partes contra ella, reuniendo en treinta volúmenes (aún inéditos) los testimonios favorables a la misma de personajes ilustres desde 1536 a 1765. Una colección de sus escritos latinos, editada por el jesuita Isaìa Carminati, se publicó en 1842.”
Finalizamos la semblanza de este inédito personaje local, incluido desde ahora en el amplio listado de Gente de El Puerto, citando su faceta más notable, perfectamente definida por el abate Hervás: “En la Compañía Jesuítica no ha habido mayor gramático que Lagomarsini, del cual se conservan en la biblioteca de este colegio Romano 23 tomos manuscritos en folio y 34 tomos manuscritos, suplemento de varias lecciones de Cicerón. El Sr. Luchini, bibliotecario, me ha dicho que han desaparecido otros tomos manuscritos de Lagomarsini, que había dexado inmensos monumentos para otra edición insigne de todas las obras de Cicerón” (Historia de la vida del hombre, página 128). La biblioteca de la Universidad Pontificia Gregoriana conserva en la actualidad hasta una decena de sus obras, publicadas mediados el siglo XVIII.
Falleció en Roma, pocos meses antes de cumplir los setenta y cinco años, el 18 de mayo de 1773. /Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz. A. C. PUERTOGUÍA