A Vicente Sordo Gómez, con
mi amistad.
Es una inacabable algarabía,
donde todo es posible e inaudito:
desde la tapa insigne al numerito,
que vende silenciosa “La Alegría”.
Una alegre y flamenca bulería
en la barra ... Se bebe Fernandito
su quinto “valdepeñas”, como un rito
solemne, alrededor del mediodía.
Todo tiene un acento costumbrista:
en la puerta la foto de un artista
se cuelga del cristal, calladamente.
Y el tiempo que parece se ha quedado,
al pie de La Placilla ensimismado,
colgado en la pared del “Bar Vicente.
Todo tiene el sabor recio y añejo
de aquel Puerto de ayer, tan aldeano,
donde imperaba el trato campechano
no falto de sapiencia y de gracejo.
Baja de La Angelita el Puerto viejo,
campesino y sufrido, al par que humano.
Gesticula al hablar su recia mano,
dando al ambiente un aire de festejo.
“Los Dos Pepes” ayer ... Hoy, padre e hijo,
en un constante y cálido amasijo
de lealtad y servicio a sus clientes,
escriben, sin saberlo, lo que historia
mañana habrá de ser ... Que en la memoria
del Puerto han de quedar los “Dos Vicentes”.
Paco del Castillo