| Texto: Antonio Gutiérrez Ruiz [*]
Pedro de Medina, arquitecto español del siglo XVIII que realizó su labor profesional en Cuba, es el que queremos dar a conocer a los seguidores de GdP en nuestra colaboración de hoy, disipando las dudas, o mejor dicho, aclarando y puntualizando la extendida y generalizada opinión reflejada en gran parte de la bibliografía consultada en la que se le cita como “arquitecto gaditano”. Pedro de Medina y Galindo nació el 2 de febrero de 1738, en El Puerto de Santa María, y ese mismo día recibió el agua bautismal en la iglesia Mayor Prioral de manos del cura de la misma don Carlos Ángel Natera que le impuso los nombres de Pedro, Francisco, Joseph. Era hijo de Juan de Medina y de Catalina Galindo, vecinos de El Puerto en esa fecha y anteriormente de la cercana ciudad de Jerez, en cuya parroquia del Salvador habían contraído matrimonio. Fue su padrino Pedro Joseph Romero y el acta que certifica el Sacramento está inserta en el folio 143 vuelto del Libro de Bautismos del año de 1738 de dicha iglesia parroquial.
Antes, en el siglo XVI, en la época del Renacimiento, existió un Pedro de Medina, nacido en Sevilla en 1493, según unos biógrafos y en Medina Sidonia, según otros. Fue un polifacético personaje que destacó en diversos campos de las ciencias. Insigne matemático y prestigioso geógrafo, cartógrafo y astrónomo fue el autor del famoso “Arte de Navegar” que durante décadas ilustró a los pilotos en la navegación marítima de aquel siglo, tratado que resultaba tan básico y fundamental para esa profesión como los Evangelios para los creyentes.
Fachada de la catedral de La Habana (Cuba) realizada por el arquitecto portuense. Muchas de las similitudes que se encuentran entre La Habana y Cádiz se deben a la obra de nuestro paisano.
Pero volviendo a nuestro paisano, a los siete años marchó a Puerto Real, villa en la que ejercía como Maestro Mayor uno de sus hermanos, “para aprender el arte de la arquitectura junto a él, que lo ejercía con crédito”. Apenas cumplido los veinte años ya trabajaba como arquitecto en la Ciudad de Cádiz y sería allí donde lo “ficharía” el arquitecto militar Silvestre Abarca al que le habían encomendado la construcción de un complejo militar defensivo en la entrada de la Bahía de La Habana después que los ingleses devolvieran a la corona española la plaza de La Habana (hace 250 años) entregada en el verano de 1762 por el gobernador Portocarrero a las fuerzas inglesas, muy superiores en número, tras capitular. Allí no había un Blas de Lezo. Y para curarse en salud, se construyó la fortaleza mayor de todas las existentes en su época, con 700 metros de murallas, a la que llamaron San Carlos de la Cabaña, bajo la dirección del brigadier e ingeniero militar Abarca y la especial colaboración de nuestro paisano, el arquitecto Pedro de Medina en los años finales de tan espectacular obra que se terminó en 1774, once años después de iniciadas. En esa fecha Pedro de Medina tenía 26 años de edad.
Tras esta intervención se sucedieron numerosos proyectos tanto militares como civiles cuya exposición sería exhaustiva, realizados todos ellos en la misma zona geográfica, la comarca habanera, de donde nunca más saldría. Vamos a referir dos de estos trabajos: la fachada de la catedral de La Habana, y la del arco del convento e iglesia de Belén. La antigua iglesia de la Compañía de Jesús se convirtió en Parroquia Mayor de la Ciudad de La Habana tras la expulsión de estos y, posteriormente en 1789, en catedral. Para ello debieron realizarse algunas mejoras propuestas por el jefe del cuerpo de ingenieros, Joaquín de Casaviella, encargándose Medina de proyectar y realizar las modificaciones que dieron el aspecto que actualmente puede verse en su fachada barroca que tiene dos torres de tres cuerpos y es una síntesis de las de Guadix y Cádiz. La catedral de La Habana –en opinión de D. Ángel Sabaté- es el más bello edificio religioso de Cuba y uno de los mejor conservados de todo Latinoamérica. La otra cita a que nos referíamos, dentro de la pléyade de proyectos y colaboraciones realizadas durante más de tres décadas es la fachada delantera del convento e iglesia de Belén y el curioso arco que construyó para unir esta instalación conventual con otras de la misma comunidad en una manzana diferente, con la que comunicó. Lo construyó en 1775.
Arco del convento e iglesia de Belén en La Habana (Cuba).
El barroco colonial cubano se caracteriza por la sencillez de la volumetría arquitectónica, la claridad de lectura de sus diseños y el encanto del trazado de sus molduras y remates, la ornamentación concentrada alrededor de los vanos en contraste con los lisos muros y el destaque del vano de entrada principal, definición que tomamos de Daniel Taboada. Y una de sus figuras más relevantes fue Pedro de Medina que jugó un papel de primera fila en el barroco habanero aportando con su obra una importante contribución a la arquitectura barroca colonia del último tercio del siglo XVIII en Cuba.
En 1797, un año después de su fallecimiento, se celebró un acto de homenaje en su memoria en los salones de la Sociedad Económica de La Habana. La charla o conferencia se tituló: “Elogio del arquitecto gaditano Don Pedro Medina” y en ella el conferenciante, llamado Torres Romay, inició su disertación refiriéndose a la persona de nuestro paisano como un profesional “cuya honradez fue el fundamente de su mérito”. Con este valor reconocido, bien tan escaso en los tiempos que corren, añadido a sus méritos artísticos, finalizamos esta breve semblanza de uno de los numerosos personajes locales escasamente conocidos que debemos añadir a nuestra memoria histórica y colectiva.
[*] A.C. Puertoguía
Usted dice que en La Habana "no habia un Blas de Lezo" sin saber que estaba Vicente de Velasco, el castellano del Morro, que defendio la plaza como un leon durante tres meses contra una flota que era el doble de la que ataco Cartagena, y para tomarla hubo que matarlo. No todos lo heroes vencen, pero esta no se rindio, murio con las botas puestas y La Habana dejo muchisimos muertos despues de quedar en ruinas por el bombardeo ingles, y luego, durante la ocupacion se puso en moda el dicho de "a la hora de los mameyes" por el color rojo de las casacas inglesas, porque a las seis de la tarde, bajo la ley marcial, salian los habaneros a matar ingleses, que tuvieron mas muertos en esos 11 meses que en toda su historia militar.
Mario A Marti-Brenes, historiador cubano