La presente nótula, que vamos a publicar por entregas, vio la luz en 1999 en un trabajo para la revista de la Universidad Complutense de Madrid. Básicamente no han cambiado las tesis que mantiene su autor, el profesor y Dr. en Arqueología de la Universidad de Cádiz, Diego Ruiz Mata, que amablemente colabora con Gente del Puerto, independientemente de los hallazgos que se produjeron a principios de la década del 2000 en la capital gaditana.
Dibujo idealizado de fenicios comerciando en un puerto mediterráneo.
LA FUNDACIÓN DE GADIR, EN EL PUERTO.
Se aborda uno de los temas más debatidos de la protohistoria de la Península Ibérica, la fundación de Gadir, su ubicación en época arcaica y cronología, contrastando los textos escritos y el registro arqueológico. Las investigaciones efectuadas desde 1979 a 1995 en el Castillo de Doña Blanca (El Puerto de Santa María) cuestionan la ecuación Cádiz-Gadir y la dotación fundacional de 1101 a. C., según los cálculos de C. Veleyo Patérculo. En este trabajo se defiende que la fundación fenicia arcaica se estableció en el Castillo de Doña Blanca (CDB), donde se situó Gadir desde inicios del siglo VIII a.C., siendo la isla de Cádiz ocupado a partir defines del siglo VII y comienzos del Vía. C. con una finalidad productiva, comercial y religiosa, y se desmitifica un aspecto histórico vigente y aceptado por numerosos investigadores españoles y extranjeros durante más de dos mil años. Estos nuevos planteamientos abren una nueva posición teórica y perspectivas de investigación, ampliando el problema en un radio de acción mediterráneo y europeo, bajo el modelo de los ‘sistemas-mundo’.
INTRODUCCIÓN.
La Bahía gaditana y el Bajo Guadalquivir constituyeron el escenario de numerosos mitos, trasfondos de realidades históricas, que permanecen en el recuerdo como ecos de un tiempo pasado de gran esplendor. El mito y la historia siguen aún vivos. Cual- quiera que haya traspasado las antiguas puertas de Occidente, o Columnas de Heracles, navegado hasta la Bahía, por el Guadalquivir o recorrido la campiña, habrá sentido la sensación de que se halla inmerso en un paraje que la historia —el hombre en efecto— ha ido modelando y dotando de contenido.
Vista aérea, en primer término a la derecha, del Yacimiento de Doña Blanca, a su derecha la carretera de El Puerto-El Portal, al fondo a la izquierda, El Puerto de Santa María.
Es una sensación de grandeza, de magnificencia de un tiempo pasado, y de cierta nostalgia que sobrevive en numerosos rasgos. El Estrecho de Gibraltar, jalonado por los montículos de Abila y Calpe, no ofrecen una orografía imponente, pero enseguida se percibe que es una puerta, cuyos goznes anclados en dos continentes invita a traspasaría, a adentrarse en otro mundo, viniendo de un mar abierto. Más allá, al otro lado, Gadir, Tartesos, el Guadalquivir lento y majestuoso, el Guadalete serpenteando, las monótonas y ricas campiñas hasta la sierra, las zonas mineras que atrajeron a navegantes de mundos lejanos, que aquí dejaron sus huellas y ahora son motivo de estudio. A esta región que en un tiempo se denominó Tartesos, perdura como una historia lejana y cercana, pues constituyó el comienzo de la conciencia de la existencia de Occidente. El significado cultural, político o económico de este finisterre originó la curiosidad de poetas, historiadores y geógrafos, la gestación de mitos y leyendas, de realidades históricas que el investigador se afana en desvelar, segregando lo que fue una creación poética o historia mítica de la objetividad que extrañan estos restos de este tiempo, la mayoría aún ocultos. No es tarea fácil, pocas veces posible, y la confusión ha permanecido y durará por tiempo. Quizás sea la razón de que se mantengan tan vivos los recuerdos.
HIPÓTESIS Y PLANTEAMIENTOS.
La fundación de Gadir poco más allá de las Columnas de Heracles en el Atlántico, su origen, significado y consecuencias históricas han constituido durante dos mil años temas claves de estudio de la historia antigua peninsular y su incidencia en otros países distantes, en una concepción territorial amplia. Desde Homero y Hesíodo, y sobre todo desde época helenística, se consideré la fundación de Cádiz como uno de los hitos significativos de la historia universal, yen su entorno se crearon mitos y leyendas que permanecen y se analizan.Y durante el siglo XX Gadir ha sido objeto de innumerables estudios y elucubraciones. La razón es sencilla: los textos grecorromanos no siempre se ajustaban, o explicaban, los datos más sobrios y objetivos que dimanaban de la arqueología. /En la imagen de la izquierda, fragmento de cerámica con las primeras letras del alfabeto fenicio ‘bgd (álef, bet´, rímel, dálet), incisas, descubierto en el Yacimiento 'Castillo de Doña Blanca'.
Durante más de dos mil años, en base a los textos grecorromanos referidos a Gadir y a Gades, se ha mantenido sin apenas controversias o dudas razonables que la ciudad fenicia arcaica se hallaba situada y soterrada en algún punto del casco antiguo de la ciudad de Cádiz, pese a la inexistencia de datos que sugiriesen esa posibilidad. El texto escrito ha tenido más fuerza que el dato arqueológico, explicándose su ausencia con hipótesis más o menos coherentes o ingeniosas que las justificasen.
La posición que mantengo contradice en gran parte a la mayoría de las opiniones expresadas y defendidas sin bases consistentes, enraizadas en la fidelidad al texto escrito. Ante los resultados arqueológicos en numerosas zonas de la ciudad y los que dimanan de la ciudad costera del Castillo de Doña Blanca (en adelante CDB), cabe plantearse otras explicaciones, que atañen a la fecha fundacional, al enclave de Gadir y a su significado histórico, como eje nuclear de una amplia periferia, que constituyó un Estado fenicio occidental en el extremo occidental del mundo conocido. Trataré de explicarlo sintéticamente con más coherencia empírica y con la duda aceptable de que no siempre los textos garantizan la veracidad histórica.
Yacimiento de Doña Blanca, vista de muros de las excavaciones, junto a la Torre. /Foto: Blog de Ruta.
Abordar estos temas en toda su complejidad, bajo otros conceptos explicativos, comprenderá el lector que se requiere ahondar en muchas variables que no es posible desarrollar aquí, simplemente por razones de espacio. Elegiré aquellas que contribuyan a esclarecer en lo posible lo que tanto tiempo ha constituido una verdad inmutable. La responsabilidad que entraña es mucha, pero también es tiempo de enfocar el problema con otros datos y una mirada distinta. Siempre es saludable abordar viejos problemas con nuevas premisas. Las verdades infundadas, o dudosas, contribuyen a crear una cadena sustentada en un nódulo poco consistente, y así girando sucesivamente en una rueda sin fin. Es el problema de teorizar sin argumentos. Las posturas de muchos arquélogos-historiadores, entre los que me hallo, tiende a repensar y cuestionar antiguos, aceptados con dogmatismos, con enfoques teóricos y planteamientos nuevos. En este caso, se trata de contrastar antiguos documentos escritos con los datos arqueológicos existentes y proyectos de investigación nuevos, más completos en sus objetivos, contenidos y métodos, que han resucitado problemas viejos aún pendientes. Valga esta contribución para reavivar y proporcionar un nuevo enfoque a un tema de gran importancia de nivel histórico global. La obligación del investigador, pensando en términos históricos e ideológicos, es acercarse a la mayor verdad posible, pues cuestionar es un oficio intelectual, pese a la historia asumida y a la autoridad de opiniones valiosas, cimentadas más en el deseo que en la realidad.
Dibujo idealizado de unos astilleros fenicios. /Navarro.
Adelantando las conclusiones, propongo que la primera fundación fenicia en la Bahía tuvo lugar al pié de la Sierra de San Cristóbal,en el CDB. Lo que requiere despojarse de los prejuicios y acercarse al tema desde otras lecturas y planteamientos que dimanan en gran parte de la contrastación entre los textos escritos —en sus visiones míticas, históricas y geográficas—, los datos arqueológicos y el medio geográfico, productivo y social.
FUENTES ESCRITAS Y REGISTRO ARQUEOLÓGICO. ANÁLISIS CRÍTICO.
La ecuación Cádiz-Gadir se basa en la lectura e interpretación de unos textos tardíos, dudosos por las interpolaciones o supresión de datos de los diferentes manuscritos, pertenecientes a un tiempo histórico no fenicio, escritos en gran parte por autores que desconocían el medio, su transformación y la historia interna, donde los conceptos son muchas veces vagos y poco explícitos, mezclando aún el mito y una realidad histórica inmersa en una perspectiva etnocéntrica grecorromana y no fenicia ni púnica. Con un bagaje poco esclarecedor, aunque se pretende la claridad, han trabajado muchos historiadores durante siglos.
En la introducción de García y Bellido de su traducción y comentarios del libro III de la Geografía de Estrabón,dedicado a la Península Ibérica, se queja de la escasa y endeble información (García y Bellido 1968). Interesa transcribir los criterios, por su autoridad, representatividad y autoridad en el conocimiento e interpretación de los textos. Como declaración de principios, señala que “estamos muy mal informados de todo lo referente al concepto que tanto griegos como púnicos —supongo que se refiere a los cartagineses— tuvieron en un principio de la Península Ibérica desde un punto de vista físico y también geográfico. El interés científico, si lo había, jugaba entonces un papel ciertamente secundario, siendo sobre todo los de orden económico los que estuvieron siempre en un primer plano” (1968: 10). Se refiere a una época más reciente de la protohistoria, desde los siglos V-IV a.C. a época romana, alejada de los inicios de la presencia fenicia en la Península.
/En la imagen de la izquierda, la Geografía de Estrabón.
También es consciente de la falta de información textual fenicia y púnica, cuando señala que “es de todos sabido que de fuente púnica no ha llegado a nosotros nada importante que nos ilustre sobre la Geografía antigua de la Península. Sería cometer un error histórico el juzgar por ello que los púnicos nos ignoraron en este doble aspecto geográfico y etnográfico. Entre los carthagineses hubo de haber una literatura geográfico comercial, en forma de roteros o periplos (similares a los griegos), destinada a facilitar la navegación por las tierras costeras de su imperio comercial y el trato de los pueblos de su próximo interior. Pero la fatalidad de los hechos ha dado lugar a que la herencia cultural de Occidente esté vinculada casi exclusivamente a transmisiones griegas y latinas, las cuales no recogen, salvo rarísimos casos, nada o casi nada del patrimonio científico, de orden práctico, acumulado durante siglos por los navegantes y comerciantes púnicos” (1968: 11-12).
Y más adelante,“hasta la conquista romana (fines del siglo III), los escritores griegos sólo sabían de la Península, en el mejor de los casos, sus accidentes costeros más importantes y aquellos escasos informes que sobre los pueblos del litoral podíanse recoger en los puertos de boca de los negociantes, marineros, viandantes o aventureros de toda clase” (1968: 13-14). Estos juicios acertados resumen el problema sustancial de la duda que entrañan los textos sobre los que se basan las hipótesis de Cádiz-Gadir.
Es natural que cualquier historiador que analice los problemas de la protohistoria peninsular, sea del tema que se trata en este trabajo acerca de Tartesos u otros de igual relevancia, en base a la información textual grecorromana, se pregunte sobre los medios de información que poseían los autores, su mentalidad, ideología, captación y explicación de los datos. Así comienza J. de Hoz su magnífico articulo sobre las fuentes de Tartesos (1989: 25 ss.). Extraemos de él los aspectos de índole informativos y de transmisión. En el caso griego —fuente de los autores romanos—, la ubicación y fundación de Gadir proviene de noticias de viajeros o de contactos ocasionales, donde las generalidades, errores, magnificación de las pequeñeces, errores y mitos se entrelazan para reconstruir una historia o concepto, sin validez objetiva.
Los restos de una habitación en Doña Blanca, con mampuestos bien escuadrados. /Foto: Blog de Ruta.
La mayor parte de la información procede de grupos minoritarios, de mercaderes o navegantes, puesto que del mar y del comercio tratamos, más interesados en informaciones especializadas en sus propias actividades prácticas que en las históricas. La información en este caso podía ser muy precisa en cuanto a sus quehaceres, pero vagas y desorganizadas en otros aspectos, pues los objetivos no eran la verdad histórica, sino la anécdota o las curiosidades míticas, que algunos ante el respeto a la información escrita han aceptado como verdades absolutas. De otra parte, el conocimiento erudito y curiosidades de los intelectuales sobre las ciencias humanas en general, antes del helenismo, eran muy diferentes a las nuestras (Momiglia- no1984).Este conocimiento “científico” “se nutría de los otros dos bloques mencionados, a la vez que en cierta medida repercutía sobre ellos, y en ciertos casos provocaba investigaciones de primera mano sobre el terreno, pero tampoco estaba exento de fábulas, de perjuicios, de polémicas condicionadas por motivos personales o de escuela, y su valor varía mucho de unas fuentes a otras. Está por lo tanto necesitado de análisis crítico como los datos que nos han llegado de las otras dos canteras, aunque es sin duda el que más y mejor información nos proporciona” (De Hoz 1989: 26).
La opinión de ambos autores resumen los problemas que las fuentes plantean para elaboraciones de análisis históricos. Para tratar de la fundación de Gadir, en todos sus aspectos, es imprescindible acudir a los datos procedentes de la investigación arqueológica, como fuente ineludible de conocimiento. Lo que en este trabajo planteo es sólo aprovechar los aspectos aprovechables que se pueden extraer de las fuentes, los desvíos que también han ocasionado, mediante su contraste con el material arqueológico. Y no abordaré otro tema que no sea el de la ubicación de la primera instalación fenicia y la funcionalidad del ámbito geográfico que se denomina Bahía gaditana. (continuará) /Texto: Diego Ruiz Mata.