Este artículo de opinión ha sido publicado originalmente en la sección de Opinión en el periódico 'El Mercantil Valenciano', en su versión en internet: www.levante.emv.com, firmado por Joaquín Rábago.
Permítanme que les hable hoy de El Puerto. Me refiero por supuesto a El Puerto de Santa María, la ciudad de “los cien palacios”. Una ciudad con un espectacular castillo mandado edificar por el rey sabio sobre el solar de una antigua mezquita en pleno centro, propiedad hoy de una bodega, y numerosas casas de cargadores a Indias con sus pintorescas torres vigía. Lugar estrechamente vinculado también a las gestas colombinas y donde el piloto de la Santa María, Juan de la Cosa, realizó en 1500 el primer mapamundi que incluye los territorios hasta ese momento descubiertos de América.
La entrada de la Fundación Alberti, de incierto futuro.
Una ciudad cantada por Rafael Alberti, el de “La Arboleda Perdida”, y asociada a otro gran poeta andaluz y universal, Juan Ramón Jiménez, que estudió también aquí con los jesuitas. Y antes que a ellos , a la escritora romántica Cecilia Böhl de Faber, que firmó como Fernán Caballero, y cuyo padre, Juan Nicolás, fue, además de notable hispanista, cónsul honorario de la Liga Hanseática. O al autor de “Cuentos de la Alhambra”, el estadounidense Washington Irving, a quien hay dedicada una placa en la casa donde se alojó.
Las piedras se caen de la Iglesia Mayor Prioral.
¿No tiene esa ciudad – gastronomía aparte- todos los activos para ser un auténtico imán del turismo nacional e internacional? Pues ¡desengáñense!. El Puerto es hoy una imagen de desidia colectiva. Algunos de los palacios de los cargadores a Indias se encuentran en estado de abandono cuando no amenazan ruina. Las piedras se caen de su espectacular iglesia prioral.
El centro, en parte peatonalizado, parece a ciertas horas del día una ciudad fantasma, situación agravada por la apertura de grandes centros comerciales en las cercanías. En los lugares más emblemáticos de la ciudad sólo hay abierto algún bar de aspecto un tanto cutre. Y la plaza frente al castillo o el paseo del río Guadalete, a la altura de los muelles donde atracan los barcos de pesca, están totalmente desaprovechados para el turismo.
La Placilla, otrora el centro vital de El Puerto. /Foto: Fito Carreto.
Cuando uno pregunta a los vecinos y comerciantes, la queja es unánime. El centro de la ciudad está muriendo. Cierran los comercios y no abren nuevas tiendas capaces de atraer a una clientela joven. Las casas palacio, muchas de ellas compradas, según cuentan, en los años previos a la burbuja inmobiliaria a las viejas familias propietarias con exclusivos fines de especulación, resultan inasequibles para los jóvenes, que se ven obligados a irse a vivir a barriadas lejos del centro, lo cual contribuye a la decadencia de este último.
Pintadas en el Convento de las Comendadoras del Espíritu Santo.
Restaurar una casa antigua o pintar simplemente una fachada desconchada exige, según se quejan los comerciantes y miembros de algunas cofradías, un oneroso papeleo burocrático y sumas de dinero que muy pocos quieren afrontar. Y es notorio que unas pintadas atraen siempre otras nuevas y el deterioro no hace sino agravarse.
Muelle de los catamaranes en El Puerto.
El Puerto está unido a Cádiz por un excelente servicio de catamaranes y la travesía de la bellísima bahía es una experiencia siempre placentera. Pero hay un problema: el último catamarán sale de Cádiz con dirección a El Puerto a las diez de la noche y el último tren, diez minutos más tarde, por lo que si uno asiste a un espectáculo en el teatro Falla o a cualquier otro acto por la tarde, tendrá que ir en coche o regresar en taxi. ¿No tendría sentido que hubiera un último servicio por barco a las once o doce de la noche aunque el precio del billete fuese , por ejemplo, el triple de la tarifa normal? Sería en cualquier caso más barato que la gasolina empleada en el viaje particular y el necesario aparcamiento en Cádiz y lo agradecería además el castigado medio ambiente.
Pintadas en la Plaza del Castillo, delante del emblemático edificio y de la Oficina de Turismo.
¿Cómo es posible, se pregunta uno, tanta falta de imaginación, por decirlo suavemente, en las autoridades y tanta falta de orgullo y, por el contrario, desidia y resignación colectivas entre los vecinos de una ciudad que, con tal de que se lo propusiera realmente, podría ser puntera en turismo? ¿No es un ejemplo muy elocuente de lo que falla en nuestro país? (Texto: Joaquín Rábago).
Estoy de acuerdo con todos los comentarios sobre impulsar El Puerto, hay que tomarlo es serio porque ya hace tiempo que yo os denuncié de que todo iba de mal en peor. y que era una pena. Quién como yo conoció el puerto de los años 55-65 cuando de verdad el dinero escaseaba y lo ve ahora piensa que no solamente es la crisis la culpable, de verdad hay alguna otra cosa u otros intereses.Saludos
Yo vivo en USA pero cada vez que voy a Espana veo El Puerto de Santa Maria peor , y esa responsibilidad es de todos no solo del govierno cada vez menos turistas de afuera de Espana es una vergueza de ver el Puerto de gentes que no les importa nada como viven y donde vive :.(
Muy bien dicho Pepe Mendoza.
No había visto tu comentario, antes de enviar el mío. ¡Qué poquito se ha ocupado nunca nadie del Puerto! Bien cierto es que en Vista Hermosa hay mansiones estupendas y que en Valdelagrana hay mucha "movida" durante el verano, pero, cuando voy a mi tierra, quiero ver bullicio por las calles, gente que va y que viene del trabajo, niños jugando en los parques... ¡Quiero verlo vivo, no agonizante!
Cada año me da más pena ver el abandono del centro. Acostumbro a recordarle a mis hermanas lo bonito y acogedor que era cuando yo vivía allí. La calle Luna, Palacios y Cielo llenas de tiendas: boutiques, zapaterías, papelerías, estancos, casas de muebles, bazares, tejidos, joyerías, electrodométicos, pub's, discotecas... El Puerto era el mejor de todos los pueblos de la provincia, pero actualmente, Jerez, San Fernando, Rota, Chiclana... cualquiera de ellos le dan mil vueltas al Puerto (en cuanto a comercios, me refiero). Para mí, la culpa la tienen los cuatro "mataos" que se metieron a políticos y, por miedo a perder el monopolio de sus negocios, impidieron el desarrollo económico del Puerto. Ahora, la gente prefiere coger el coche para irse a merendar al Ikea, o a cualquier otro centro comercial, que por supuesto se encuentra en otras localidades vecinas, antes que morirse de asco en el centro. Eso es así, aunque yo prefiera pasear por sus calles solitarias, vacías de peatones y de tráfico, pero llenas de su mágico encanto, rememorando los dorados años del pasado.
EL ESTADO DE LA CIUDAD
En la novela “Conversación en la Catedral”, el protagonista, Santiago Zavala, se pregunta en qué momento se había jodido el Perú. Más o menos lo mismo se preguntaba uno el otro día, después de leer la crónica del Pleno (tenso y sin propuestas, según este diario), sobre e Estado de la Ciudad: ¿en qué momento se jodió El Puerto?
No hace falta encerrarse en las solemnidades del salón municipal para hacer un diagnóstico certero de la situación. Es más, hay mejores vistas, la mayoría a pie de calle, para asomarse a la realidad y comprobar el estado mental y físico del paciente: una depresión de caballo, del caballo blanco del hotel Melia, y una mala cara que sobrecoge. Una cuestión adicional, no menos importante: ¿cuándo dejó de dolernos este patio de vecinos bañado en añiles desde el que aprendimos a mirar el mundo?
Al Puerto lo jodieron mucho algunos y lo jodimos un poco entre todos. No hemos tenido suerte, no, con la mayoría de las juntas directivas de la Comunidad. Algunas gestionaron las zonas comunes y el dinero de las cuotas con la misma legalidad con la que los Corleone arreglaban las cuentas de la familia. Pero ni la incapacidad ni la mala fe en el ejercicio de los cargos eximen al resto de inquilinos de sus responsabilidades cívicas.
Todo empezó mucho antes de que perdiéramos las banderas azules de las playas (alguien debería explicarle a la concejala, como nos lo explicaban los de Barrio Sésamo, la diferencia entre ser de turismo y estar de turismo). Antes, mucho antes, de que cayeran lágrimas de piedra de la Iglesia Mayor y las campanas doblarán por su Historia. Antes, mucho antes, de lo del Hospital Municipal, de lo de las palmeras, de lo del Vapor, de lo de la Casa de las Cadenas…
El Puerto empezó a torcerse el día en el que nos robaron los barcos y la honra. Y las bodegas. Y las dignidades del trabajo. Y el orgullo, sobre todo el orgullo humilde de ser portuenses, hoy sólo evocado en la memoria de los viejos, de cuya grandeza tan poco saben las nuevas generaciones.
La jodienda, con perdón, sucedió hace mucho tiempo y ayer mismo. Porque al Puerto le hemos hecho y le seguimos haciendo de todo. Ya solo hace falta que le hagamos la autopsia.
No he visto otra ciudad con tanto vandalismo en zonas comunes
¿Los gobernantes?, mirémonos todos un poco y parafraseando a John Kennedy no preguntemos: Lo que la ciudad puede hacer por nosotros sino Lo que podemos hacer por ella
Genial artículo que deja en evidencia como nuestros "gobernantes" no han hecho ni hacen absolutamente por la Ciudad...
lo de los parkings del Centro es innombrable, y lo de la zona naranja de Valdelagrana es la última gran puntilla para el Comercio, y por lo tanto para el Centro de nuestra amada Ciudad...
¿Como vamos a tener la ciudad cuidada para el Turismo si ni siquiera la cuidamos para nosotros mismos? El nivel de vandalismo es preocupante en parques y zonas comunes.
no dice mas que verdades