La Fuente de las Galeras pasa por ser uno de los símbolos del patrimonio histórico portuense, pero ¿sabía que existió otra en sus inmediaciones, coetánea y de traza similar. La llamaban Fuente del Sobrante? En diciembre pasado se cumplieron 117 años de su derribo, ocurrido en 1895.
Muelle de faluchos y Fuente del Sobrante. Al fondo, el puente de San Alejandro.
Hace 152 años, las fuentes del Sobrante y de las Galeras dejaron de cumplir su tradicional función para convertirse durante unas horas en improvisadas fortalezas. Fue durante las Fiestas de San Juan de 1850. Este singular espectáculo consistió en un combate naval simulado entre dos barcos pesqueros --transformados en dos embarcaciones de guerra empavesadas-- y dos réplicas de fortalezas dispuestas en ambas fuentes.
La Comisión de Fiestas del Ayuntamiento estableció la distribución del combate así: «Dará principio arrojando las embarcaciones a las fortalezas abundantes bombas y éstas los corresponderán. Avanzarán las embarcaciones queriendo meterse debajo de las baterías. Las fortalezas arrojarán bombas, balas rojas, (las de hierro que se enrojecían al fuego para introducirlas en las piezas de artillería, usadas para incendiar), palanquetas (barretas de hierro con dos cabezas gruesas empleadas como proyectiles en la artillería de Marina), camisas embreadas (pedazos de telas impregnadas con materias inflamables) y granadas de mano. Las embarcaciones se verán precisadas a retirarse con alguna pérdida considerable, venciendo las fortalezas. La banda de música tocará y se ejecutarán varios fuegos de regocijo en las fortalezas, concluyendo la función con la elevación de dos mangas de cohetes voladores».
A la izquierda en primer término, la Fuente del Sobrante, que estuvo situada frente al actual Cocedero de Mariscos de Romerijo. Siguiendo el cantil del muelle, la Fuente de las Galeras.
El espectáculo costó a las arcas municipales 1.300 reales. La figuración de combates navales con fuegos de artificio fue un recurso empleado habitualmente como cierre a las funciones que amenizaban a las veladas marítimas que durante el XIX y principios del XX se celebraron en el Vergel del Conde y el Parque Calderón. (Texto: Enrique Pérez Fernández).