A los pies de la sierra de San Cristóbal, al borde del antiguo estuario del Guadalete, donde los términos de Jerez y El Puerto de Santa María se confunden, se ofrecen a la vista del viajero las tierras de Sidueña. Estos hermosos parajes, escenario de nuestra historia desde hace casi treinta siglos, fueron “ganados” para la literatura por el Padre Coloma con la publicación de su obra Caín, y por el Instituto Nacional de Colonización y Desarrollo Rural de la época franquista para realojar a los pequeños agricultores cuyos terrenos fueron expropiados para la construcción de la Base Aeronaval de Rota.
A mediados del siglo pasado el régimen promulgó la Ley de Colonización y Distribución de la Propiedad de las Zonas Regables. Se construyeron acequias, pantanos y más de 314 núcleos rurales. Muchos de estos pueblos adoptaron el nombre del río en el que se basaba el regadío seguido de la coletilla del Caudillo, o bien tenían en el nombre otras referencias al dictador Francisco Franco.
Vista aérea del Poblado de Doña Blanca. /Foto: El Puerto Global.
Inmerso dentro del Plan de Transformación de las Marismas del Guadalete que comprendía 5.500 hectáreas que hoy día están disgregadas entre el Polígono de Las Salinas de El Puerto, el Poblado Castillo de Doña Blanca y Las Aletas, entre los nombres que se barajaron para el enclave de los agricultores expropiados estaban el de Guadalete del Caudillo, La Piedad y el que finalmente se quedó: el Poblado Castillo de Doña Blanca. Sirva por tanto el título de este artículo como juego literario y recordatorio de usos y costumbres de una época pasada, y situemos a la aldea tanto en su entorno natural como en las profundidades de su origen vital.
Las cruces, en la actualidad, en las inmediaciones del acceso a la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir. (Foto García Lázaro).
En un lamentable estado de abandono y deterioro, aún pueden verse hoy día los pilares de Las Cruces, en las proximidades de la entrada a los Depósitos de la C.H.G. de la Sierra de San Cristóbal. Las Cruces, entre las que discurría el viejo farallón, marcaban la separación de los términos municipales de Jerez y El Puerto y, al llegar a este punto, los viajeros procedentes de Jerez tenían a la vista el hermoso paisaje de las tierras de Sidueña con la Bahía de Cádiz como telón de fondo. En las cercanías de Las Cruces, la torre de Doña Blanca, de la que dicen que la reina de Castilla doña Blanca de Borbón vino a llorar entre aquellos muros los desdenes del rey don Pedro, y que allí, por orden de éste, el ballestero Juan Pérez de Rebolledo le dio un tósigo, por haberse negado a este crimen, con gran valor y nobleza, Iñigo Ortiz de Zúñiga, primitivo guardador de la regia prisionera.
La torre, que se alza vigilante y majestuosa sobre el poblado de colonización de la que tomó el nombre, bebe de las aguas del manantial de La Piedad y marca su territorio flanqueada de pulcros álamos de corteza blanca agrisada.
El 27 de noviembre de 1958 se inició el expediente para construir 30 barracones para viviendas y dependencias de colonos en presupuesto autorizado en Consejo de Ministros de 5 de febrero de 1960. Con posterioridad se decidió incluir la construcción de otros dos barracones en los que se acondicionarían dos viviendas para maestros y dos escuelas, sirviendo una de ellas como capilla en la que los domingos se decía la Misa. Para la ejecución de las obras se estableció un convenio con el Servicio de Colonias Penitenciarias Militares.
Finalmente ese año 60 había instalados 56 colonos, para los que se levantaron dos grupos de barracones. Un grupo estaba compuesto por 32 barracones y el otro por 10. Junto a los barracones se construyeron áreas para soleo de los productos, principalmente maíz, pimientos y algodón. En los barracones no se disponía de agua potable, por lo que se llevaba con un tractor con tanque del Mobiliario Mecánico de Explotación del I.N.C. Teniendo presente que se tardaría en entregar los terrenos a los colonos, se propuso realizar el poblado en dos fases que posteriormente se convertirían en tres, en la primera se construiría la mitad de las viviendas necesarias para la colonización, las tres escuelas, la casa del sacerdote, la Iglesia, el centro cooperativo, la vivienda del funcionario y el centro cívico; en la segunda fase se completaría en principio el poblado con las restantes viviendas, pero se detectó la necesidad de una ampliación más con 11 viviendas y 9 dependencias agrícolas.
La Torre de Doña Blanca en el Yacimiento Arqueológico y la Torre de la Iglesia del Poblado de Doña Blanca. /Ilustración: María Fernández Lizaso.
Las obras de construcción del poblado se iniciaron en el año 1964. Cuatro años después, en septiembre del 68 fueron trasladados los colonos de los barracones provisionales al Poblado Castillo de Doña Blanca, ocupándose por obreros agrícolas doce de las 15 casas, adjudicándose el resto al año siguiente. A finales de 1968 se comenzó la instalación de las redes de agua potable y alcantarillado, así como la reforma y mejora del acceso principal y de su correspondiente paso superior sobre la vía del FF.CC. Madrid-Cádiz. Las obras de nuestro familiar y cada vez más cercano ‘Poblao de Doña Blanca’ finalizaron definitivamente el 7 de marzo de 1980. (Texto: Manolo Morillo).
Para la confección de este artículo hemos tomado como referencia los textos de los profesores José López Romero, Juan Blanco Rodríguez y de los hermanos Agustín y José García Lázaro.
Llego 6 años tarde a la publicación de este artículo, pero me gustaría hacer un par de puntualizaciones que considero de justicia:
En primer lugar, en relación al pueblo de colonización, su nombre correcto es "Poblado de Doña Blanca", y no debe confundirse con el "Poblado del Castillo de doña Blanca", que se trata de un "montículo artificial con aproximadamente 7 u 8 metros de niveles arqueológicos de relleno y una ocupación continuada desde el siglo VIII a.C. hasta finales del siglo III a.C.". Así se describe en el antecedente II del DECRETO 82/2001, de 13 de marzo, por el que se delimita la zona arqueológica del Castillo de doña Blanca (El Puerto de Santa María, Cádiz) (BOE 129, de 30 de mayo de 2001). Evidentemente, el nombre lo toma de la misma reina cautiva, pero no del castillo.
Contribuye a la confusión popular el hecho de que el colegio existente en el Poblado se llama C.E.I.P. Castillo de Doña Blanca.
La segunda advertencia es sobre el comentario que se hace del precio de venta de las casas. Es absolutamente incierto, ya que las que mayor precio alcanzaron estuvieron en torno a los 200.000 €, y no fueron muchas. Cierto que el precio por el que las adquirieron rondaba el millón de pesetas, a raíz de la disolución del IRYDA y posteriormente el IARA.
Al César lo que es del César...
Saludos a Manolo y familia.
Muchas parcela y casas, se han vendido, sus precios millonarios, las casas, casi a 50 millones de pesetas, y las parcelas un poco más, las parcelas entre diez y doce hectáreas, las compraron los colonos, casi todos de Rota, a doscientas milpesetas, pagadas én unos veinte años aproximadamente, las casas un poco menos, y se han vendido algunas en 40 y 50 millones de pesetas, algunos colonos se han puesto millonarios.
Muy bien, Manolo. Herrmano, suscohoneahí