Andrades Bejarano, María del Carmen; Ayala González, José Antonio; Arias Perdigones, Enriqueta... El pasado no se ha ido. Ni tan siquiera está pasado. Hoy es ayer. Recuerde el alma dormida. Recordar (del latín recordis): volver a pasar por el corazón.
VOLVER.
Aquel mediodía de 2007, con muchos años de retraso sobre el reencuentro previsto, la segunda promoción de Administrativos/as de las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia (1977-1982), volvió a pasar por el corazón aquellos días luminosos de la adolescencia.
En el mismo patio engalanado de rosas y geranios, junto a la fuente de la que manaba el agua clara de la amistad, regresmos a la edad en la que descubrimos que los asientos contables carecían de patas, que la estenotipia no era una enfermedad, sino una asignatura, y que "La familia de Pascual Duarte" era más rara que la nuestra. La edad en la que cada canción era el alma de un beso. La edad en la que tú, tristemente tú, me dijiste cuando me alejé, que de amor ya no se muere.
Camisetas, apuntes, papeletas, recuerdos.... de aquellos años.
Así que perdonen la nostalgia, pero es que ese día, hasta el sol, que en los mapas del tiempo siempre es amarillo, lució una banda azul vertical en el pecho, como la camiseta deportiva de la época, porque a primera hora toca gimnasia rememorativa. La sirena (que a mí siempre me pareció que sonaba como un disco rallado de los Bee Gees), silbó, esta vez, con la música callada de la melancolía. En el bar, Pepe, con el mandil y la sonrisa puesta, expendió bocadillos en los que el pan supa a pan y el chorizo a chorizo. Y nosotros, los de entonces, volvimos a ser los mismos.
Ni mejor, ni peor, cualquier tiempo pasado fue sólo eso: anterior. Pero el Libro Diario de aquella primavera bella y efímera, arroja más ganancias que pérdidas. Luego la vida, más compleja de lo que suponíamos, transcurrió como un ejercicio de mecanografía. Con sus renglones torcidos y sus espacios de felicidad. A veces con la esperanza atascada, como se atascaba siempre el acento en medio de un examen; otras, con el tabulador de la dicha saltando travieso de pura alegría. Y mientras, los días, los meses, los años, enfermos de vértigo, volando a 250 pulsaciones por minuto.
... Tejada Rivas, Teresa; Tizón Gil, Guadalupe y Villegas Jiménez, Antonia. El pasado no se ha ido. Ni tan siquiera está pasado. Hoy es ayer. Todavía.
De arriba abajo y de izquierda a derecha: Manuel Mengual, Ana María López, Ana María Domínguez, Pepi Benítez, Mari Carmen Andrade, Ángeles Díaz, Maribel Gómez, Juan Francisco Ortiz, Antonio Neva, Luis Galán, Antonio López, Carlos Catalá, Pepe Mendoza, José Luis Macías, Vicente Vega, Eloisa Cordero, Jesús Martín-Murga, Milagros Bejarano, Eloisa Nowel, Ángeles Sánchez, Conchi Hermoso, María Gallardo, Pepe Romero, Antonio Suárez, Tomás Galiana, Juan Beuzón, Carmen Negreira, Margarita Robles, Juani Sánchez, Milagros Doello, Ana María Pérez, Antonia Gómez, Rosa Sáinz, Mercedes Crespo, Chari Guillén, Teresa Sanderson, Ana María Groso, José María Ortega, Pepe Rodríguez, Pepe Romero, Chari Izquierdo, Luisa Moreno, Ramón García, Carmen Sánchez.
LA PROFESIÓN VA POR DENTRO.
He leído en algún sitio que la tasa de empleo de los titulados en Formación Profesional en Andalucía supera con creces a la de universitarios ocupados. El mercado laboral, aún en tiempos de crisis, acoge mejor a electricistas y carpinteros que a maestros e historiadores. Universitas inoperantium officina est: la universidad es una fábrica de parados (en traducción libre de Emilio Flor que, como todos ustedes conocen, sabe latín).
La capacitación para el desempeño cualificado de una profesión parece el camino más corto para ingresar en la murga de los currelantes. Se alegra uno del merecido prestigio de la Formación Profesional: antes de pisar las frías aulas de la Universidad, tuve la suerte de ser alumno de las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia. En mis tiempos, salvo honrosas excepciones, el que acumulaba virtudes académicas que hacían presagiar una brillante carrera como hombre de provecho, cursaba el Bachillerato Unificado Polivalente. El que "no servía para estudiar", y aún estaba en edad de merecer atención escolar, desembarcaba en los talleres de la Plaza de Elías Ahuja.
Los libros de texto de aquella formación profesional, muchos de ellos de Editorial Everest.
Yo entré en SAFA en el curso 1977-1978, en la rama de Administrativo y Comercial. Contradiciendo la opinión de mi tutor, opté por la FP buscando aprender un oficio que, en poco tiempo, me permitiera emplearme en alguna oficina y poder contribuir así a reflotar nuestra maltrecha economía familiar. Pocas veces en mi vida he tomado una decisión más acertada: le debo a aquellos maravillosos años el privilegio de poder contar con un puesto de trabajo que hoy me proporciona una situación laboral estable y desahogada.
Vinieron luego estudios de más enjundia que certificaron que sólo sé que no se nada, pero fue aquella formación, basada en el saber hacer, la que me libró de pasar los lunes al sol. La contabilidad, la taquigrafía, las prácticas de oficina, la estenotipia (que descubrimos que no era una enfermedad sino una asignatura) y, sobre todo, la mecanografía, nos abrieron las puertas de muchas empresas.
Claustro de Profesores de SAFA.
Claro que las materias no se daban solas, pues es sabido que los libros de texto no hablan y, a día de hoy, todavía necesitan portavoces para explicarse con un mínimo de claridad. Antonio Ariza, el Padre Martínez, Elías Estíbaliz, José Matiola, Luis Macías, Rafael Sánchez, Elías Martín, María Moreno, Pepe Herrador, Julio Calzado, Pedro González, María Luisa Martelo y Mari Carmen Alberca, fueron solo algunos de esos portavoces que nos enseñaron que pasar los lunes en una oficina es mucho más beneficioso, para la persona y para la comunidad, que pasarlos al sol. (Textos: Pepe Mendoza). (Fotos: José Antonio Neva).