Ya conocéis la estampa: dos jinetes, vestidos a la antigua usanza, cabalgan camino de la Feria en dos briosos corceles, uno castaño, tordo el otro, que bracean con la elegancia innata de los famosos cartujanos, que otrora fueran orgullo de estos lares. Abajo, sobre la firma del autor, las tres palabras mágicas que sintetizan el más bello de los pregones feriantes, y que viene a ser el grito apasionado de la alegría del Puerto: ¡A la Feria!. Cualquier crítico de arte, con más conocimientos que los míos, podría hacernos una bella semblanza de la obra, glosando perspectivas y matices, enfoques y colores, contraluces y tonos, y, al mismo tiempo, haceros sentir el repiqueteo de los cascos de las cabalgaduras, castañuelas alegres al paso caminante hacia la Feria. Yo, tan sólo me detengo en ese título tan nuestro de ¡A la Feria!, que invita al júbilo y al gozo de la alegría compartida, y, temerariamente, pretende revivir los sentimientos de Juan Lara, que en el cartel anidan, adivinando a un tiempo, si es posible, qué camino o qué calle del viejo Puerto es esa, hollada por esos corceles camino de una Feria que el pintor soñara...
No sé que calle soñó
para encuadrar su pintura.
¿Pudiera ser, por ventura,
la callé donde nació?
¿La calle, donde jugó,
de aquel Puerto en miniatura,
solemne en su arquitectura,
que tantas veces pintó?
¿La calle del Pagador
Natera es ese camino
de ocre suelo, como un vino
de amontillado sabor,
que Pagador sigue siendo
en el habla coloquial
del Puerto, y a la Prioral
llega con Juan, sonriendo,
buscando a la Virgencita
Patrona, a la que llamaba,
de tan morena que estaba,
con cariño, “su Negrita”?
¿Qué camino pedregoso
evocaron sus pinceles?
¿Por dónde van los corceles,
con andar majestuoso,
hacia el azul luminoso
de una Feria en la quimera
del pintor? ¿Qué Feria era
la que Juan ha dibujado,
y en el cartel ha dejado
tan llena de Primavera?
¿Pero qué importa el camino
pedregoso o polvoriento?
Lo que importa es el evento
que tiene como destino:
La Feria del Vino Fino.
¿Quién no acudirá a la cita
ferial? ¿Qué más necesita
que le digan, para ir,
el que duda en acudir,
si es Juan Lara quien lo invita?
Pintura, que no cartel,
porque no es grito estridente,
sino que, calladamente,
pide se fijen en él.
Trazo a trazo va el pincel,
como una voz pregonera,
anunciando a quien lo quiera
en el corazón sentir,
que se venga a compartir
la Feria de Primavera.
¡A la Feria!... Dicho ésta,
y el que quiera que se venga;
pero que no se detenga,
que la Feria empieza ya.
Lo dice el cartel, que va
a toda policromía,
transformando la alegría
en la más nerviosa espera
de una Feria en Primavera,
de un Puerto en Santa María.
Vente conmigo a brindar
con el mejor vino fino.
No llenes el catavino,
por lo que pueda pasar.
Ven, que te voy a enseñar
un pueblo blanco y un río,
su enjundia y su señorío,
que los tiene porque sí.
¡Ven sin tardar! Pon, aquí,
tu corazón junto al mío.
Ven, sin dudar, que mi mano
quiere servirte de guía.
¡Ven! Comparte mi alegría,
y, siéntete, ya, mi hermano.
Que está el momento cercano,
y el tiempo nunca se para,
y, ten, amigo, muy clara
una cosa: que no en balde
te está invitando el Alcalde
y ¡el corazón de Juan Lara!
Paco del Castillo.