"A la calle Espelete, con más cielo que un estadio, la llamaban modestamente callejón. Y, sin embargo, cuántos pueblos quisieran su luminosa anchura, la amplitud generosa de sus callados vestíbulos y de sus patinillos de macetas, para hacer de ella su calle Mayor. En algunas de sus esquinas, un manís anunciaba su viejo nombre, ingenuo y delicioso, de zarzuela antigua y meriendfa frugal: Pan y Naranja" Juan Antonio Campuzano. (Foto: Carlos Pumar Algaba).
La calle Espelete, es otra de las calles del Barrio Alto denominada también callejón Espelete, nace en la calle Zarza, atraviesa las calles Cruces, Yerba, Santa Fé y termina en lo que hoy es la avenida de Sanlúcar. En tiempos pasados se llamó, calle Pan y Naranja y anteriormente calle Nueva. No sabría decirle el nombre de Espelete de donde le viene, he estado preguntando a personas y he consultado libros y no encuentro respuesta, debe ser tener alguna explicación, desconozco de momento el significado de Espelete, hay algunas hipótesis; pero como son sólo eso, lo dejo así.
En tiempos pretéritos, como casi todas las calles del barrio alto, estaban pavimentadas de cantos rodados colocados sobre tierra, las aceras eran de piedra caliza conocida como losas de Tarifa, había muchos zaguanes y patios que estaban solados de este tipo de pavimento.
Plano de localización del Callejón Espelete, en el Barrio Alto. (Google Maps).
LOS MATERIALES DE LAS CASAS.
La mayoría de las casas estaban construidas sobre "muros de escombros", que consistían en cernir el material procedente de demoliciones y agregarles, arena y cal, después algo de cemento, pero no mucho, porque era escaso y caro, Este material servía como argamasa, para unirlo con piedra arenisca de restos de obras y algún que otro ladrillo; casi toda la piedra que solía emplearse procedía de las canteras de San Cristóbal; había zonas sobre todo las construcciones a la orilla del Guadalete en las que se empleaba la piedra ostionera, o piedra de la mar. Se aprovechaban todos los materiales que fueran medianamente utilizables, las divisiones internas se hacían igualmente como los muros exteriores si eran muros de cargas, si no, con tabiques de ladrillos de "gafa"; todo estos muros y tabiques se revestían con mortero de arena, cal y algo de cemento después y se pintaba con el clásico encalado.
Vista parcial de azoteas de El Puerto.
TECHOS Y AZOTEAS.
Los techos eran por lo general altos, de vigas de pino de Flandes, alfajías de la misma madera, ladrillo portabla, gatifa, formación de pendiente que en otro tiempo se empleó la carbonilla compactada o barro rojo con cal y después se terminada con un solado de ladrillo sevillano, quedando formada la azotea a la andaluza. Las azoteas visitables en general se utilizaban para secar las ropas o solearlas con polvo de gas, después se volvían a lavar y se tendían para secarlas. Algunas casas en vez de tener azoteas, se terminaba la cubierta con tejados de teja árabe.
Terrenos de labor, huertos y solares de casas derruidas, donde se construyeron los edificios de la Renfe.
DISTRIBUCIÓN DE UNA CASA DE VECINOS.
En los años cincuenta y antes, del siglo pasado, por regla general, la casas se construían sobre solares existentes que en la mayoría de los casos eran corrales de árboles frutales; un gran patio central en el centro del solar y alrededor habitaciones espaciosas, que cada vecino podía alquilar, una, dos o más habitaciones; el que alquilaba dos habitaciones decía que su vivienda se componía de sala y alcoba, si algún vecino disponía de medios económicos o su familia aumentaba, alquilaba tres habitaciones y decía que su vivienda se componía de sala y dos alcobas. En una habitación de la casa se construía una cocina común con varias hornillas de carbón vegetal sobre una especie de mostrador de fábrica de ladrillos y algunos lebrllos embutidos para limpiar los platos, en las paredes de la cocina se colgaban unos muebles a los que les decía plateros, en el se colocaban los cacharros y enseres de cocina; en otro lugar existían un retrete común que era utilizado por todos los vecinos. La mayoría de las casas tenía pozo, algunas lo tenían en la medianera con la vivienda contigua, estos pozos cuando no existían los frigoríficos eran utilizados como fresqueras.
El patio de Felisa López Varela, en la calle Espelete, 11
EL PATIO
Bien, entonces el patio se utilizaba como salón social de todos los vecinos, la decoración de los mismos era tarea de las señoras de la casa, allí era uno de los sitios donde empleaban toda su creatividad, el encalado y el cuidado de las plantas, arriates y parterres; no había tiesto, cubo, tinaja o lebrillo fuera de uso, que unas sensibles manos femeninas no fueran capaces de darle utilidad sembrando en estos recipientes una planta que con el tiempo daría la recompensa con su olor y hermosura. La decoración no era anárquica ni mucho menos, las macetas se colocaba en función del movimiento del Sol y donde pudiera lucir más; donde había sol se colocaba alguna parra, que nos daba una generosa sombra en verano, al lado geranios, rosas, claveles, algún que otro jazmín, rosales, albahacas, entre sol y sombra la alegría de casa, azucenas, algunas veces, alguna maceta con perejil y otra con yerbabuena, hierbaluisa para los dolores de barriga, tal vez un laurel; a la sombra, las pilistras (aspidistras), helechos y la reina de los olores nocturnos que es la dama de noche; todo este jardín, dejaban en el ambiente unos olores que casi se podían coger con las manos.
Una tertulia en un patio porteño en torno a las mallas de Terry. De izquierda a derecha, Ana “Toti” Pérez, Carmela Bernal, Carmen Aguilar, Rosa Valiente, Francisca Pérez, Chari, Milagros Bernal y Gertrudis. 18 de Octubre de 1958. (Colección Encarni Pulido. Foto Rafa).
LAS TERTULIAS.
He escuchado en alguna ocasión que las plantas había que mirarlas todos los días, mimarlas y cuidarlas y te lo agradecen con su verdor, olor y frondosidad; hay quien dice que si las miras todos los días desde el mismo sitio se vienen hacia ti. A lo mejor las plantas también tienen alma, quien sabe. Imagínense ustedes en la caída de la tarde en verano las tertulias de los vecinos, después de un día agotador de trabajo, las señoras que no descansan nunca, con alguna tarea de costura o haciendo las mallas de la botella de Centenario o 1.900, los hombres sentados hablando de sus cosas y los niños jugando o haciendo la tarea del colegio, ¡que estampa!, de cada mirada se podría hacer una acuarela.
LA CAL.
Es raro en algún rincón de la casa, no hubiese un cubo con cal dispuesto a ser utilizado. La cal se compraba en terrones --cal viva--, se preparaba poniendo en un cubo o bidón parte de ella; con sumo cuidado se la iba poniendo agua, que al contacto con la cal empezaba a hervir y a deshacerse; había que tener mucho cuidado porque solía saltar y quemarte la cara; una vez deshecha, se le añadía agua al gusto y se podía utilizar para pintar. Una casa blanqueada con cal por dentro y fuera era una garantía de frescor en el verano, pues el blanco refleja la luz solar. Desinfectante: no había vivienda, donde se hubiese producido un fallecimiento que después no fuese encalada.
La calle Espelete, en la época que dije anteriormente, era mi paso obligado para ir al Colegio de San Ignacio, por la mañana cuando salía de casa, solía encontrarme al ciego Arana, con su lazarillo Antonio Gatica, que casi siempre su punto de venta era la esquina de calle Ganado y Cielo el almacén "El Cañón"; si mal no recuerdo todas las casas eran de una planta, a excepción del núm. 10 la casa de la donde tenía un habitáculo encima con una pequeña ventana, donde cuando el Cristo Negro hacía el Vía Crucis los Viernes Santo, el párroco de San Joaquín rezaba la estación de penitencia.
En el lavadero de botellas que existía en la calle Espelete, se lavaban las de Destilerías Galloso.
Todas las casas eran de vecinos, a excepción de la casa de la familia Romero Maure –el Maestro Mayor--, al final de la calle a la derecha. Si mal no recuerdo en la esquina de Zarza con Espelete a la izquierda había una tienda de alimentación de una señora llamada Mercedes. A continuación la casa núm. 3, su propietario era el maestro Rojas, maestro albañil serio y formal con su impecable terno blanco y gorra negra, de cuya familia guardo un grato recuerdo y a la que me une una amistad fraternal con sus dos hijos el ex matador de toros Rojitas y su hermano Manolo, destacado miembro de la Peña El Troncho. En esa casa también eran vecinos el matrimonio gitano de Mariquini y Perejil. En la casa núm. 5 vivió la familia Mediana, la familia de José Alvarez Soto "Camarón" y su mujer Dolores Otero Gatica 'la Melliza', ambos tenían familia numerosa; quisiera destacar que 'la Melliza' era hermana del bailaor Fernando Otero Gatica, conocido por Fernando Gatica, artista que desarrolló su actividad en Algeciras y La Línea de La Concepción. El señor Forte tuvo una carbonería en la calle Diego Niño, donde está ubicada hoy la Tertulia Flamenca Tomás ‘El Nitri’; dos de sus hijos trabajaron en el obrador de Confitería La Perla.
Arrieros que transportaban arena de playa para la construcción, a lomos de sus burros, en la Playa de la Puntilla.
MARGARITO, EL ESQUILADOR.
En el núm. 11 de Espelete vivió Margarito el esquilador, con su mujer Jeroma, además vivían otras familias, cuyos nombres no recuerdo, pero a las que a veces veo. A continuación la casa de la abuela de Paquita Laínez, viuda de Miguel Leveque, después la casa de los Gutiérrez Maza, con su tienda de alimentación, la familia Ahucha y llegamos a la esquina de calle Cruces. Si paseamos por la acera de la derecha en el núm. 2 vivían Salvadora con su marido, arriero de profesión al que apodaban 'Mojamé' y sus seis hijos, recuerdo los nombres de todos ellos; también una familia que les decían los Camperitos. A continuación la casa de los Romo Martínez, casa de muchos vecinos, recuerdo en particular a los Lolete, a Miguel Lanza el platero, con su familia, muy buenas personas recuerdo a su hijo Miguel que vive en Alemania. A continuación la casa de los Moras, la Gregoria, ‘el Cartucho’, ‘Gambiles’, ‘el Patoño’, Manolo ‘la Cachorra’, etc., gente modesta, trabajadora y honrada, quienes a medida que los tiempos fueron cambiando y las oportunidades de trabajo fueron más idóneas, fueron mejorando su nivel de vida.
LA GENTE SOLÍA MADRUGAR.
En el aquel entonces la sirena de Terry, tocaba a las seis de la mañana, a las dos de la tarde y a las diez de la noche. La sirena se oía en el Barrio Alto, pues era un despertador general, ¡ay, lo que yo daría por volver a escuchar la sirena de Terry! Que bonito era ver doscientos trabajadores eventuales hacía las bodegas de Terry todos los días, en tiempo de la vendimia. Recuerdo que, cuando iba la colegio, me encontraba a las mismas personas; todo el mundo tenía algo que hacer, no había nadie ociosa; muy temprano los vendedores ambulantes, ahí viene Antoñito ‘el Aceitunero’ pregonando: "manzanillas y gordales El Aceitunero"; por allí viene ‘el Céntimo’ con un traje de pino para alguien “que se va con San Pedro”, por allí va Maripepa ‘la Peinadora’, que le va a hacer la permanente a fulanita de tal.
“--Uff el Levante va "sartá" mira la sirena del Vapor como se escucha y como canta hoy el Guano". "--Hoy no he visto a Lolita, me dijo que había recibido colonias nuevas, que huelen la mar de bien", "--¿Tú crees ?, pues a mí la que gusta es Madera de Oriente"; "--Mira Manué ahí va Laínez ‘el Guardacampo’ a hacer su ronda".
Ahora, cuando he vuelto a pasear por esta calle compruebo que todo es distinto: las casas de entonces están divididas en trozos y perdieron el encanto que tuvieron antaño; donde antes había una ventana, ahora hay una puerta y se ha perdido en encanto de la camaradería; no existe la uniformidad que había entonces: cada uno ha reciclado su trozo de vivienda como ha podido o ha querido. En las casas de antes no se cerraban las puertas, no había necesidad, tú pasabas por delante de ellas y veías aquellos patios cuidados, con los escasos medios de entonces, se perdió la vida social de los Patios. Y más cosas. (Texto: Francisco Bollullos Estepa).