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La Puntilla a finales de 1960. Vista aérea.

Todos los años cuando comienza la temporada,  me voy a La Puntilla a darme un paseo y no es lo que era. Solo queda Luis el del Castillo de la Pólvora.
Ya no están los Montes, como decíamos nosotros a las Dunas.
Ya no están las casetas, donde vivíamos y convivíamos.
Ya no están las mareas de de Santiago, que inundan la parte de atrás de las casetas y a las que estaban situadas al principio de la playa, se las llevara flotando.
Ya no esta el canal, ahora hay desguaces de barcos viejos, ya no tenemos ilusión en cruzar el canal, pues descubrimos Valdelagrana antes que nadie y allí la dejamos, porque no nos hacia falta para nada.
Ya no se hacen las excursiones a Fuenterrabía, Puerto Sherry se nos ha metido por medio.
Ya no hay palos en forma de y griega invertida con la cuerda y salvavidas para cuando la marean subiera nos agarráramos a la cuerda para que el mar no nos llevara para adentro.

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El Castillito o Castillo de la Pólvora.

Ya no hay olas, porque el espigón lo impide y además no nos deja ver Cádiz.
Ya no hay carreras de barcas o botes desde el Náutico hasta las escolleras. Tampoco hay balandros.
Ya no hay travesía a nado desde la playa hasta Cádiz.
Ya no hay juegos como alrededor de un fangal, «San Pedro como era calvo le picaban los mosquitos y su padre le decía…», o el puntillón.

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Una familia en La Puntilla: los Poquet Grimaldi.

Ya no hay figuritas en la arena como las que hacía el amigo Macario
Ya no hay bombas chinescas.
Ya no hay guardias civiles que al atardecer aparecían por la orilla de la playa con sus capotes y fusiles, me imagino que para vigilar la costa desde los castillitos a la espera de un galeón de Reverte.
Ya no hay campamento de Batalla del Salado donde a golpes de dianas y ‘caras al sol’, los flechas desfilaban y de camino veían el mar.
Ya no están los baños calientes.
Ya no esta la caseta de Educación y Descanso, donde nos acercábamos, por que decían que allí había pecado.
Ya no están los guardias que vigilaban la playa y obligaban a las mujeres a ponerse el bañador con faldas y a los hombre con camisetas.
Ya no esta ‘el Gato’ vendiendo patatas y roscos..

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La Puntilla en la actualidad. Vista aérea. (Foto: Jorge Roa).

Ya no están tantas cosas que nos dejamos allí y que los años nos las han ido quitando, pero que aun perdura en nuestra mente y que poco a poco iremos desgranando en sucesivas entregas con personajes de aquel tiempo.
Cualquier tiempo pasado fue mejor con bañadores hechos por nuestras madres que imitaban a los meybas. (Texto: José Luis Calle).
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(*) No se sabe a ciencia cierta si, por el contrario, es un porteño en Sevilla.

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