El seráfico amor por los animales y los seres de la creación de San Francisco de Asís, se ha convertido en cosa de la izquierda por causa de los ecologistas. Y es que se cree, por cierto equivocadamente, que para ser ecologista hay que ser izquierdoso. Pues no. La Iglesia que es Madre y Maestra, en casi todo, lo es también en el ecologismo. No hay que olvidar, además que la Iglesia ha subido a los altares, a una serie de animales compañeros de los Santos: San Antón, con el cochinillo, San Roque con su perro, Santiago, San Matrtín y San Jorge con sus caballos, San Juan, con su águila, San Humberto con su ciervo, San Pablo ermitaño con su cuervo, San Jeremías con un león, San Isaac, con el carnero, San Pedro con el gallo, San Marcos con su león, San Lucas, el toro y hasta el Espíritu Santo en forma de paloma.
Una prueba palpable de ecologismo es nuestra Iglesia Mayor Prioral. Hay que ver con cuánto mimo se conservan, uno y otro año, los musgos, los hongos, las higueras, el culantrillo, en las grietas de los muros, en las gárgolas góticas, en los cuadrifolios del ábside y en todos y cada uno de sus elementos arquitectónicos.
Hay que ver con qué primor se cuidan las colonias de cigüeñas, las de vencejos, las de primillas, las de lechuzas, las de palomas, las de panarrias que sientan sus reales en las cubiertas, en los huecos, en los caracoles y en todos y cada uno de los recovecos del templo. Hay que ver cómo las panarrias vuelan a sus anchas, defecan a placer y se esconden en cualquier resquicio de las naves o de las capillas de la iglesia. En cuanto a las ratas, es lo cierto que la jerarquía desoyó las consignas ecológicas y dispuso su eliminación. Pero no por esto último hay que afear a la Iglesia de ir contra las consignas del ecologismo militante. No hay lugar de la Santa y Consagrada Iglesia Mayor Prioral de esta Ciudad, Monumento Histórico Artístico, hoy B.I.C., que no tenga su parcela ecológica bien cuidada y abastecida. (Texto: Luis Suárez Ávila).