Negro, negro, negro, como aquel cantaor de viejos romances del Puerto al que El Negro llamaban, y completamente vestido de blanco, de primera comunión. A la verita de la mar, un canasto de papas fritas que se le señala en el brazo y un pregón, qué jaleo junto a los toritos de las olas que derrotan en tablas de la arena. Una gorra blanca. Una blanca guayabera. Playa de Vistahermosa, que así le llaman por lo bonita que se ve Cádiz cuando, como una mujer, se la contempla en la distancia, Venus nacida entre la espuma cuyos pechos fueran las torres de la Catedral. Rafael Pérez Sánchez va pregonando sus papas. Bajo la gorrilla, tiene, en torno a la calva de las grandes entradas, los pelos rizados y alborotados de un solista de violoncelo de la Orquesta Nacional. Nadie sabe que se llama Rafael Pérez Sánchez ese hombre de la mar y la ribera, de la amarilla seda de las mallas de Terry, de las medias botellas de Quinta que pregonando va las papas fritas. Es El Papi. Hay revuelo de chiquillos entre pregones, Papi, las papas.
Por las tarde, cuando el sol echa su moneda de oro en la alcancía del horizonte, con la marea vacía, las playas de la bahía se llenan de buscadores de tesoros de de lo fenicios, duros antiguos, peluconas, anillitos de casada. Llevan unos auriculares, como oyendo el carrusel deportivo de la historia, mientras con una especie de fregona electrónica parecen sacerdotes que fuera inciensando las arenas en un exorcismo de ondas mágicas. Esos son los buscadores de los tesoros de la tarde. Por las mañanas, el sol alto dando en la cúpula dorada de la Catedral, brillando en resoles de espigones y depósitos de de la base de Rota, algún barquito velero del club náutico buscando la canal por el faro de las Puercas y por El Fraile, las playas de la bahía se llenan de buscadores de los tesoros de la vida. El que pasa con la Carmela que ha habilitado como nevera ambulante de latas de cerveza y fanta fresquita para las marías. El de los pistachos. El de las papas: -¡Tor mundo entretenío por veinte duros!- Y mucho paro entretenido, y muchas fatiguitas echadas fuera buscando la vida con un canasto de papas, hay cañaíllas y bocas de la Isla, y camarones de porreo, y botellines de agua.
Papi, que se busca los tesoros de la vida con sus papas a la orillita de la mar de Vistahermosa, dicen que va a dejar de pregonar. Ahora El Papi tiene más dinero que muchos señoritos tiesos que lo veían pasar, con la copa de fino en la mano, desde El Buzo. La viuda quinielista con una pensión de cinco mil duros al mes a la que le tocaron los 308 millones de pesetas, si es famosa en España por su suerte de repetir los signos de la jornada anterior, en El Puerto lo es como madre del Papi el de las papas. En España le han tocado los millones a la quinielista del Puerto. En El Puerto le han tocado las quinielas a la madre del Papi, que es una cosa muy distinta. Dicen que al Papi lo van a retirar. El Papi, de momento, va a comprarse un BMW, como si fuera un ejecutivo encargado de la parte del jamón y el queso en la Casa Osborne. ¿Cómo se puede ir a pregonar a los niños las papas del Papi con un BMW?
Dicen que Ronaldo, con el 2 del Hércules frente al Barsa, va a retirar al Papi. Dicen. El verano de Vistahermosa será una larga ausencia de su pregón. Los niños ya no tendrán papas tras la que correr en el revuelo de chapuzones y castillitos de San Marcos de las arenas. Ojalá no se retire. Ojalá pase El Papi frente al Buzo con la frente más alta que nunca, pensando que tiene más dinero que muchos de los que desde allí lo miraban como si fuera una piedra ostionera del paisaje. Será precioso verlo llegar en el BMW, aparcar enfundarse en su blanco uniforme de contraalmirante de las papas fritas y comenzar su pregón, ahora pensando que es más que los que le compran. Cualquiera le tose al Papi. Claro que por todas las playas de la bahía seguirá habiendo cada mañana del veraneo otros Papis, otros hombres vestidos de blanco cuyas madres no acertaron con el descabello del 2 del Barcelona y dejaron vivo ese tesoro del paro, que pega tanta cornás, y al que hay que darle estos capotazos del ingenio. Ahora sí que son las más ricas las papas del Papi. (Textos: Antonio Burgos. 1997).