Coro Alto del Convento de la Purísima Concepción Franciscana, en la calle Nevería, frente a la casa donde vivió Pedro Muñoz Seca. (Foto JMM).
Yo no sé que tiene mi voz de particular que cuando hablo con alguien por teléfono todo el mundo me conoce, sin decir quién soy. Todo el mundo, menos la tornera del Convento de la Purísima Concepción Franciscana de esta Ciudad. El caso es que, con este o con el otro motivo, llamé a la Madre Abadesa por teléfono y la tornera me confundió con el Rvdo. Padre Visitador. Al cabo del tiempo, vuelvo a llamar al convento, se pone la tornera, y digo: «--Ave María Purísima». La tornera me responde: «--Sin pecado concebida». Y, si mediar más palabras, me dice: «--Buenas tardes, Padre Visitador». Yo me quedo como parado, pero reacciono. No le llevo la contraria y pregunto por la Madre Abadesa. Me dice: «--Padre, ahora mismo se pone». Y comienzo una diálogo espiritual con la tornera: «--Madre, me enterado que acaban de hacer Vds. los ejercicios espirituales». «--Sí, Padre, me responde». «--¿Y han sacado Vds. provecho para sus almas?», le pregunto. «--Sí, Padre, han sido muy edificantes las pláticas de nuestro capellán Fray Miguel Vallecillo». «--¿Y la novicia, persevera?» pregunto. La tornera me responde: «--La novicia parece que va por muy buen camino; es una dicha que, en estos tiempos, haya jóvenes que abracen la vida contemplativa». «-- Pues dígale de mi parte que en lo sucesivo duplique el ayuno, los cilicios y las disciplinas», le dije. En ese momento la tornera me conoció: «--¡Ay, Don Luis, otra vez se ha quedado Vd. conmigo!»
La Hermana tornera de la Concepción es un encanto, pero cada vez que llamo, después de aquello, espera a ver quien es y no se me adelanta. Toma sus prevenciones y no habla, hasta que deduce que soy yo. Aquello me sirvió de cura de humildad. Yo que creía que tenía una voz singularísima, propia, distinta, particular, resulta que mi eco de voz, mi tono, es igual, igualito que el del Muy Ilustre Don José María Diosdado, Vicario para Religiosas y Padre Visitador del Obispado.
Por cierto, llamen a la tornera, que es el 956853754 y no olviden de encargarle la tarta para un cumpleaños, para una primera comunión, o las exquisitas pastas y pastelitos que hacen con mano de santas, que ya verán. O, si lo prefieren, pásense por el locutorio, en la calle Larga, y compren los suculentos dulces de las monjas y comprueben lo simpática que es la tornera de la Concepción. (Texto: Luis Suárez Ávila).