Eugenio Pedregal Valenzuela, conocido emprendedor local, era Perito industrial. Siendo muy joven, recién terminados sus estudios, tras una etapa en el Banco Hispano Americano, Eugenio se fue a trabajar a Barcelona, ciudad en la que pasó muchos años y conoció a la que sería su mujer, María Antonia Viou Pradas, con quien tuvo dos hijas, Eva y Esther. En la Ciudad Condal trabajo un tiempo en empresas como Campsa, antes de regresar a El Puerto, donde comenzó trabajando en el negocio familiar, Muebles Pedregal, y realizando proyectos para numerosas empresas como perito industrial. Fue uno de los socios fundadores del céntrico Hotel Los Cántaros en el año 1984, todo un referente para el sector turístico porteño que animó a la instalación de otros establecimientos hoteleros en el centro de la ciudad. Persona inquieta y comprometida con El Puerto, formó parte de numerosas asociaciones y colectivos, ocupando cargos destacados en las directivas de la Asociación de Comerciantes del Centro (Acocen), la Asociación de Empresarios de El Puerto (AE) de la que fue su vicepresidente, y la Comunidad de Propietarios de Vistahermosa. Nos dejaba el 23 de octubre del pasado año 2008. (En la imagen, superior Eugenio Pedregal en una fotografía tomada poco antes de su fallecimiento. En la inferior, la fachada del Hotel Los Cántaros, en la Plaza de la Cárcel).
INTERESES RESIDUALES.
Tuve la suerte de conocer a Eugenio Pedregal hace ya bastantes años gracias a la convergencia que ambos teníamos en la actividad turística. Tengo que decir que me impresionaron sus opiniones sobre el mundo de la empresa y del trabajo; el empuje que aplicaba a sus actuaciones profesionales. Tenía una frase “mis intereses hoy son residuales” pues ya tenía su vida resuelta, pero no lo parecía, dado el énfasis y las ganas que ponía a cuanto acometía. Pero el segundo rasgo que mas me impresionó y creo que ahí coincidíamos plenamente, era su portuensismo desmesurado, su amor a El Puerto además, por alguien que vivió largo tiempo fuera de su ciudad. Pocas veces discutíamos, y si lo hicimos alguna vez lo fue en buen tono y al final, llegando a la avenencia, al acuerdo, al buen trato que siempre presidió nuestra relación profesional y de amistad.
A Eugenio le podía El Puerto. Y le podía más el desinterés de los responsables políticos de la Ciudad cuando, a su juicio, dejaban escapar oportunidades para nuestra población, sea cual fuera el motivo o el color político. Era un luchador para la ciudad que lo vio nacer, y ahí andaba entre asociaciones empresariales, escribiendo cartas, entrevistándose con quien procediera para ayudar a empujar la locomotora de El Puerto. En esas, en esos ‘intereses residuales’ andaba Eugenio. Dejándonos un buen recuerdo, un buen sabor en la boca de las palabras, unos buenos sentimientos en la memoria de nuestros Puerto. (En la fotografía pequeña, Eugenio con poco más de 20 años, cuando trabajaba en el Banco Hispano Americano).
De izquierda a derecha: Manuel Jesús Merchante, Angelita Pedregal, Paquita Pedregal, Benjamín Lora, Conchita Pedregal, María Antonia Viou, Milagros Cárave. Detrás, de izquierda a derecha: Enrique Pedregal, Eugenio Pedregal y Manolo Bellido, un fin de año en la Sala de Fiestas “Oasis”, donde hoy se encuentra el restaurante “El Faro de El Puerto”. (Foto Colección I.L.P.)
Eugenio una gran persona, vital y peculiar.
Lo trate durante algunos años , por mi amistad con su hija Eva y durante los interminables dias de estudios en su casa,siempre me trato como de la familia y siempre en su casa me sentí como en la mia , Dios le tenga a su lado.
Grato recuerdo de Eugenio, portuense como yo.Al que traté siendo Consejero de la Patronal de Hosteleria "HORECA". Una oración por su Alma
El negocio familiar de muebles Pedregal, tuvo sus comienzos en el domicilio particular de la C/ San Juan nº 7. Allí, la madre de Eugenio Pedregal se encargaba de pulimentar los muebles para su posterior venta y reparto. Posteriormente se trasladaron a vivir a la C/ La Palma y la primera exposición la montaron en la C/ San Bartolomé.
Mi tío Eugenio fue una persona muy peculiar. Siempre andaba metido en mil historias. Tenía una cabeza privilegiada. Mi madre, su hermana mayor, siempre le decía eso de:"Eugenio, deja eso ya y descansa, no te metas en más cosas que te va a dar algo". Pero nada, él seguía con todos sus líos y con ese amor que le tenía al Puerto. Le encantaba saber cómo nos iba a sus sobrinos y se alegraba de todo corazón cuando algo bueno nos sucedía y se afligía con nosotros cuando algo no bueno nos ocurría. Al igual que con José María, también tuve algún que otro encontranazo con él, pero eso era lo bueno de mi tío que rectificaba y era el primero en sentirlo y eso de que algún miembro de su familia estuviera un poco 'mosca' con él lo llevaba bastante mal. Ahora nos queda el consuelo de recordarlo y de no olvidar nunca a uno de los porteños más porteño que ha tenido el Puerto. Gracias José María por este recuerdo tan cariñoso a mi tío.