Pilón de San Juan, a la izquierda, terrenos donde se encontraba la Iglesia de San Juan de Letrán y posteriormente se edificarían los 'Pisos de los Marinos'.
A finales del siglo XIX la población de El Puerto alcanzaba los 21.929 habitantes. Para entonces la entrada de la ciudad por el barrio alto tenía lugar por la denominada ‘puerta de San Juan, de la que aún queda uno de los pilares, y era en torno a ella donde abrevaban los animales de carga procedente de la campiña o de poblaciones como Sanlúcar, Rota o Chipiona.
En el año 1874, mientras el arquitecto gaditano Adulfo del Castillo presentaba el estudio sobre la alineación de la que sería plaza en el espacio del derruido Convento de los Descalzos (hoy Plaza de Peral), los presupuestos municipales contemplaban una obra menor, pero de importancia para los vecinos del barrio alto. Se aprobaba ‘la construcción de una fuente vecinal con cuatro grifos de bronce y un pilón-abrevadero en la puerta de San Juan, elaborado por el maestro mayor Miguel Palacios’. La obra importaba 740,50 pesetas.
El importe se abonó del capítulo de calamidades, ‘en atención a estar el municipio autorizado para invertir este fondo en obras de utilidad pública en que al mismo tiempo puedan ocuparse los jornaleros faltos de trabajo’.
La chiquillería de entonces jugaba sin descanso por las calles y plazas portuenses y sus travesuras reportaban algún que otro dolor de cabeza. Ante los posibles desaguisados, Miguel Palacios, maestro mayor responsable de la obra del pilón, solicitaba al alcalde que situara a una pareja de la guardia municipal en la plazuela de San Juan ‘con el fin –argumentaba-, de evitar que la turba de muchachos, que diariamente concurren a aquel sitio, destruyan los trabajos que se están practicando para la construcción de la fuente y abrevadero’.
En El Puerto el auge vitivinícola era evidente. En 1870 se habían iniciado las operaciones internacionales del Grupo Caballero. Se realizan las primeras exportaciones al Reino Unido y América y se incorporan las viñas “El Benito” y “Las cruces”, ubicadas las mejores tierras de la zona. Ello conllevaba mayor trasiego de animales de carga y personal entre los alrededores de la población y el muelle del Guadalete. Las fuentes y los pilones, situados en distintas zonas de la población también generaron polémica. Así, además de la fuente de San Juan, la construida en la Plaza del Polvorista, fueron motivo de una dura réplica del Ayuntamiento contra la Compañía de Abastecimiento de Aguas a Cádiz “The Cádiz Water Works Company”, al pretender, en diciembre de 1879, instalar en ambas sendos contadores, cuando hasta entonces el consumo había sido suministrado gratis.
Tanto malestar provocó la postura de la Compañía de Aguas al consistorio portuense, que éste dio un plazo de 15 días para que la mercantil construyera dos fuentes públicas, una al final de la calle Zarza y otra en la calle San Francisco, a las cuales se comprometió desde 1875 y había incumplido. Los documentos consultados en el archivo municipal ponen de manifiesto que el compromiso de la Compañía lo era como compensación por la instalación de una tubería para el Barrio de San Francisco de Paula. Así mismo recordaba el Ayuntamiento la obligación de aquella ‘de proveer, tanto a estas últimas, como a las fuentes de San Juan, El Polvorista y la del Paseo del Vergel, de agua gratuita desde las 6 de la mañana hasta el toque de ánimas en todo tiempo’.
Como podrán suponer, lo del suministro de agua en las fuentes acabó como el Rosario de la Aurora. En numerosas ocasiones el agua no brotaba y los vecinos se quejaban amargamente a las autoridades municipales. La fuente de San Juan se llevó casi siempre la palma. La altura de la calle donde se encontraba situada, hacía dificultosa la llevada de agua. Tanto es así que a lo largo del tiempo la guardia municipal denunció al alcalde la falta del líquido elemento, tanto en la fuente como en el pilón.
Uno de los partes emitidos por los municipales, el de 29 de junio de 1894, además de expresivo, describía la siguiente situación: ‘la fuente de la Plaza de San Juan no da el agua suficiente para que beba el ganado, ni para que se surtan en la misma los vecinos del barrio alto, habiendo días como el de hoy que es completamente imposible recoger un cántaro del expresado líquido’.
Los adelantos en el tiempo y la implantación de tuberías y canalizaciones en los domicilios portuenses hicieron que dejaran de usarse las fuentes y los pilones. El de San Juan, según los vecinos consultados, aunque de manera circunstancial siguió dando agua hasta los años 60, desapareciendo casi un siglo después bajo la urbanización de la calle y sus aledaños. (Texto: Enrique Bartolomé).
Calle de San Juan esquina con Santa Fé. No se había construído aún el Pilón, ya estaba derrumbada la Iglesia de San Juan de Letrán (que da nombre a la calle), empero, no se había tapiado ni replantado el solar que había ocupado dicho templo desaparecido. A la izquierda de la fotografía podemos observar uno de los pilares de la denominada 'puerta de San Juan' de acceso a la Ciudad.