«Fue un pintoresco personaje que apareció, ya treintón, por los años veinte de este siglo pasado, en nuestra Ciudad. Llegó acompañado de su señora madre, de la que era hijo unigénito, nacido en Puerto Real y se decía que habido con un canónigo de la Catedral de Cádiz. Y es que, de toda la vida de Dios, a Puerto Real se le llamó "reffugium peccatorum". Las primeras noticias que tengo de él están en el libro "Recuerdos gaditanos" (Cádiz, 1897) del Canónigo Don José María León Domínguez: con motivo de las fiestas de la Beatificación de Fray Diego José, en abril de 1895, se organizó en el Seminario una Velada poética en la que recitó una poesía "con sin igual gracejo, cautivando a los oyentes, el niño Juan José Bottaro y Pálmer". Ilustración: Óleo de Frei Miguel Güedes de Sousa, Hermano Cartujo, portugués, que estuvo en las cartujas de Miraflores, Jerez y Évora, donde murió. Pintó de diversas maneras y técnicas a Bottaro, siendo ésta una imagen de la colección de tres. (Cedidas para Gente del Puerto por Juan Mayo Escudero).
Su vida posterior transcurre entre Córdoba y Roma, ciudades donde estudia humanidades, ciencias exactas, dibujo, pintura, escultura y toda una serie de artes y oficios artísticos que lo hacen un imprescindible consultor y maestro. Su educación era exquisita, pero, a veces, era maniático e incluso mordaz.
Ya en El Puerto, en 1922, comienza a dar clases de dibujo y pintura en el Colegio de San Luis Gonzaga, el colegio grande de los Jesuitas. Imparte clases de pintura y escultura en la Academia de Bellas Artes de Santa Cecilia y aun da clases particulares de estas disciplinas. Sus alumnos predilectos llegan a formar el llamado "grupo de El Puerto": Juan Ávila Gutiérrez, el mejor, y, luego, Luis Suárez Rodríguez, Luis Rousselet, Manolo Rioja, Isabelita Perdigones... Mención aparte merecen sus discípulos Manolo Prieto, cartelista y medallista, Carlos García Gil, caricaturista, y el más pequeño de todos, en edad, Juan Lara Izquierdo, pintor, que se dedicaron profesionalmente --y con notable éxito-- al arte. En la fotografía el canónigo citado, dos veces,en este texto, José María León y Domínguez. (Foto Colección L.S.A.)
En el año 1928, Don Juan desapareció, de pronto, para irse, novicio cartujo, al Monasterio de Aula Dei, en Zaragoza, donde, por cierto, perseveró poco. De nuevo en El Puerto, la familia Terry lo acoge como preceptor y profesor de equitación, y, en las Bodegas de su propiedad, realiza obras de escultura, arquitectura, forja, pintura, mobiliario, tapices, etc. Fue, además, un magnífico fotógrafo y cámara de cine aficionado.
En los años 60 se marcha, como laico acogido, a la Cartuja de Jerez, donde intervino, certera y cuidadosamente, en la restauración del monumento. En la Cartuja lo traté, en 1961, cuando yo estudiaba Preuniversitario en Jerez, y allí me enseñó a modelar en barro y en cera, a sacar de punto, a hacer escultura en madera y a repujar en metales. Allí murió, en 1968, y allí está enterrado. A sus exequias, con el rito cartujo, asistieron Javier Terry, José Ignacio Merello, Juan Lara y mi padre. En la fotografía, Bottaro a caballo, maestro de equitación, entre otras disciplinas de las que fue preceptor de los hermanos Terry Merello. (Hemos de lamentar que no exista una buena y nítida fotografía de Bottaro; al menos nosotros no la hemos conseguido. ¿Hará posible Gente del Puerto que podamos encontrarla? En la pequeña fotografía a caballo que pertenece a la Colección José Antonio Castro Cortegana, no se aprecia con nitidez las facciones de nuestro protagonista).
Don Juan sabía, sorprendentemente, de todo. Era enciclopédico, un hombre transportado de otra época, posiblemente del Renacimiento. Fue una caja de sorpresas. Así lo caricaturizó mi tío Juan Ávila, saliendo su cabeza, despedida por un muelle, de una caja abierta. Y yo conservo su recuerdo, sus enseñanzas y su caricatura». Luis Suárez Ávila.
«Don Juan tenía amplísimos conocimientos de la “cocina del artista” y se autoabastecía de pigmentos naturales pulverizaba y batía, bien con aceite de linaza para el óleo, bien con goma arábiga para hacer colores de acuarela o témperas. Se fabricaba, en una fragua que tenía en la Cartuja, los cinceles para tallar la piedra y algunas gubias complicadas que afilaba en una piedra de agua y asentaba con la piedra de aceite. Sabía “fórmulas magistrales” de toda clase de productos para restaurar, dorar, o pintar. Yo conservo muchas notas manuscritas de él con esas fórmulas que me daba. Lo mismo hacía hacía, con madera de boj, sus propios palillos para modelar el barro o la cera, que hacía el bastidor para un lienzo y lo montaba con su lino. Con muy pocos medios lo realizaba todo.
También le ayudé a reponer un brazo que faltaba al altorrelieve de Adan en el muro de entrecoros de la Cartuja. Le faltaba al dichoso Adán el brazo desde el hombro hasta la mano. Don Juan con piedra “crema Sevilla” pulverizada hacía una pasta con pegamento “Imedio” y poco a poco iba haciendo el volumen para después modelarlo e incluso cincelarlo, escofinarlo o lijarlo. Ahí está todavía Adán con su brazo imperceptiblemente arreglado.» (Ilustración: Bottaro visto por Frei Miguel Guëdes de Sousa). Puede leer el resto del comentario pulsando aquí.
Virgen del Carmen en el Río Guadalete, obra de Bottaro. (Foto Paco Serrano)
Caligrafía de Bottaro. Año 1963. Felicitación manuscrita a Ezequiel Cortines García, propietario del Bar la Lucha -donde a diario se tomaba nuestro personaje su copa de vino fino- con motivo de las fiestas navideñas. (Colección Vicente González Lechuga).
EXPOSICIÓN DE FOTOGRAFÍAS ANTIGUAS.
El viernes 7 de marzo se inaugura en el Centro Cultural Alfonxo X 'el Sabio', organizada por el Centro Municipal de Patrimonio Histórico, una exposición sobre fotografías antiguas de Bottaro Pálmer, propiedad de José Antonio Castro Cortegana, a quien queremos agradecer las faciliades que nos prestó para acceder a diverso material que perteneció en vida a nuestro personaje y que fue abandonado por los Padres Cartujos al dejar la Casa de Jerez, hará ya unos años, siendo su actual propietario tras su reglamentaria adquisición, el citado Castro Cortegana. El San Bruno inacabado que mostramos en la fotografía fue utillizado por Botaro para dar clases de escultura, entre otros a Luis Suárez Ávila, en la propia Cartuja de la Defensión de Jerez.
Obra de construcción del Monumento al Sagrado Corazón, en el interior de Bodegas Terry.
Este monumento está ubicado en el patio de las Bodegas Fernando A. de Terry, y se comenzó a construir en 1952, esculpido por Juan José Bottaro Pálmer, ademas autor de la foto en Blanco y Negro. Los canteros, marmolistas, carpinteros y ayudantes, fueron: Manuel Mulero Baracho, Antonio Sánchez Cortés, José Santilario Álvarez, Francisco Martínez Selma, José Infante Tardío, Manuel Vidal, Manuel Ortega, Gonzalo Gambín García, José Ganaza, Rafael Moreno Carmona. En la actualidad sólo viven Manuel Mulero Baracho, propietario de la fotografía y actualmente lapidario y escultor, y Antonio Sánchez Cortés. En Terry, construyó, ademas el arco de entrada y la sala de consejo o de degustación, que consta de obras en piedra, marquetería y paneles de azulejos y óleos con escenas vinícolas. (En la fotografía a color, el monumento ya terminado. Ambas fotografías pertenecen a la colección de V.G.L.)
Bottaro tiene calle en El Puerto, a la espalda del Hospital Santa María del Puerto.
Otra faceta controvertida de la personalidad de nuestro protagonista es su ambiguedad sexual. Determinadas mujeres querían posar desnudas para el pintor para presumir de haber estado con él, empero además, la leyenda urbana afirma que no le hacía ascos a congéneres de su propio género. Tuvo una vida tumultuosa y atormentada entre el mundo de las artes, el demonio de la buena vida, la carne y la vida contemplativa.
"Destacó en seguida entre nosotros por su discrección, prudencia y austeridad de vida. No se metía en nada, salía muy poco, leía bastante y trabajaba mucho (pintaba, restauraba, esculpía..) a horas libres, pues naturalmente no se le exigía nada ni entró con ningún compromiso formal en este punto. También edificaba a todos por su recogimiento y devoción en el coro. Pero en nuestras recreaciones, a las que a veces le invitaba el P. Prior, (también a algún paseo prioral), se mostaba siempre muy comunicativo, ameno y chispeante; sabía y contaba muchísimas anécdotas e historietas, y se convertía así, sin pretenderlo (dada su natural modestia y humildad) en centro de atención, pues todos le apreciábamos mucho". (Ilustración: Bottaro visto por Frei Miguel Guëdes de Sousa).
El texto pertenece a un "Vademecum" de personas que ingresaban o pasaban por la Casa. Ahí están reflejados todos los que estuvieron en la Cartuja de la Defensión desde que se reabrió en 1949. Suele ser el Padre Procurador (Administrador), u otro monje que le guste historiar, el que escribe en ese libro datos como: nombre civil y nombre eclesiástico, fechas de ingreso, datos personales, datos importantes de los monjes, hermanos o postulantes... y cuando mueren, también: datos de la muerte, lugar exacto donde está enterrado (pues en la cruz del cementerio no pone dato alguno), pequeña semblanza del fallecido... Bottaro murió con 84 años el 15-09-1970 y está enterrado en el cementerio de la Cartuja, en la fosa del rincón derecho del fondo, según consta en el croquis de situación. (En la fotografía, Cementerio de la Cartuja de Jerez. A la sombra de la cruz, cruces de madera anuncian que se encuentran enterramientos, entre ellos el de Bottaro).