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antoniomunozrique_puertosantamariaDecir en El Puerto ‘Muñoz’ trae a la mente de forma inmediata el gremio de los peluqueros. El gran patriarca Antonio Muñoz Riqué, desaparecido en el año 2000,  ha sido el fundador de una saga familiar que lleva su nombre, desde que empezara en la década de los cincuenta con la barbería de la calle Vicario, número 9, a las modernas peluquerías unisex que regentan sus hijos y en la que ya están echando una mano sus nietas y nietos. Su hijo José regenta en la actualidad la peluquería de la calle Vicario, y Manolo y Antonio, sendos establecimientos por el entorno de la Avda. de la Constitución.
El Maestro Muñoz nació en el barrio alto portuense en febrero de 1916, en la calle de las Cruces y en la calle Vicario, desempeñó la mayor parte de su vida profesional, con un despacho abierto al público por el que han pasado varias generaciones de portuenses. Hijo de Ramón Muñoz ‘El Taco’, vaquero en el Coto de la Isleta, realizó diversos aprendizajes hasta dar con la profesión de su vida: la de barbero. Persona habilidosa con las manos, pronto empezó a destacar en el oficio, circunstancia que se navajabarbero_puertosantamariaunía a una innata capacidad para las relaciones humanas, que sería una constante a lo largo de su vida.

antoniomunozrique_4_puertosantamariaEl quehacer del Maestro Muñoz va unido a la leyenda de aquellos barberos que hacían de “practicantes”, poniendo inyecciones, practicando sangrías y actuando de “sacamuelas”, que de todo hizo nuestro barbero, ciñéndose al máximo a los cometidos de su oficio. Época hubo en la que, con la bicicleta como medio de transporte, iba por los campos y gañanías de El Puerto cortando el pelo –pelando- a sus moradores. Los honorarios, en el más puro estilo del trueque: una barquilla de brevas, unos sacos de hortalizas, huevos, gallinas... Había que sacar adelante a la familia. Y época hubo, también, en la que, tan bajos eran los precios de los ‘pelados’, que había que estar abiertos hasta las doce de la noche, sábados incluidos y hasta medio festivo, para sacar un digno jornal, a base de horas en “la accesoria”. Baste recordar que las barberías permanecían abiertas hasta después de las funciones de teatro o del cine, esperando para arreglar a los clientes salientes de los auditorios de la época. De porte bien parecido, con un sentido del humor propio de esta tierra, trabajador a destajo para sacar adelante una familia con seis hijos, valiente y echado para adelante –para él nunca existían los problemas-, desprendido, que trataba a los niños como si fueran personas mayores, que llegaba a todo el mundo, el Maestro Muñoz ha dejado una impronta personal y profesional que va a perdurar en la memoria de quienes le trataron . (En la fotografía, un joven Antonio trabajando con un sillón que no giraba por entonces...).

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Fue un innovador desde el principio, pues hace cerca de cincuenta años, puso de aprendiz en la barbería a su hija la mayor, Mercedes, con el consiguiente murmullo de la entonces conservadora sociedad civil, fuertemente mediatizada por todo tipo de prejuicios. Y así empezó, en la década de los cincuenta, dando los primeros pasos que convergerían en la peluquería unisex. También fue pionero en aplicar el tinte en la peluquería masculina, entonces barbería.  Su primer cliente, su amigo Antonio Fernández Galloso, tío del diestro José Luis Galloso, quien tiene nótula propia en Gente del Puerto. (En la fotografía los peluqueros, Antonio Rueda, Francisco Varo Marchán 'Cuqui'  y Antonio Muñoz, a la derecha, con aprendices y clientes).

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Pero quizás dos actuaciones definan, de la mejor manera, su generosidad y bonhomía: más de una vez pernoctó en su barbería algún transeúnte para que no durmiera al raso.  Y nunca se aprovechó de la información privilegiada que le proporcionaban los corredores de comercio, que en su local se reunían para hacer tratos y negocios, y de los que era su confesor y amigo. Aunque, eso sí, no perdonaba la copa que sellaban los acuerdos y avenencias. O la tradicional partida de dominó hasta las tantas, en el bar Número 3. Genio y figura, donde quiera que esté, con ese sentido del humor tan portuense, arreglará con su peculiar estilo testas y bigotes, ya para la eternidad. (Fotografía: animada reunión en el Bar Número 3, Antonio es el segundo por la derecha sentado).

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El mercado de la Concepción y la calle Ganado, de donde arranca la calle del Vicario y que desemboca en la Plaza de la Iglesia.

antoniomunozrique_precios_puertosantamariaLA CALLE VICARIO EN LOS SESENTA
El paisaje urbano, repleto de tiendas, que conoció el maestro barbero Muñoz en la década de los sesenta, permanece todavía en la memoria de muchos portuenses. La calle Vicario se iniciaba en el cruce con Ganado, con los puestos de churros, Calzados León, bar Nº 3, tintorería Amaya, y en los bajos de la Pensión Las Columnas, el bar El Brillante, con Eugenio Mena, y la tienda de Manuel, el gitano, que arreglaba paraguas y lo que hiciera falta. Enfrente la tienda El Metro, donde hoy está la única churrería que queda, y haciendo esquina con la calle Sierpes, el almacén de Eloy, al lado de la carpintería Lobo y el bar El Milindri. La acera de la barbería, de nuevo en la calle Vicario,  continuaba con Tejidos Muro, la zapatería de Juan Merchán, la propia Barbería, la que fue pensión de los artistas: Fonda Bartolo, Tejidos Castilla, bar el Tunel, que comunicaba las calles Vicario con Santa María, y la lechería de Paco Buhigas, haciendo esquina con la Plaza de Juan Gavala. Enfrente, esquina con San Juan, el almacén de Isidro, el bar Ceballos en la casa de los Monge; el bar Ramiro, la Panadería de Concha, el almacén de Olete, los liberatos de Librada y Casa Juana, en cuyo piso de arriba vivió y crió a sus hijos nuestro barbero. Después vendrían Plastimar, Discofilm y Calleja, un relojero, más tiendas de tejidos, y hogaño, las inevitables de todo a cien... La calle Vicario era una arteria de penetración al corazón comercial de El Puerto, que con la peatonalización -que curioso- a punto estuvieron de cargarse. (Ilustración: Lista de Precios ¡increíbles! de los años sesenta del siglo pasado).

antoniomunozrique_6_puertosantamariaCLIENTES DISTINGUIDOS, DESTACADOS APRENDICES.
El Dr. Muñoz Seca, el otro nombre de la calle Vicario donde vivió el hermano del comediógrafo D. Pedro, fue cliente de nuestro barbero, a quién le arreglaba el pelo y las guías del bigote, con tenacillas calentadas a fuego con carburo. Otro de sus parroquianos, traído de Las Ramblas de Barcelona por Eduardo Ruiz Golluri, fue el barbudo anunciador del entonces Cognac Centenario Terry, que todavía se puede contemplar en un reclamo publicitario que se encuentra en el Bar Vicente, en La Placilla. “Yo siempre bebí Centenario”, reza la leyenda.
Los artistas de variedades y del Teatro Chino de hace cincuenta años, se arreglaban en el despacho de Muñoz Riqué, y luego, tras la función se iban a celebrar el encuentro al antiguo Bar El Tunel.
De entre sus más de medio centenar de aprendices de toda la provincia, el Maestro Muñoz tuvo dos hijos de El Puerto que han triunfado en otras artes de la vida, el pintor de la luz, Juan Lara y el ex director del Orfeón Portuense, Muñoz Cuenca. Han continuado en el tajo muchos de sus antiguos pupilos, como es el caso del reconocido peluquero Francisco Varo Marchán, “Cuqui”. (En la fotografía, Antonio Muñoz Riqué vestido de legionario, con condecoraciones propias y auténticas de la Guerra Incivil, con su hijo Pepe Muñoz Ortega, actual regente de la barbería de la calle Vicario, en la azotea de la desaparecida casa familiar de la misma calle).

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