Durante muchos años, las Freidurías de Pescado, vulgo Freidores, han sido los negocios de hostelería que más popularidad alcanzaron y que más hambre quitaron en El Puerto, como en otros municipios de la Bahía de Cádiz. Fueron los gallegos, provenientes de su tierra natal los iniciadores de esta industria que aún continúa en la calle Nevería esquina y vuelta con Palacios, junto al Bar Apolo. Atrás quedaron otros freidores: calle Luna abajo, esquina con Jesús de los Milagros; calle Cruces, esquina con Postigo, o calle Nevería, esquina con Ganado: siempre mirando las esquinas. Solían comunicarse con algún bar anexo, mediante una puerta interior, aunque el negocio de hostelería era de otro propietarios. Hoy Romerijo se ha sumado a la tradición y tiene, junto al del Apolo, un Freidor que garantiza la supervivencia de estos establecimientos, al que se han sumado las tiendas de “comida rápida” a la española: es decir los asadores de pollos y de mil cosas mas.
Buscando en la hemeroteca de La Voz de Cádiz encontramos un artículo sobre los freidores: «Las primeras freidurías que se instalaron en la Bahía de Cádiz, regidas por oriundos de tierras gallegas, se establecieron en simples portales, mostrando el pescado ya frito en barreños en la calle, que era donde tenía lugar la venta. Pasó el tiempo y los modestos industriales, venidos de lejos, hubieron de modernizarse por imperativos de las autoridades locales. Se aumentó la cantidad de las especies que se ofrecían para dar satisfacción al variado gusto de los consumidores. Los fogones de leña se sustituyeron por otros de carbón de cok y petróleo hasta llegar al butano y más tarde a la electricidad. Igualmente, los peroles evolucionaron hacia las modernas freidoras de mayor capacidad y que permitían una mayor economización del aceite. Casi todos los freidores acudían a la lonja del muelle pesquero para comprar su mercancía, desde tiempos muy lejanos. Estas compras que hacían las freidurías eran normalmente de un pescado de inferior calidad y lotes de bastina (cazón, rayas y otras), que gracias a la sabiduría del corte y la preparación, se convertían en el plato favorito de las clases gaditanas más modestas. No olvidemos cómo trabajaban estos gallegos de los freidores. Desde ir de madrugada al muelle para comprar y cargar en carros el pescado para el freidor, hasta lavarlos, cortarlos, adobarlos y freírlos.»
¡Que tiempos aquellos en el que un papelón de pescado salvaba la comida de una familia! ¿Quien se acuerda de los cartuchos de “mijitas” del freidor, trozos curruscuítos y pequeños? Antes eran establecimientos exclusivos de pescado y, a lo sumo podías encontrar patatas fritas al ajillo, las gaditanas «Patatíbiris», paquetes de aceitunas y picos. Hoy la oferta es mayor, y además se han sumado a las máquinas freidoras las croquetas, empanadillas y pavías, que vienen a salvar de los altos precios del pescado, un encargo en el Freidor, al que afirman, «hay que ir a pagar --casi-- con tarjeta de crédito». En la foto, José Luis, del Freidor Apolo, toda la vida de Dios despachando pescaíto frito. Su establecimiento se comunica con la Cervecería del mismo nombre, famosa por su «tortilla gallega». Pero ese es otro personaje y otra historia.