En las primeras horas de la tarde del domingo 19 de julio de 1936 entraron en El Puerto de Santa María las tropas del Tercio de Regulares del Ejército de África, ocuparon el Ayuntamiento y los golpistas comenzaron una feroz represión contra todas las personas que se implicaron en la resistencia. ¿Pero qué paso las horas previas? Al llegar el sábado 18 de julio por la mañana a su despacho en el Ayuntamiento cuenta Mariano López Muñoz que recibió la confusa noticia de que las tropas de Regulares se habían pronunciado y que el Gobierno no había logrado dominarla. La mañana la pasó entre multitud de noticias y rumores con mucha gente por los despacho y antedespachos de las distintas concejalías. /En la imagen, edición de La Voz de Madrid del sábado 18 de julio de 1936 en la que comunica el fracaso del golpe militar que, mas tarde, se confirmó.
La desaparecida Casa del Pueblo, en cuyo solar se levantan hoy los edificios sindicales.
Reunida en la Casa del Pueblo, la Federación de sociedades obreras decretó una huelga general y los obreros organizados se prepararon para la resistencia. Se sabe por Fermín Vázquez que ese 18 de julio de 1936, a las cinco de la tarde, el gobernador civil de Cádiz, Mariano Zapico, llamó por teléfono al alcalde portuense Manuel Fernández Moro (con nótula 1.445 en GdP) para comunicarle la gravedad del golpe franquista. El alcalde, acto seguido, reunió a varios concejales del Frente Popular, de los que solo hemos podido saber los nombres de los socialistas Gallardo y Ceferino Gómez Cordero [padre del ex alcalde Rafael Gómez Ojeda con nótula núm. 488 en GdP], y el republicano Fermín Vázquez, para prevenirles de lo que estaba ocurriendo. Minutos más tarde volvió a llamarle Zapico para ordenarle que tomara medidas para armar al pueblo, que enviara refuerzos a la capital, y que hiciera lo imposible para prevenir que los elementos afines a los golpistas se aprovecharan de la situación para tomar el control de la ciudad.
Mariano Zapico Menéndez-Valdés, Gobernador Civil de la provincia de Cádiz.
Esa información telefónica la corroboró Ramón Mila (ver nótula núm. 2.689 en Gente del Puerto) cuando regresó de Cádiz. Según contaba el hijo de Paco Marín Jaén, «El 18 de julio de 1936, por la tarde, volvió de Cádiz, en el vapor Adriano II, Ramón Mila, el líder sindical y militante comunista de El Puerto, que había ido a la capital a enterarse directamente sobre el golpe militar del día anterior en África y poder coordinarse con los mandos del Frente Popular de la provincia... Cuando saltó del vapor Ramón Mila se le juntaron un grupo de obreros que le esperaban y éste comentó: «Estamos cogidos, rodeados... poco podremos hacer». Se refería a que las tropas golpistas del General Varela habían rodeado el edificio del Gobierno Civil (actual Diputación Provincial).
Ramón Mila Cristán, primer concejal comunista del consistorio portuense.
Desde esa tarde el ayuntamiento se constituyó en Sesión Permanente y también hubo reuniones del Comité local del Frente Popular algunas presididas por Ramón Mila y otras por Bonilla. El alcalde también intentó desde ese primer momento de certeza y gravedad del golpe militar formar una Junta o Comité de Salud Pública que tomara el control político de la ciudad, pero nunca se pudo llevar a cabo.
Antiguo cuartel de la Guardia Civil, en calle Cielo, 79. /Foto: Autor.
Un grupo de gente, principalmente jóvenes, pedían armas a gritos en las inmediaciones del despacho del Alcalde. Éste siguió conferenciando con el gobernador civil y otros alcaldes de la comarca para coordinar las acciones. También llamó al Cuartel de la Guardia Civil, pero ante su negativa a colaborar, acto seguido, en compañía de varios concejales y siguiéndole una multitud de obreros simpatizantes del Frente Popular se dirigieron al cuartel de la Guardia Civil que se encontraba en la calle Cielos, en el actual número 79, frente a la calle Santa Clara (hoy Carmen Pérez Pascual). El alcalde pidió hablar con el sargento y se fueron a una habitación donde hablaron a solas y le exigió, por orden del Gobernador, que le facilitara armas para entregarlas a los obreros y defender así la República. El sargento no accedió a lo que pedía por no tener una autorización de sus superiores y volvieron al Ayuntamiento. Fernández Moro volvió a hablar por teléfono con el Gobernador. Después de colgar volvió a acudir al Cuartel y se corrió la voz que la Guardia civil por fin accedía a entregar las pistolas que habían entregado particulares por orden gubernativa y que ellos las tenían custodiadas. Se sabe que el sargento, presionado por la multitud que se encontraba en la puerta y ante la insistencia de que era una orden del Gobernador, sí entregó finalmente una caja con 29 pistolas.
Manuel Fernández Moro, alcalde de El Puerto de Santa María el 18 de julio de 1936.
Fernández Moro justificaba la acción porque era una orden del Gobernador y porque el levantamiento golpista era una cosa muy seria y había que tomar decisiones valientes. Enseguida se repartieron las pistolas entre los obreros, muchos de ellos jóvenes, y comenzó la resistencia.
Más tarde en las primeras horas de la noche del 18 de julio llegaron a la alcaldía grupos de obreros exigiendo la libertad de los veintiún presos por la huelga de abril y de mayo de 1936 que se encontraban en la Cárcel del Partido (en el lugar que hoy ocupa el Hotel Los Cántaros), como le había prometido el ministro de justicia en Madrid unos días antes. Al poco se fueron sin que el Alcalde accediera a su petición, pero unos minutos después firmó la libertad de los presos ante el peligro de que la gente asaltara la cárcel y fuera peor. También contaba con la autorización del Gobernador de hacer lo que creyera oportuno en esos momentos críticos.
Según cuentan algunos testigos, pasadas las once de la noche una multitud de obreros, hombres y mujeres fueron a la Plaza de la Cárcel y consiguieron liberar a veintiún presos. Si hacemos caso a la declaración del cabo de la guardia municipal Antonio Vidal, se decía que fueron el maestro nacional Ángel Madrigal Gómez y el concejal socialista Gallardo, acompañados por otras tres personas cuya identidad desconocía, los que obligaron al oficial de la cárcel, Melchor Parach Cerezo, a que liberaran a todos los detenidos que estaban en la cárcel. No sabemos si fue mediante estas presiones y amenazas o mediante la orden del alcalde que llevaban, pero el caso es que las fuerzas que los vigilaban les abrieron las celdas sin violencia, y los obreros presos se fundieron con sus familiares que les esperaban, y que muchos entendían que era producto de una amnistía o similar.
Plazuela de la Cárcel, con el edificio de la Cárcel del Partido, al fondo en 1934.
Con estos militantes puestos en libertad, se comenzó en serio a tomar medidas de resistencia al golpe franquista. Un Capitán del ejército, procedente de Sanlucar o Chipiona (según se decía) y conocido por algunos de los que estaban en el Ayuntamiento (según testigos) se presentó a colaborar y a luchar por la defensa de la II República. Con él, precisamente, se formó una Comisión de Defensa esa noche del 18 de julio. Lo primero que organizó esa Comisión fue la requisa de armas por toda la Ciudad, y para ello se apropiaron de coches y con ayuda de conductores de la Sociedad Obrera se formaron grupos que fueron consiguiendo escopetas, pistolas y rifles, pero muy poca munición. También se procedió a la detención de destacados falangistas o elementos ‘de orden’ que se habían señalado por su oposición a la República, trasladándose los detenidos esa noche del 18 de julio desde el Ayuntamiento a la Cárcel del Partido, una vez la vaciaron de los obreros allí encarcelados.
La calle Sierpes, a la derecha la Taberna de Enmedio, hoy bar El Rocío, donde fue requisado un aparato de radio en la mañana del día 19 de julio, por orden del poder vigente.
También está documentado que grupos de obreros armados se dedicaron a recoger aparatos de radio de establecimientos y domicilios de ‘personas de orden’. Y para impedir que elementos afectos a los golpistas pudieran salir de El Puerto de Santa María para unirse a los de otras poblaciones y colaborar con el alzamiento pusieron piquetes de obreros armados en las entradas y salidas de la población, como en el Puente de San Alejandro.
Antigua carretera de Jerez, a su paso por el Paseo de la Victoria y la Quinta de los Terry, hoy hotel Duques de Medinaceli, a la derecha.
Finalmente, aquella noche del día 18 de julio de 1936 grupos de obreros volvieron a ir a la calle Cielo, al Cuartel de la Guardia Civil con el alcalde y otros concejales para incautarse de la dinamita allí almacenada, cosa que no consiguieron por oponerse firmemente el mando de la Guardia Civil. Se pensó volar el puente de San Pedro, para que no entraran desde Puerto Real y la alcantarilla de la carretera de Cádiz-Jerez, en la zona del paso a nivel de la Victoria, para que no llegaran desde Jerez. También quisieron cortar la carretera de Sanlúcar. Además de la voladura de los puentes y alcantarillado, se propuso hundir una embarcación usada en la draga del Guadalete en la canal del río para evitar que desembarcaran las tropas en el muelle, cosa que nunca intentaron.
En vista de la negativa de la Guardia Civil, el Comité de Defensa de la República decidió robar la dinamita y las herramientas y máquinas necesarias de las canteras de la Sierra de San Cristobal con ayuda de miembros de la Sociedad de Canteros (UGT) que conocían el terreno y las instalaciones a la perfección. Finalmente hicieron la voladura pero no consiguieron su objetivo. Era ya la mañana del 19 de julio y las tropas golpistas se acercaban. Pusieron fin a la resistencia.
Soldados moros pertenecientes al Tercio de Regulares del Ejército de África
Siempre dicen en los sumarios que había órdenes escritas del alcalde para todo o casi todo lo que se hizo aquella noche: expropiación de armas, coches y camionetas, radios, detenciones, expropiación de dinamita o herramientas, voladuras.... (ver nótula núm. 1.080 en Gente del Puerto). Esas órdenes escritas le costaron la vida... /Texto: Manuel Almisas Albendiz.
Basado en el libro «18 de julio de 1936: La resistencia al golpe militar franquista en El Puerto de Santa María» de Manuel Almisas Albéndiz. Editorial El Boletín. El Puerto de Santa María.