En El Puerto tenemos La Giralda desde 1914, y sin ser campanario de ninguna iglesia ni catedral ha sido de alguna manera el sustento material de la educación y el saber que se impartía en la escuela de La Divina Pastora, mi primer colegio, el que guardo en mis recuerdos y que para que no se me olvide veo de vez en cuando sentado con mi hermano mayor José Mª, sentado detrás de un tintero vacío y haciendo como que leíamos un libro in saber leer. De testigo la Virgen del Pilar y un Sagrado Corazón de Jesús que nos cuidada y que desde allí lo veía todo.
Pero no voy desvariar, ahí ha estado siempre en la esquina de San Bartolomé y Luna, anteriormente José Antonio Primo de Rivera y mucho antes Cánovas del Castillo, estratégicamente colocada, mirando de frente a los ultramarinos que le hacía competencia de Genaro que comandaba Pepe en la esquina de Luna y La Placilla en donde de chico iba a comprar fiáo tres y tres de culata para el puchero, y que Pepe liaba convenientemente en papel de estraza previa cuenta marcada a lápiz. Enfrente tenía su sede los carrillos de Severo y más tarde el Rubio.
La Giralda nos ofrecía sus productos a granel, sus conservas, sus salazones, sus aceites, y como ya se ha comentado hoy, impregnando el ambiente con los aromas del mejor café tostado que ni de lejos sombra le haría en sus mejores tiempos Juan Valdés.
Estaba en el centro neurálgico viendo pasar y acompañando a la gente en esos días grandes de fiestas populares, mirando de reojillo albar de Las Columnas y contemplando todos los días la cartelería del Teatro Principal hasta que un fuego se lo llevó. Allí sigue la Giralda sobreviviendo a todos, cumpliendo años, y sin tener un Giraldillo porque ni es campanario ni torre, sigue exponiendo y vendiendo sus productos alimenticios variados. Ella es autónoma, una mas de esas firmas que sustentan el comercio y la economía de esta España tan complicada últimamente.
Como si estuviera en un lugar de clausura, mirando desde detrás de los barrotes de esa puerta que te lleva al rincón privado de las degustaciones, miro y contemplo, hablo para mis adentros, recuerdo y sonrío porque el tiempo pasa nos vence a todos, pero aquello es fantástico, que aunque sin poder revolotear te hace sentir en un pequeño cielo terrenal
La Giralda, esa tienda de ultramarinos en El Puerto, … desde 1914, ayer y hoy. /Texto y fotos: Manuel Cruz Vélez.