«En la ciudad gaditana de El Puerto de Santa María, a la derecha de un camino, bordeado de chumberas, que caminaba hasta salir al mar, llevando a cuestas el nombre de un viejo matador de toros -Mazzantini-, había un melancólico lugar de retamas blancas y amarillas llamado La Arboleda Perdida.
Todo era allí como un recuerdo: los pájaros rondando alrededor de los árboles ya idos, furiosos por cantar sobre ramas pretéritas; el viento trajinando de una retama a otra, pidiendo largamente copas verdes y altas que agitar para sentirse sonoro; las bocas, las manos y las frentes, buscando donde sombrearse de frescura, de amoroso descanso. Todo sonaba allí a pasado, a viejo bosque sucedido. Hasta la luz caía como una memoria de la luz, y nuestros juegos infantiles, durante las rabonas escolares, también sonaban a perdidos en aquella arboleda».
Rafael Alberti Merello. La Arboleda Perdida. Pág. 11. Primer y Segundo libros (1902 - 1931). Madrid, Alianza Editorial, 1998.