En la fotografía, de izquierda a derecha: José Sánchez Ivars, José Rico, conocido como ‘Joselito Baltasar’ uno de los ‘llamaores’ de El Puerto y Antonio Pascual Rostoll, en el ‘Martínez Ferrer’, anteriormente llamado ‘San Servando’. La figura del llamador está prácticamente perdida con la aparición de los teléfonos móviles. Otros llamadores fueron Vicente Albaiceta Núñez conocido como ‘Manolico’ y Manuel Patino Berciano.
Hace años, en la práctica totalidad de los puertos andaluces existía un personaje que, siempre alerta y a cualquier hora de la madrugada se encargaba de avisar a los pescadores insistiendo una y otra vez para informarles que había llegado el momento de partir hacia alta mar. A esta persona, todos cariñosamente la conocíamos como el “llamaó”.
Su voz en la madrugada era inconfundible para los hombres de la mar y sus familiares. No solamente se conformaba con recibir el “ya” por parte del pescador, además de esto, lo esperaba y lo acompañaba hasta el muelle para que junto al resto de sus compañeros pudiera comenzar la singladura. Su figura era imprescindible, y como fieles cumplidores de su trabajo no desfallecían en su cometido. Difícilmente un pescador no zarpaba para la mar por quedarse dormido.
Los bares cercanos a los muelles de El Puerto eran los puntos de encuentro de los marineros. Un ejemplo de ellos es el desaparecido bar “La Lucha”, que estaba situado en la Bajamar de El Puerto de Santa María. A ellos también acudía el llamador, el cual estaba atento y pendiente a cualquier indicación de la tripulación. Era uno más de ellos, participaba del día a día, de todo cuanto acontecía alrededor del barco, de sus capturas, de las condiciones meteorológicas adversas, de las averías, y en definitiva, de la problemática personal o laboral de cualquiera de sus compañeros. Aunque los pescadores cambiaran de embarcación, el “llamaó” seguía avisándoles, pues la relación entre ellos era de por vida. Tal es así, que se acercaban también a los entresijos familiares y se desvivían por ayudar en ausencia de la marinería.
Descargando para la subasta del pescado.
Aparte de las funciones de avisador, actualmente en la vecina localidad de Sanlucar de Barrameda, también suelen actuar como lancheros, o incluso se dedican a la guardia y custodia de las embarcaciones mientras permanecen en puerto. Tan importante es su trabajo, que sus hijos suelen seguir la tradición, reemplazándolos llegado ya el momento de no poder continuar por razones de edad o por problemas de salud.
Son personas vinculadas a la mar, la mayoría de ellos son pescadores ya jubilados o incapacitados para su profesión habitual por cualquier problema de accidente o enfermedad pero, sin duda alguna, son uno de los eslabones del sector pesquero. Desde el punto de vista laboral no cuentan con la cobertura necesaria ya que tan solo reciben las cantidades que conciertan con los marineros por marea. Sin embargo en Sanlucar de Barrameda por la dedicación a otras tareas, el llamador por uso y costumbre participa del antiguo sistema tradicional “a la parte” percibiendo cantidades en consonancia con las faenas realizadas.
Desgraciadamente, hoy por hoy, la figura del llamador se encuentra en vías de extinción, pues las nuevas tecnologías han llevado a los barcos a autorregular sus salidas. Vaya este reconocimiento a aquellos que se marcharon y a los que actualmente quedan entre nosotros. A su atenta voz de madrugada y a su extraordinaria y eficaz colaboración con la actividad extractiva y con los hombres de la mar. /Texto: Antonio Carbonell López.
Don Antonio, aun no sabe usted quien son los de la foto.
Sr. Don Antonio Carbonell,sabe usted el nombre del barco que esta haciendo las partes de pescado, y que personas son algunas de las que se ven en la foto publicada. Usted conocia a varias de ellas.
En la infancia, estando en el Colegio del Polvorista, donde daban clases, entre otros entrañables maestros, Juan Ferrer, German Liberal, José Luis Colomer, y mi afectivo Teófilo López de Aberasturi y Sáez, conocí a Luís García, compañero que vivía en la calle Pozuelo, frente a la casa donde años mas tarde vivió y tenía su consulta el doctor Elías Garduño, y me contaba que su abuelo trabajaba por la noche, avisando a los pescadores a la hora de salir a pescar. Leyendo este artículo me vienen a la memoria momentos muy felices y entiendo mucho mejor la labor que desarrollaba el abuelo de Luis García.
Muy bien Antonio, magnifico artículo. Que entrañables eran estas personas, que se dedicaban a avisar de madrugada a los marineros que su barco zarpaba ya.
Antonio carbonell nos podias estar contando tantas cosas que cuando escribe algo del tema de los marinero es una maravilla antonio no deje de contarnos tantas cosas que tu sabes tan bien y que son cierta un abrazo
“Joselito Baltazar, ejerció también como “llamaor”, pero del personal que navegaba en los barcos que el custodiaba. Vivía en la calle Palacios cerca del hospital, destacó más como guardián. Tuvo bajo su cuidado embarcaciones de distintas empresas armadoras, como la familia Soler Zaragoza. Durante años asumió para su vigilancia en el muelle una gran cantidad de barcos, siendo de los guardianes más reconocidos por la marinería. Serio y muy trabajador, siempre se le veía por el muelle a cualquier hora del día. “Joselito Baltazar” y “Antoñón” fueron los guardianes por antonomasia del sector pesquero en el puerto de El Puerto.
Sin embargo, el “llamaor” por excelencia fue Vicente Albaiceta Núñez, conocido por “Manolico” que acudía a las casas para avisar de la salida a la mar con vendavales, y días lluviosos. Bregaba con mucho arte con las distintas tripulaciones. Personaje a considerar muy querido por la gente de la mar.
Corría el año 1969 cuando colaboraba con Agustín Merello en la revista Cruzados y recuerdo que una de las madrugadas que salíamos de la imprenta de Domingo Renedo, Editora de la Revista, situada en la calle Santo Domingo frente al Instituto Laboral, nos encontramos a una persona que en el silencio de la noche anunciaba a otros compañeros que era la hora de partir.
Pero lo más llamativo de aquella escena es que Vicente Albaiceta Núñez, ‘Manolico’, cuñado de Antonio Femenía Máiquez, corresponsal que fue de Diario de Cádiz, se nos acercó y se dirigió comentándome que iba para mi casa para avisar a mi hermano.
Por lo que recuerdo es que ese instante en la madrugada originó que Agustín conociera aún más de cerca a la gente de la mar preocupándose, especialmente de las peticiones justas de la marinería y de los trabajadores de las empresas auxiliares del sector pesquero, como era el caso de ‘Manolico’.
Se pudo hacer más desde Cruzados, pero nos lo cerraron meses después. Sin embargo, años más tarde, en bastantes ocasiones, desde las páginas de Diario de Cádiz reivindicó mejoras para el sector pesquero de la provincia de Cádiz, pero siempre con la mirada puesta en aquella escena de ‘Manolico’ que quedo grabada en la memoria de mi recordado y excelente amigo Agustín Merello del Cuvillo.
Habrían de pasar 32 años para que publicara en las páginas de Marítimas de Diario de Cádiz, en la sección la Meridiana, ‘Voz de Madrugada’, acordándome mientras lo ‘cocinaba’ de algunos consejos de Agustín, fruto de la experiencia y en la atención a los sectores más desfavorecidos. Esta Meridiana, ‘Voz de madrugada’, salio publicada el 18 de febrero de 2001.