Para muchos jerezanos ir al Puerto de Santa María en verano es una auténtica tentación, a pesar de la masificación de los fines de semana y de los problemas de tráfico. El Puerto es un poco la representación de las playas que perdimos, de aquellos paseos por calle Larga y Alameda Vieja del Jerez de hace más de cuarenta años, de esos ambientes veraniegos que se fueron con el paso de los tiempos y que solo queda en el recuerdo de las fotos de Iglesias o de Fiallo.
Playa de Valdelagrana. Vista aéreas. Foto: Jorge Roa.
Ir al Puerto sigue siendo una tentación en Jerez. Por el día la costa y por la tarde los bares, por la mañana Valdelagrana, Vistahermosa, el Ancla... por la tarde-noche la ribera del marisco con todas sus exquisiteces y el parque Calderón con sus carruseles de siempre y su olor al Guadalete, el mismo río que se acerca a Jerez para unirse al caminar jerezano hacia el Puerto de Santa María. La historia ha pasado sobre el Puerto como el tiempo sobre los vinos: dándole cuerpo y transparencia, color y aroma.
Playa de la Puntilla desde la vertical del Puerto Deportivo.
Las vacaciones en el Puerto es todo un clásico del veraneo jerezano, desde que se alquilaban habitaciones en pleno casco antiguo para poder pasar el día en la playa de La Puntilla hasta las modernas urbanizaciones de hoy ocupadas en gran parte por gente cercana. Ahora ir al Puerto cuesta menos tiempo que recorrer Jerez de punta a punta, conviene más bañarse en las tranquilas aguas de Valdelagrana que en cualquier piscina pública de la ciudad, porque es más saludable y más rápido de llegar. Por mucho tráfico y falta de infraestructura urbana que tengamos que soportar conviene más acercarse al Puerto en sus noches de verano que quedarse en este Jerez estival, desolado, carente de ambiente y de las atractivas ofertas que ofrece la costa.
Toros en la Bodega El Tiro, en la Avda. de Jerez.
Hoy si se puede decir, con fundamento, que el Puerto está a dos pasos porque se ha ido retranqueando cada vez más hacia Jerez. Hace unos años hasta que no se pasaban las vías del tren que llegaba hasta Sanlucar y el cuartel de la Guardia Civil. con sus toros de Osborne haciendo frente, no se podía decir que estábamos en el Puerto. Con la incorporación de la antigua carretera nacional como vía urbana desde la cuesta del toro y el parque acuático se ha acortado tanto la distancia que apenas quedan kilómetros que separan las dos ciudades unidas por el río y por sus vinos. Ir al Puerto desde Jerez es un paseo agradable que nada tiene que ver con aquella entrada insoportable de hace escasas fechas cuando las colas de coches eran temibles y complicados los accesos a la ciudad de los cien palacios, como la llamó el poeta arcense José de las Cuevas.
Vista aérea del antiguo Convento de Las Capuchinas. Año 1970.
Llegar al Puerto merece la pena. Definida por el escritor portuense Martinez Alfonso, como la ciudad que se engalana con la geometría blanca de las fachadas. Calles rectas, cruzadas en perpendicular, con la estructura de una población colonial: Cruces, Cielos, Nevería, Palacios, Misericordia, San Bartolomé, Pozuelo.... donde se abren en las casas los huecos de cierros y balcones, policromados con la gala de los geranios y gitanillas. Calles, plazas y jardines.....Geometría urbana del Puerto, testigos mudos de años y siglos de un continuado vivir. Calles con alma, porque en ellas vive, con el portuense de hoy,el espíritu de su pasado. Y aún más el afán de su porvenir.
Ir al Puerto es mucho más que un cúmulo de sensaciones que alegran la vida, es empaparse de un verano antiguo, castizo, con sabor a terraza de bar y a patio, a bullicio de mercado- a "Plaza" por antonomasia- y a visita obligada a la Prioral, sobre todo cuando septiembre empieza a despuntar.
Murallas en el Yacimiento de Doña Blanca, acaso el antiguo Puerto de Menesteo.
Ir al Puerto en verano es una tentación tan antigua que cuenta el viejo Homero en su epopeya que uno de los guerreros de la guerra de Troya fue el caudillo ateniense Menesteo y que una vez conquistada la ciudad, en vez de regresar a su patria, anduvo por el Mediterráneo hasta encontrar; pasado el estrecho de Gibraltar, una abrigada bahía en la que penetró con sus naves, para desembarcar junto a la desembocadura de un río y fundar allí una ciudad a la que puso su nombre: Puerto de Menesteo. Esa ciudad se llamaría con el tiempo El Puerto de Santa María. Ir al Puerto en estos tiempos es más fácil que en los de Homero, por eso se llena cada verano de visitantes, por eso La Lola se fue a los puertos y dejó a La Isla sola y por eso podríamos cantarle a nuestra manera, a esta ciudad que cautiva, "mejor quisiera estar muerto que verme "pa toa la vía" sin poder ir al Puerto, Puerto de Santa María" (Texto: Eduardo Velo García).