A veces, el Párroco, Cura Propio, Doctor en Sagrada Teología y en Derecho Canónico, Presidente de la Hermandad de San Pedro de Venerables Sacerdotes etc. etc., Don Antonio Cía Moreno, era ingenioso y otras veces demasiado caústico, irónico, mordaz, e incluso otras, sencillo, modesto, sabio y hasta delicado. Era un ser contradictorio e imprevisible. Una señora muy distinguida, descendiente, nada menos, que de los Lancaster de la Casa Real Inglesa, aunque portuguesa de nación, se dirigió a don Antonio, que estaba en la sacristía, para pedirle: -Mire, Don Antonio, yo quisiera decirle una misa a mis difuntos en el Altar de las Ánimas. Don Antonio, al punto, gritó: --Antoñito-- dirigiéndose al sacristán--prepara una casulla negra que doña....va a decirle una misa a sus difuntos en el Altar de las Ánimas. Ni que decir tiene que la señora quedó estupefacta y se marchó educada y discretamente. Con Juanito Cuvillo, tuvo también sus encontronazos Don Antonio Cía, porque terminada su etapa de dirigido espiritual con el Padre Lambertini, S.J., se constituyó en dirigido de don Antonio, quien cansado de oir sus cuitas amorosas, le dijo un día: --Mira Juan, si tu novia se casa contigo es que tiene más agallas que una caja de corvinas. Por cierto que Juanito --ser crédulo e inocente-- tropezó también con Don Antonio Lobo. Cierto señor de El Puerto, incisivo y maledicente, había dicho a Juanito que el Padre Lobo, antes de ser cura, había sido picador de toros bravos y, como se lo dijeron, se lo comunico al Padre Lobo, quien le contestó airado: --Dígale a don... que yo me cago en su puñetera madre.
En cierta ocasión mi madre tomó a una criada de un pueblo de la Sierra que vino con sus padres y se la encomendaron como que era la niña de sus ojos. Y mi madre la trató como había prometido. Pero ocurrió que los jueves por la tarde era día de salida y esta joven salía de paseo con las otras y con las amigas de las otras. Y se echó un novio. Y el novio la dejó embarazada. Aquello fue una verdadera tragedia. Mi padre llamó a los padres de la muchacha y llamó al novio a capítulo. En su despacho, mi padre, con el padre de la muchacha y el novio, recriminó al novio; el padre de la novia, instó al novio a casarse y a lavarle el honor a su hija; el novio, poniéndose en pie, altanero, le dijo que si quería lavarle el honor a su hija que le comprara un bidé, y se marchó, dando un portazo. Aquella situación pudo reconducirse y, al final, se preparó la boda. Mi madre fue con la muchacha a ver a Don Antonio Cía y éste, nada más verla, le espetó: --Tu, ¿qué?, que has puesto las tinajas antes que el olivar ¿No?. Pues se casaron y han sido muy felices y han tenido muchos hijos y comieron perdices. (En la Fotografía, Don Antonio Cía y Don Luis Caballero, alcalde de la Ciudad, poniendo la primera priedra del monumento a la Virgen, ubicado en la Plaza de la Iglesia, en 1954. También aparece en la foto Don Antonio Lobo, a la izquierda con bonete, solo se le ve la cabeza. Foto Colección Vicente González Lechuga).
Era de ver a Don Antonio Cía, cuando se ponía en Doctor en Sagrada Teología y en Derecho Canónico. Porque predicar, predicaba muy bien. Y se lo exigía a todos los predicadores. En cuanto aparecía por la sacristía un sacerdote o religioso concertado por una Asociación o una Hermandad para predicar un triduo, un quinario, o una novena se lo advertía: --Mire, en cuanto yo vea que los fieles mueven el culo en los bancos, le corto, ¡vaya si le corto! Quiero unos sermones que muevan los corazones y no los culos ¿Entendido? Y el pobre predicador, novato en la Prioral, se quedaba sin saber qué responder.
Interior del Coro de la Iglesia Mayor Prioral.
Don Antonio Cía me bautizó y me dio la Primera Comunión. Recuerdo el sentido fervorín y esta ceremonia muy solemne, cantada por mi amigo Fernandito Vela, con quien, luego, yo jugaría "a las misas" en el cuarto alto de mi casa, convertido en capilla, con unos ornamentos de moaré y galones dorados que me hicieron las Madres Salesas. Don Antonio, como confesor, me espantó porque, siendo yo muy pequeño, me dijo que como yo volviera a pecar me cortaba las orejas y se las daba a Antoñito el sacristán para que se las guisara con las papas del corral de la Iglesia. Así que yo, ya nunca más me acerqué a su confesionario, temeroso de perder las orejas, sino que mis padres me llevaban a los jesuitas al del Padre Torres, S.J., sabio, bizco y tridentino y una de las personas más influyentes y con más mando en las conciencias de todos los portuenses de la época --directa o indirectamente-- sin excepción alguna.
Don Antonio Cía, en cambio tenía, a veces, rasgos de gran delicadeza. Para el día de Santa María Magdalena, todos los años, reunía a todas las feligresas de ese nombre y les encomendaba comprar unos tarritos de esencia de nardos. En un acto nada litúrgico, pero cargado de amor, Don Antonio, con el Sagrario abierto, leía el evangelio en que la Magdalena enjuga los pies del Señor con esencias y perfumes y Judas se lo recrimina y, tras una homilía, con un algodón empapado en esencia de nardos enjugaba el interior del Sagrario y los copones, que era una gloria oler, cuando se abría aquella puerta de plata del retablo que hizo en Méjico, en el XVII, el orfebre Don José Medina, y que había regalado el Capitán portuense Don Juan Camacho Jaina, primer editor de Sor Juana Inés de la Cruz. Dije que don Antonio Cía era un ser contradictorio e imprevisible. Ocurría que algunas novias o se prestaban los sombreros o los alquilaban y Don Antonio se daba cuenta del tejemaneje, porque irónica y maleducadamente le decía a la contrayente en el día más feliz -- o más infeliz de su vida: --A ese sombrerito ya lo he casado yo cuatro veces. (La fotografía muestra el Sagrario de Plata de 1685).
EL AYUNO ANTES DE LA MISA.
Todos los curas olían a café, o a tabaco, o a rapé. Esto último particularmente los jesuitas que tenían unas cajitas de donde sacaban con dos dedos el polvo, lo aspiraban por la nariz y estornudaban, de forma que tenían los pañuelos hechos una porquería. Don Antonio Cía no era una excepción, porque, no bien terminaba la misa, sacaba la petaca y se liaba un cigarro de picadura de contrabando y lo enciendía. Por su parte, Varela, el monaguillo, le tenía preparado sobre la cajonera de la sacristía un café de maquinilla que traía de un bar de la calle Vicario que luego regentó Juanito Ceballos, hoy llamado "Bar Internacional". Y es que lo primero que hacían los curas era desayunar, después de su misa, porque el ayuno eucarístico les obligaba, como a todos, desde las 12 de la noche del día anterior.
Cuando terminaba una misa, allá iban los monaguillos con el café a arrimárselo al cura que había celebrado, como el que acude a prestar auxilio a alguien que está extenuado. Figúrense Vds. que el Padre Lobo celebraba la misa de doce de la mañana y llevaba más de doce horas sin probar bocado, el pobre. Cuando terminaban las misas, los monaguillos, "comunidad de venerables granujas", como los llamaba Don Antonio Cía, se escondían por donde fuera y apuraban la vinajera del vino, relatando que el padre tal o el padre cual, no dejaba ni gota para ellos.
Don Antonio Cía, contradictorio e imprevisible, con sus luces y sus sombras, daba a la liturgia un sentido especial y era cosa de verlo, con su porte, revestido con los capisayos y el bonete de Cura Propio, presidiendo las procesiones y los actos, o cantando las horas canónicas en el coro, con todos los sacerdotes y religiosos de la Ciudad, los días de más fiesta. Cuando el Padre Lobo marchó a Sevilla, a Don Antonio Cía le nombraron dos coadjutores: Don Manuel y Don Carlos Román Ruiloba, dos hermanos sacerdotes, santos varones, de los que, sin duda, hablaré otro día.
En la fotografía, tomada el 8 de abril de 1960, Viernes de Dolores a las nueve horas; de izquierda a derecha Carlos Román Ruiloba, Pbr. Coadjutor, el celebrante, Manuel Salido Gutiérrez, Párroco de la Prioral que sustituyó a Antonio Cía Moreno, Manuel Román Ruiloba, Pbr. Coadjutor, el Maestro de Ceremonias, Manuel Girón Ceballos, el Sacristán Antonio Bernal Ortega -Antoñito el Sacristán-. Besamanos de la Imagen de Ntra. Sra. del Dolor y Sacrificio, sin coronar, siendo bendecida después de la misa, la nueva diadema. El mobiliario litúrgico lo componen: el dosel rojo de la Prioral; el sillón de la Capilla de la Patrona; Maceteros y Copas del Párroco; grandes candelabros eléctricos, de las Carmelitas; las Copas laterales, de la Capilla de la Patrona. (foto: colección Manuel Girón Ceballos).
Y comenzó la decadencia de Don Antonio, hasta que murió en su casa de la calle Nevería. Su entierro fue el último que presencié de un sacerdote revestido, muerto y transportado, desde la Iglesia hasta el Cementerio campal de Santa Cruz, sobre el "palenque", una especie de paso, portado por costaleros, sobre el que había un catafalco presidido por la tiara y las dos llaves doradas, de la Hermandad de San Pedro de Venerables Sacerdotes. Sus honras fúnebres fueron muy solemnes.
Iluminación extraordinaria de la Iglesia Mayor. En la década de los 50 del siglo pasado era costumbre iluminar los monumentos con hileras de bombillas incandescentes dispuestas en regletas de madera que silueteaban el edificio. En esta ocasión estamos en el 8 de septiembre de 1956.
Yo guardo, con devoción, el lazo, bordado en oro, con que le ataron las manos el día de su ordenación sacerdotal y tengo para mí que, por los escritos que aparecieron entre sus papeles, en el fondo, Don Antonio Cía Moreno, Presbítero, Doctor en Sagrada Teología y Derecho Canónico, Cura Propio por oposición, Arcipreste del Partido, Párroco de la Santa y Consagrada Iglesia Mayor Prioral de Nuestra Señora de los Milagros Coronada de esta Ciudad, Hermano Mayor de la Hermandad de San Pedro etc., etc. fue un santo que no quiso que la gente creyera que lo era. Sólo Dios lo sabrá. Pero de todo lo anterior infiero y saco la consecuencia de que es una verdad como un templo que la Iglesia está asistida por el Espíritu Santo. Que, si no... Luis Suárez Ávila.
Querido Don Francisco ( aunque mi padre siempre lo llamaba Paquito Carmona):
¡Qué gran alegría me ha dado saber de usted y de que usted haya completado la semblanza de su tío Don Antonio! Por supuesto que yo recordaba cosas un poco imprecisas. Por ejemplo, creí que era de Arcos, pero usted me aclara que era de Bornos y da la fecha exacta de su nacimiento (aunque hay una errata en lo de 1988, que creo que debió ser en 1888). También me ha aclarado que fue Párroco de San Pedro de Arcos y no de Santa María, como yo había escrito. También ha precisado la fecha de su muerte, que yo no recordaba bien pero la dí aproximada.
No cité, pero lo cito en otras nótulas de esta página, a otro coadjutor que tuvo, Don Antonio Herrera Hurtado, todo un santo, que murió tempranamente. Yo conservaba de este santo sacerdote una palia, una hijuela y unos corporales, que me regalaron las Monjas de la Concepción, donde estuvo de capellán, también. Todos estos objetos, se los regalé a Ignacio Gaztelu Pastor, hoy Director del Seminario de la Diócesis de Asidonia-Jerez, como obsequio por su ordenación sacerdotal.
Pese a que Don Antonio Cía pudiera parecer adusto, era una persona sencilla y cercana. Era genial y tocado por la gracia. Era, también, un un sabio consejero y un gran predicador. Era un ser singular, recordable y cuya santa memoria tengo presente.
Al apuntar usted que su tío le recordaba a Juan XXIII, creo que está en lo cierto. Fueron del mismo estilo.
Celebro que, dentro de mis limitaciones, le haya gustado la semblanza que he hecho de Don Antonio.
Recuerdo, como si fuera ayer, su entierro y sus honras fúnebres. Recuerdo esos cigarros de picadura con un cartoncito y un algodón, a modo de filtro, que liaba y luego se fumaba con unas boquillas muy largas que hacía de papel de oficio del Juzgado. Recuerdo sus sermones y las misas de diez, "pro populo", los domingos, cantadas, con su "Asperges me..." en que nos ponía a todos pipando de agua bendita con el hisopo bien cargado en el acetre. Y le recuerdo a usted, de subdiácono, cantando la epístola en el ambón del presbiterio de la Prioral.
¡Qué gran alegría! Yo no sabía de usted hace bastante tiempo y esto ha sido motivo para que nos reencontremos!
Reciba un cordial abrazo, Luis Suárez Ávila.
Sr Dn Luis Suarez Avila
Querido amigo:
He leído con suma aterncion el reportaje y artículos que publicado en Internet, sobre la persona de Dn Antonio Cia. Despues de 55 años de su muerte creía que su recuerdo estaba ya muerto en el olvido; pero Vd lo ha resucitado pintando un cuadro magistral y con una pluma agil,amena y divertida. Se que toda la familia Suarez , especialmente su padre, profesaba una fervorosa amistad , con un conocimiento exacto de la personalidad compleja de Dn Antonio.Le agradezco de corozon , como miembro de la familia , toda la verdad que contienen sus escritos , asi como la mención que hace de mi persona, con elegante sobriedad , como corresponde a un creyente inteligente y culto como Vd.
Entre las virtudes humanas que refiere, hay que destacar su sinceridad limpia de hypocresia, junto con su gracia y alegría desbordante. Yo lo definiría con un adjetivo simple, pero de hondo y amplio contenido Dn Antonio el Parroco bueno; asi como también, a Juan 23, el pueblo cristiano, por aclamación le llamo El Papa bueno. Guardando las debidas distancias, no me parece atrevido aplicar una prudente analogía en la trayectoria hunana y apostolica de estos dos personajes .Permitame que haga algunas aclaraciones o pequeños retoques para que el cuadro brille con todo su esplendor.
Ante todo, una figura imprescindible y que no se puede olvidar es la de D. Antonio Herrera Hurtado, su coadjutor durante la década de los cuarenta que murió repentinamente, siendo aun joven, muy querido por todos los portuenses que lo veneraban com santo y cuya muerte produjo una aflicción profunda en D. Antonio .
Refiero, ahora algunos datos biográficos con suma brevedad para no alargar demasiado este escrito: Nacio D. Antonio en Bornos, pueblo cercano a Arcos de la Ftra el dia 2 de Enero de 1988. Estudio en el seminario metropolitano de Sevilla, donde se doctoro en teología dogmatica y derecho canonico; a esto lo llamaba en su lenguaje peculiar “bisutería eclesiástica”. Se ordeno de prebitero en junio de 1912. Su primer cargo pastoral fue regente de la Iglesia de Santa Marina de Sevilla, filial de la parroquia del Salvador, donde permaneció hasta 1915. Fue nombrado después párroco de Manzanilla (Huelva)hasta 1920 que gano por oposición la parroquia de San Pedro de Arcos de la Ftra. En este pueblo sufrió la persecución religiosa siendo condenado a muerte con los demás sacerdotes y de la que se libro por verdadero milagro. Finalmente en 1940 obtuvo también por oposición la parroquia de la Prioral del Puerto hasta su fallecimiento el 23 de Diciembre de 1955 Los primeros meses de su estancia en el Puerto, vivio en un piso bajo del Hospital de San Juan de Dios que se lo cedieron amablemente, mientras busco y se estableció en la calle Luna 38 principal, donde vivía en el bajo Dña Maria Galvez, madre del P. Joaquin Carretero , que por aquel entonces, aun no había ingresado en el noviciado de la Compañía de Jesus. Finalmente en 1945 , se instalo en la casa nº32 de la calle Neveria después de una profunda reforma. Debo aclarar que en el testamento, que conservo,lega la nuda propiedad de la casa a la Prioral y a sus sobrinos el usufructo, hasta 1987, año en fue vendida la casa a los arrendatarios que la tenían convertida en pension: dicha venta la hizo el entonces Parroco con la debida autorización del Obispado
Quiero destacar una faceta de su personalidad y es la claridad y transparencia en todas sus actuaciones , su lenguaje a veces brusco y atrevido y por eso imcomprendido por muchos que le trataron. Recuerdo una de las veces que Franco visito el Puerto y como cosa obligada lo llevaron a la Prioral a visitar a la Patrona. Despues de cantar la salve solemne D. Antonio se volvió hacia el Caudillo y le dijo: Todos los devotos de la Stsma Virgen tienen por costumbre subir al camarin para besar su manto. Quiere Vd hacer lo mismo; y el Cadillo contesto “no se si estará previsto en el protocolo”, a lo que contesto con firmeza D. Antonio Aquí no hay mas protocolo que Vd y Yo, venga vamos para arriba Estuve presente en aquel acto y vi como Franco obediente subia al camarin, pero sonriendo por la espontanea franqueza de aquel cura
Como sacerdote era um hombre de fe profunda que la manifestaba con la naturalidad y gracia con que realizaba todos sus actos. Siempre que salía de casa para dirigirse a la parroquia iba recitando por las calles Neveria y Palacios todos las plegarias litúrgicas que la Iglesia dedica durante el año a la Stma Virgen , a quien profesaba una devoción y amor entrañable; cuando llegaba a la Prioral entraba por la puerta principal y dirigiéndose al Sagrario decía en alta voz ,que resonaba por lasa amplias naves del templo •”Manuel ayudame te necesito” Una oración breve, que es un suspiro de fe y confianza.
Estoy seguro que se encuentra ya en el cielo, después de haber purificado su alma de todas las imperfecciones y defectos, que, como todo hijo de adan, necesariamente las tuvo, pero ahora estará disfrutando de “LA VISION BEATIFICA” fuente y raíz de la perfecta felicidad con que Diosa premia eternamentre a los bienaventurados. Sin embargo, me cuesta trabajo figurarme a D. Antonio permanecer sin tregua en esa actitud de sacra monotonía. Seguro que con el debido permiso se reunirá de cuando en cuando con sus buenos amigos feligreses, que se Salvaron, para pasarlo en grande; y hasta pienso que S. Padro guardian de las Llaves y custodio del orden y conpostura, le advertirá cariñosamente” D. Antonio, que estamos ante la presencia de la Trinidad sacrosanta. No se preocupe. querido apostol Fijese en el Padre Eterno ,tan severo y serio como nos lo representan, pues también se rie con nosotros y participa de nuestra fiesta. A lo que San Pedro le contesta Yo soy el primero que al escuchar sus originales ocurrencias, no puedo resistir la carcajada. Perdonen esta disgresion, totalmente ficticia como comprenderéis, y algo irespetuosa, pero con ello ,solo quiero poner de relieve que con D.Antonio no se puede estar triste . donde quiera que se encuentre, transmitirá alegría y paz.
Termino reiterándole Dn Luis, mi agradecimiento por haberme proporcionado esta oportunidad de dar a conocer algunas facetas de la intensa vida de de D. Antonio Cia y agradecer también, a los buenos amigos que aun le recuerdan y le quieren, la paciencia que han tenido en leer estos pobres y largos renglones. Un abrazo para todos
Francisco Carmona Romero
Estimado L.S.A. No hay nada que perdonar. Esto sirve para enriquecer éstas páginas, que a la vez enriquecen también la memoria de las personas,- en este caso la de mi abuela y mia e imagino que la otros muchos más- que desconociamos el último domicilio de D. Antonio Cía, así como otras tantas cosas.
De paso le comunico que, ya que usted se ha propuesto cambiarme de nombre, no se preocupe, me volveré a bautizar.
Saludos
Estimada Coral, estimado Françesc o quien quiera que sea, es correctísima la afirmación de su abuela. Al principio don Antonio vivió en la casa de la calle Luna donde vivía Antonio Chamorro el practicante, Nina, Miguelón y alguno más. Es la casa frontera,más abajo de la de la joyería Santos, donde antes estuvo el tabernón de Juan de Dios. Luego vivió en la casa de la calle Nevería donde yo lo conocí. Se la legó una señora y esa casa, a la muerte de don Antonio la vendieron sus sobrinos. Hoy es una pensión.
Así que zanjada la cuestión.
Perdone mi ignorancia y afectuosos saludos a usted y a su abuela, Luis
Estimado D. Luis, según he podido averiguar y no por mi abuela, que conste; Que D. Antonio Cía, al principio, cuando lo destinaron a el Puerto vivió en la C/ Luna, pero que luego una señora al fallecer, donó la casa de la C/ Neveria a la iglesia, pasando D. Antonio Cía a ocupar dicha vivienda hasta el fin de sus dias. Espero que esto le ayude un poquito más en su investigación.
Estimado D. Luis, le comento, puede quedarse tranquilo de que no le hemos rebatido en nada la memoria a mi abuela, ya que nos explicó desde un primer momento (me refiero antes que todos los comentarios posteriores que han habido), que era amiga del colegio de la hija de Mª Galvez, aunque Maruja era un par de años mayor que ella, e iban a su casa a jugar. También nos comentó que se había hecho las fotos de su 1ª Comunión en un estudio fotográfico que había en la C/ Luna y a dicho estudio se tenía que entrar también por la casapuerta de Chamorro el prácticante.
Pero que por aquella época no estaba todavía D. Antonio Cía como párroco.
Así qué: Aquí no ha pasado nada, me vuelvo a repetir, los dos tienen razón, cada uno por su parte. Errar es de humanos y rectificar es de sabios.
Sobre mis datos no se preocupe, cuando tenga un momento se los facilitaré.
Un saludo
Querido Françesc, enhorabuena a la memoria de su abuela. Me acabo de encontrar por la calle a Milagros Roselló Tarrio, nieta de Doña María Galvez Barrera y resulta que es Galvez, no Galve, como han dicho en otors comentarios. Vivió siendo soltera la madre de Milagros, Doña María Galvez, en la calle Luna, donde vivía Antonio Chamorro el practicante. Antes había vivido Doña María en la calle Larga (al lado de Acción Católica) y en la calle Palacios,esquina a Larga. Lo que no ha sabido decirme Milagros es que allí viviera don Antonio Cía Moreno. Milagros me dice que Don Antonio Cía vivió en la calle Nevería en la casa que hoy es una pensión. Pero no obstante, para que no le discutan a su abuela, seguiré investigando.
Afectuosamente, Luis
Françesc el que le pide disculpas soy yo, porque he jugado a adivino y he fallado. Deme más datos. Me encantaría.
Gracias, Luis
Le pido disculpas otra vez por haberme creido un adivino o muy listo, como usted prefiera.
Y no soy hijo de Coral, mi madre se llama María y mi abuela Carmen.
Estimado Françesc, no soy el llamado monaguillo de Don Antonio, porque nunca he sido monaguillo. Ignoro el primer domicilio de don Antonio, pero yo lo conocí en la calle Nevería. Me encanta que su abuela recuerde a mi madre. Yo recuerdo a su abuela ( si como creo) es usted, hijo de Coral. Ya me cuidaría yo muy mucho de faltarle el respeto a su abuela diciendo que debe darle rabillos de pasa o que tiene mala memoria. podemos estar equivocados, pero nada más.
Saludos afectuosos, Luis
Veo que están moderando mucho mi último comentario, no creen?
Que una persona lo haya conocido viviendo en una dirección anterior a la que usted ha conocido, no quiere decir que tenga que tomar un cocimiento de rabos de pasa, ni que esté asunta, ni que se haga rebujitos.....
Aprovecho para pedir disculpas por contradecir a D. Luis Suárez, pero que conste que los dos llevan razón, cada uno por su parte.
Estimado "monaguillo", no digo que algún dia mi abuela deba tomar el cocimiento de rabillos de pasas desde luego, pero hoy por hoy, me temo que no.
Lo volvemos a corroborar en esa casa donde usted dice que vivia Antonio Chamorro, vivian Dña. María Galve (en eso tiene usted razón, se escribe sin "Z", ha sido un fallo nietil) y D. Antonio Cia. Por lo menos , fué la primera residencia.
Y dónde dice usted que vivía la comadrona , ahí vivía la hija de la misma, llamada Maruja Tarrío Galve, casada con un alicantino, y efectivamente en el bajo de la vivienda, el hermano mayor de Chamorro tenía la sombrerería.
Así que personalmente, pienso que los dos pueden tener razón, ya que esas personas bien podian con el tiempo, haber cambiado de domicilio perfectamente .
Tenga en cuenta que mi abuela es por lo menos 20 ó 25 años mayor que usted y lleva un montón de años viviendo fuera de El Puerto.
Otro dato para que usted vea la buena memoria de mi abuela: Dña. Mercedes Ávila ( la madre de usted, si es quién nos imaginamos), siendo soltera fué la madrina de confirmación de mi abuela.
Françesc, su abuela debe tomar un cocimiento de rabillos de pasa, porque tiene muy mala memoria. Antonio Chamorro el practicante vivía en la calle Luna, en la casa más abajo de la joyería Santos. Doña María Galve (sin 'z'), la comadrona, vivía en el piso alto de la hoy Cervecería El Puerto en la calle Misericordía, esquina a Luna. En el bajo de esa casa, un hermano de Chamorro que emigró a la Argentina tenía una sombrerería cuyo lema publicitario era. "Para gorras y gorros, Casa Chamorro". Su abeula hace un "rebujito". Debe cuidarla porque no asunta.
Don Antonio Cía vivía en la calle Nevería en la penúltima casa antes de llegar a la calle Santo Domingo, donde hoy hay una Pensión. Esa casa la vendieron sus sobrinos.
Otro comentario protagonizado por D. antonio Cia fue, en la boda de una amiga de mi abuela.
Ella era muy alta y muy bien formada (con mucha presencia de mujer, vamos), el novio tamién era muy alto, pero muy delgado. Y en el primer momento que D. Antonio los vió juntos delante de la capilla de Ntra. sra. de los Milagros, no se le ocurre otra cosa que decir: !Madre mía! Estoy viendo mucho arroz para este pollo. Con las consiguientes carcajadas de todos los invitados.
Rectifico a D. Luis Suárez. según dice mi abuela, D. Antonio Cia no vivía en la C/ Neveria sino, en la C/ Luna, justo al lado de la antigua pepeleria Cortés. Lo que si, es que la casa hacia esquina con la C/ Neveria y en esta casa vivian también Chamorro - el prácticante- y Dña. Maria Gálvez -la comadrona-, entre otros.
En la fotografía de la colocación de la primera piedra del monumento a la Inmaculada, a la izquierda, según se mira, está Don Antonio Lobo, con bonete. Solamente se le ve la cabeza.