«Me han llamado ayer para decirme que acababa de morir Pepita Sarazena (Colwyn Bay, Norte de Gales, Gran Bretaña, 07.05.1919 - Sevilla, 23.12.2000), bailarina y bailaora de fuste, delicada como una figura de biscuit, conversadora sabia, profunda y amena, encandiladora... Yo, si digo la verdad, no he visto a nadie bailar como a ella. Era el baile mismo y tenía la distinción y el empaque de una reina. Era Theletussa reencarnada. Sus principios y escuela fueron en Rusia, donde estudió ballet. En España, en Madrid, fue discípula predilecta de "El Estampío" (Jerez, 1879 - Madrid, 1957). Tenía a gala el haber conservado la escuela bolera del siglo XVIII y pasos y gestos del baile antiguo. Su discípula, la escritora Teresa Martínez de la Peña, ha sabido apreciar, con sensibilidad poco común, todas sus enseñanzas y las practica y divulga.
”They called me yesterday to tell me that Pepita Sarazena had just died (Clwoyn Bay, North Wales, Great Britain, 7/5/1919- Seville, 23/12/2000). She was an important dancer, as fragile as a paper doll, a wise conversationalist, deep and entertaining... To tell you the truth, I haven’t seen anyone dance like her. She was the very dance itself and had the distinction and presence of a princess. She was Theletusa reincarnated. She started out in Russia where she studied ballet. In Madrid she was the favourite disciple of "El Estampío" (Jerez, 1879-Madrid, 1957). She could boast that she had conserved the bolera school of the 18th century and the steps and expressions of the old dance. Her disciple, the writer Teresa Martínez de la Peña, knew how to appreciate, with a rare sensitivity, all her teachings which she practises and shares.”
Colwyn Bay, ciudad de nacimiento de Pepita Sarazena. El Paseo sobre el Muelle, con el Pabellón de Atracciones. La ejecución de una idea parecida (también existe en Brighton), fue presentada a mediados de la década de 1990, por un grupo de hosteleros locales, al Ayuntamiento, con objeto de montar una pasarela similar sobre los pilares del río Guadalete, sobre los que se sustentaba el Puente de San Alejandro. La iniciativa no tuvo acogida .
Pepita hablaba con especial devoción y respeto de sus maestros, especialmente de Juan Sánchez Valencia, "El Estampío" --el viejo, como lo llamaba--, uno de los más grandes bailaores conocidos. En el salón de su casa colgaban las fotografías de Aurelio, de "Carito", de "El Estampío", en su estudio, y ella bailando, con bata de cola blanca, mientras Juan, embobado con su baile, se calentaba en un brasero de bronce, con la badila en la mano y echaba una "firma".
Yo la conocí en el hotel "Los Cisnes" de Jerez, el año 62, donde, en el hall, nos esperaba a su marido, José Luis Sánchez Rodríguez, bailaor, nacido en la casa calle Santa Lucía número 2 de El Puerto, y a mí. Y la espera fue larguísima. Siempre me lo echó cariñosamente en cara. Y es que su marido y yo nos liamos a hablar de cosas de El Puerto y no llegamos hasta tres horas después de lo concertado. Desde entonces hemos tenido una amistad que se fue acrecentando con el tiempo.
José Luis había sido discípulo de "Carito", el bolero del siglo XIX y principios del XX y de "El Estampío", en cuyo estudio conoció a Pepita.
Ella, con su marido y Sabas Gómez Marín, excelente guitarrista, tío de mi compañero de Facultad de Derecho, Pepe Santos Gómez, también guitarrista, formaron una compañía que aglutinó a los y a las mejores de aquellos tiempos. Actuó durante más de treinta años en todos los más importantes coliseos del mundo entero y con notable éxito. Desde Tokio, desde Viena, desde Nueva York, desde París... me enviaban los programas de sus actuaciones, donde en ninguno faltaba "El Puerto" de Isaac Albéniz. Nunca me faltaron sus felicitaciones por Navidad y siempre cartas, muchas cartas, desde donde fuera.
Cuando, por los sesenta largos, Pepita tuvo un percance en el talón de Aquiles, José Luis y ella se vinieron a vivir a Cádiz y todos los días, como si fueran a volver a actuar mañana mismo, ensayaban en el escenario de el Teatro Falla, entre las cuatro y las seis de la tarde. Allí los vi bailar, con el sólo son de las palmas, unos tangos flamencos, con un sabor y compás inenarrables. Pepita ocupó, entonces, la Cátedra de Danza del Conservatorio Manuel de Falla, de Cádiz. Con Pepita y José Luis presencié, en el "Falla", un espectáculo de Antonio Ruiz, el bailarín, y éste, al final, en el camerino, los saludó reverente, como a maestros. El pianista los abrazó con cariño. Y es que era el mismo que Pepita y José Luis habían llevado en sus giras.
A José Luis y a Pepita, enamorados de El Puerto, no era raro verlos paseando por el Parque o asomados al balcón del río, viendo pasar el agua. Siempre me llamaban: "Estamos aquí". Y nos veíamos y comíamos juntos y terminábamos en mi casa, o en casa de José Luis Tejada, o en casa de sus primos. El padre de José Luis, Camilo Sánchez Jamardo, tuvo un trabajadero en El Puerto, que ardió. Marcharon todos a Sevilla y José Luis, luego, a Madrid. Su hermano Camilo, fue el socio de Luis Benvenuti en las Destilerías del famoso "Anis Periquito". Pepín el barbero, paciente amaestrador y domador de verderones y jilgueros, era su primo y José Ignacio Delgado, fino fotógrafo del Centro de Patrimonio Histórico, su sobrino...
En Cádiz, hicieron una vida sencilla, dedicada a ordenar sus cosas y sus escritos, a asistir a cuantos actos culturales se anunciaban, a cultivar la amistad de Aurelio, de Agustín "El Melu", de José Espeleta, de Gaspar el de Alfonso... y de toda la intelectualidad gaditana. Todos los años, iban a Londres y a París, a ver a sus muchos amigos. Y sus amigos, desde todas partes, venían a Cádiz, como en peregrinación, a verlos.
Guardaban un baúl de sus giras, que perteneció a "Carito", y un sin fin de trajes, libros, fotografías y recuerdos de sus actuaciones por el mundo.
Pepita había logrado inventar un método para transcribir en el papel los bailes antiguos que sabía, los clásicos, los de la escuela bolera, los flamencos... En su casa gaditana de Clemente de Torres estarán, ya sin dueña, esos monumentos levantados a la tradición gestual, efímera e irrepetible. Toda una etapa vital dedicada al trabajo de dejar, lo más aproximadamente posible, la noticia de lo recibido, practicado y vivido.
Pero desde que José Luis murió, en 1994, ya no tenía ánimos para vivir. Pepita se había descolgado de la vida. Hace unas tres semanas, me lo decía por teléfono. Quedamos en que la recogería un día, para comer en El Puerto, antes de las Navidades. Me dijo que sí y bien que me alegré. Su sobrina Yayo --Milagros, como la Patrona--, se la llevó consigo a Sevilla, a pasar las fiestas. Por éso, cuando yo la volví a llamar, nadie me respondía. Con lo cumplidora que era, esta Navidad no he recibido su tarjeta de felicitación. En cambio, Yayo, por Navidad, me ha traido la noticia de su muerte, en Sevilla, que me ha dejado con un dolor presentido desde hace tiempo. Y es que me lo maliciaba. Cualquier día me daban esta noticia. Y me la han dado.» Luis Suárez Ávila, autor del texto (año 2001 y de la ilustración (1971).
Muy interesante artículo, cada vez un poco más cerca de conocer la vida de Jose Luis y Pepita, los tíos de mi abuelo José Camilo.